Capitulo 8.

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Capitulo 8

Una larga fila se extendía por la calle...Philippe y dos de sus amigos esperaban impacientes para entrar al club Le duplex Paris. Las puertas aún no eran abiertas, y varios jóvenes ya aguardaban por la bohemia que el lugar ofrecía.

-Ya vengo.-Philippe se salió de la fila y hizo señas a sus amigos, los cuales le dieron un asentimiento de cabeza, y siguieron pendientes de los traseros de las chicas que estaban por delante de ellos en la fila.

Buscó el nombre de Sophie en la agenda del teléfono y cuando lo encontró, dudo unos segundos. Negó con la cabeza, sonrió y presionó la pantalla. Él era Philippe Dubois, él no se cuestionaba.
Tres tonos fueron necesarios para que Sophie tomase su teléfono y aceptara la llamada. Llevaba solo la parte superior del pijama, y para abajo solo iba con su calzón.

-Hey, princesa.-Susurró Philippe al auricular del teléfono. -¿Estabas despierta?

-Hola Phil. Eh...sí. Estaba poniéndome la pijama.-Las mejillas de la chica se tornaron de color carmesí. Remojó sus labios resecos y caminó al armario.

-Te preparas para dormir, y yo hago la fila para entrar la club. El chico malo, y la chica buena, gran combinación.

-No soy una chica buena, Philippe.-Tomó un pantalón de tela delgada y, dejando el teléfono entre su hombro y oreja, se apresuro a subir la tela por sus piernas desnudas.

-Vamos Sophie. Lo eres. ¿Qué cosas malas has hecho? ¿Has escapado de casa? ¿Has bebido hasta no saber en donde te encuentras parada? ¿Has fumado hierba?

-Nunca he escapado de casa, no he tenido un motivo. Si he bebido, pero solo hasta el límite de que las cosas se mueven a mi al rededor. Y sí, he fumado.

-Vaya, de lo que uno se entera. ¿Vas de fiesta?-Phil recargó su cuerpo en una muralla y mantuvo aquella sonrisa juguetona en la cara.

-Pues claro que sí. No soy una santurrona. Simplemente dejo las fiestas para los fines de semana.

-Dulce Sophie...hay que pervertirte un poco ¿no crees?

-¿Pervertirme?-Algo dentro de la cabeza de Sophie hizo click. Se sentó en el piso, y apoyó su espalda en el borde de la cama.

-Ajá. Ya sabes, salir un día de semana, escaparte de casa. Ese tipo de cosas.

-Ah, a eso te referías.-Susurró. Trato de hacerlo para ella, pero falló.

-¡Eh! Veo que esa clase de perversión ya anda de ronda por tu cabeza. Pensé en ayudarte, pero creo que te la arreglas tú solita.-Sophie se mantuvo en silencio, y Philippe dejó escapar una risa bastante audible para los oídos de Sophie.

-¿Hay mucha gente? -El cambio de tema de Sophie no fue una sorpresa para Phill.

-Sí, la verdad es que para ser día de semana, hay bastante. Los chicos ya vieron a sus presas.

-Vaya manera de referirse a las chicas.

-También puedo referirme a chicos, Sophie.-El silencio reinó en la línea. Phillipe carcajeó unos segundos, y Sophie dejó ir el aire contenido. -Bromeo, me refiero a chicas. Aunque no tengo nada contra los Gays.

-Ni yo. ¿No deberías entrar al club?-Preguntó Sophie. Se puso de pie, y se sentó sobre la cama.

-Vale, lo pillo. No quieres hablar conmigo.-El tono de voz que Phillipe utilizó resultó ser lastimoso.

-No es eso. Solo que me es raro que un día de fiesta, estés aquí. Me refiero a...a que estés hablando conmigo.

-Quería hablar contigo, cariño. No le veo nada de malo. -Los amigos de Phillipe le hicieron gestos con las manos, para que el susodicho se acercara. Faltaban un par de personas antes de ingresar a la bohemia. -Creo que estas en tu día de suerte. Falta poco para entrar. ¿Hablamos mañana?

-Por supuesto.-Susurró ella. El tono de voz resultó ser mas triste de lo que hubiese querido.

-Tranquila, cielo. Me comportaré. No quiero que mi chica se enfade.

-Oh.-El corazón de Sophie se rompió en mil pedazos. Sintió como su pecho se contraía. Y como su garganta se cerraba. -Ella debe ser afortunada.

-Yo soy el afortunado.-Phillipe comenzó a caminar en dirección a sus amigos. -Lo malo, es que mi chica se encuentra a una distancia considerable. Y si se enfada, es mas difícil pensar en ir, y abrazarla hasta que todo vaya mejor.

-Lo siento. Pero...-Tragó la decepción contenida y prosiguió -: Si se quieren, todo es posible.

-Buenas noches corazón.

-Buenas noches...-La línea se cortó. -Cariño.-Susurró Sophie. Dejó el teléfono sobre el cubre camas y suspiró fuertemente.

Era una chica de emociones latentes. Su corazón se dejaba querer, y a la vez, hacia que lo quisieran.
Era una romántica de primera categoría. Aunque a veces, cuando se encariñaba tan rápido de las personas, pedía mediante sollozos silenciosos, no querer a nadie nunca más.
Para su mala suerte, siempre volvía a caer.

Se levantó de la cama, y se encaminó a la entrada de su habitación.

-¡Lucas! -El golpeteo de uñas contra los peldaños de las escaleras hizo que Sophie sonriera. Se hizo a un lado y dejo entrar a la pequeña bola de pelos que venia corriendo por el pasillo. De un saltó terminó sobre la cama, se revolcó sobre las mantas y dejó su panza hacia arriba. Sus patas estaban flexionadas y su lengua yacía hacia un costado. Sophie se sentó a su lado, y acarició la panza rosada de su cachorro.

-Hora de dormir, campeón.

Puede que el animal la haya entendido, o puede que haya actuado por instinto. Pero en el minuto que Sophie terminó aquellas palabras, Lucas, se bajó de la cama y, luego de dar unas vueltas sobre si mismo, se dejó caer en una pequeña cama de algodón, al costado de la mesita de noche. Sophie cerró la puerta, apagó la televisión, las luces, y se guió a través de la oscuridad hasta llegar a la cama. Se metió bajo las mantas y se acurrucó. Al cabo de unos minutos, Lucas, saltó sobre ella. Sophie rió y busco al cachorro en la oscuridad. Cuando lo alcanzó, lo abrazó. El can se dejo querer, a la vez que trataba de lamer el rostro de Sophie. Luego de unos segundos de besuqueos perrunos, Sophie recostó a Lucas a su lado y le besó la cabeza. La respiración del cachorro se calmó, y eso le sacó una sonrisa satisfecha a Sophie.

No dejó de pensar en lo que había dicho Phillipe. Tenía novia. Y al parecer, la distancia no le afectaba en lo absoluto.
Por lo que pareció se un nano segundo, Sophie pensó que se trataba de ella. Pero dejo esfumar esa posibilidad casi de inmediato. Aunque quizá, muy pronto. Ya que realmente, Phill, pensaba en ella en el momento en el que habló.

900 KilómetrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora