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Era él, estaba completamente seguro. Así que Seungcheol pasó el resto de la tarde buscando a Jeonghan. Recorrió cada rincón de la ciudad en dónde pensó podría estar, pero no logró dar con él, y para cuando regresó a casa, estaba agotado y sumido en una tristeza infinita. Entró a su habitación,  y se durmió sin siquiera cambiarse de ropa. Esa noche soñó con su ángel, con la primera vez que se dieron un beso. Despertó a media noche, con el rostro empapado en lágrimas, y ya no pudo conciliar el sueño. A las siete de la mañana sonó el móvil: los abogados lo esperaban para la lectura del testamento.

—Terminemos con esto de una vez —dijo cuando llegó a la oficina de su padre.

El abogado principal inició la lectura. La primera hoja hablaba de las propiedades en el extranjero, que por supuesto quedarían a cargo de Seungcheol y de su madre. La casa y las propiedades en el país también quedaban a nombre de Seungcheol, y él podría tomar posesión inmediata. Sin embargo, había una cláusula muy importante. Seungcheol recibiría la herencia total siempre y cuando viviera durante un año bajo el mismo techo que su hijo.

—Disculpa —interrumpió Seungcheol al escuchar esas palabras —¿Qué has dicho?

—La cláusula final indica que debe vivir un año bajo el mismo techo que su hijo para que la herencia se haga efectiva —repitió el abogado.

Seungcheol alzó una ceja, confundido.

—No tengo hijos —dijo.

—Su padre dijo que diría eso —dijo el abogado.

Cogió un sobre que había en el escritorio y se lo entregó a Seungcheol.

—El señor Choi dejó una carta para usted —explicó —. También solicitó que su hijo estuviera presente durante la lectura del testamento, pero está un poco retrasado.

Seungcheol estaba impactado. ¿Un hijo? ¿Suyo? No recordaba haber tenido una relación lo bastante estable (o descuidada) como para tener un hijo. Abrió la carta de inmediato, desesperado por encontrar una respuesta.

"Seungcheol:

Si estás leyendo ésta carta, quiere decir que he muerto. Si mi vida ha acabado, entonces es necesario que confiese mis pecados para librar mi alma del Infierno. Te pido perdón por no haber tenido el valor de decírtelo en vida, pero mi orgullo y el miedo a perderte me cegaron. Pero ahora que ya no estoy, es momento de que sepas la verdad".

Seungcheol se detuvo. Tenía un extraño presentimiento. Algo le decía que estaba a punto de descubrir una verdad que cambiaría su vida para siempre. Inspiró profundo antes de seguir leyendo.

"Cuando eras adolescente, pensaba que tu vida estaba bien encaminada. Siempre fuiste un chico fuerte e inteligente, y me tranquilizaba saber que tendría un buen heredero. Luego iniciaste la relación con ese chico, Yoon, y tuve miedo de que tu amor infantil te desviara de tu destino como futuro patriarca de la familia Choi. Es por eso que decidí enviarte a finalizar tus estudios al extranjero. Pensé que estando lejos, te olvidarías de él y podría arreglar un buen matrimonio para ti. Sin embargo, tu obsesión con él era incluso más fuerte que la distancia, y seguías preguntando por él día tras día. Tus calificaciones bajaron, y comenzaste a faltar a la escuela, así que envíe en su búsqueda a fin de mantenerte tranquilo y bajo control. Cuán enorme fue mi sorpresa al descubrir que Yoon iba a tener un hijo, y que tú eras el padre.

—¡¿Qué?! —exclamó Seungcheol, anonadado.

Un par de abogados se sobresaltaron.

"De saberlo, estaba seguro que tomarías el primer vuelo y regresarías por él, algo que no podía permitir. Así que decidí ocultarte la verdad. Era lo mejor para ti y para el futuro de esta familia. Di instrucciones de informarle a ese chico que te habías comprometido en matrimonio y que no te buscara, que lo mejor sería dar en adopción a ese hijo. Los años pasaron y tú lo olvidaste, o eso me obligué a pensar, pues en el fondo, muy bien sabía cuánto sufrías extrañando su presencia. Cuando supe de mi enfermedad, mi conciencia cobró vida y la culpa me carcomió. Volví a buscarlo, pero Yoon se había marchado de su antigua casa, y nadie conocía su actual paradero. Sin embargo Dios me dio una segunda oportunidad, y después de mucho esfuerzo, lo encontré. Aquel día quise decirle la verdad, más él no creyó en mis palabras. Estaba convencido de que lo habías abandonado por voluntad propia y se negó a seguir escuchando. Regresé al día siguiente, dispuesto a suplicar por su perdón, pero era demasiado tarde. Yoon se había marchado nuevamente sin dejar rastros. Sin embargo, parece que el destino se niega a dejarme partir de este mundo con cuentas pendientes, pues hace unos días descubrí por casualidad que Yoon trabaja en una tienda cuyo dueño es alguien que conozco. Pensé en acercarme a él más estaba seguro de que huiría de nuevo. Fue entonces que se me ocurrió esta idea. Por supuesto, en su trabajo gana suficiente dinero para mantener a su hijo, pero eso sería un estorbo en éste plan. Arreglé todo para que sea despedido y su apartamento desalojado apenas yo muera. Eso hará las cosas más fáciles, pues su abuela murió hace años y él no tiene a nadie más que a su hijo.

Dicho esto, deberán vivir un año juntos en la casa principal: tú, Yoon y tu hijo. Como condición especial, ni tú ni Yoon podrán contraer relación sentimental con un tercero. Cumplido el plazo, la herencia se hará efectiva: recibirás las propiedades y el dinero, y tu hijo heredará la casa principal y lo suficiente para mantenerse el resto de su vida. Después de eso, podrán seguir el camino que decidan.

No pude conocer a mi nieto, pero no permitiré que no conozcas a tu hijo. Espero que esto logre redimir mis pecados, y ruego por tu perdón y el de Yoon.

Seungcheol estaba atónito. Un hijo suyo y de Jeonghan. No lo podía creer. Más no tuvo tiempo para reponerse a tan impactante noticia, pues unos segundos después, el abogado principal anunció la llegada de alguien, y por la puerta entró un chico de cabello rubio con cara de confusión, y de su mano, un pequeño niño igual de asustado y confundido que su padre.

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Aquella mañana, Jeonghan fue notificado de su despido apenas llegó a la tienda departamental en donde trabajaba desde hacía un año. Jeonghan quedó pasmado por la noticia.

—¿Hice algo mal? —preguntó confundido.

—No —respondió su jefe.

—¿Algún cliente puso quejas en mi contra? —insistió Jeonghan.

—No —dijo su jefe —. Eres el mejor vendedor de tu sector.

—Entonces no entiendo por qué me despide...

—Esta mañana llegó a mi correo una orden de despido inmediato a tu nombre, pero no especificaba la causa —explicó el hombre —. La verdad es que yo tampoco lo entiendo. Solicité explicaciones a mis superiores, pero no obtuve respuestas. Lo lamento.

—Está bien —dijo Jeonghan, intentando mantener la calma —, gracias por todo.

Cuando Jeonghan llegó a casa, el autobús escolar ya había pasado por Sam para llevarlo a la escuela. Alguien había deslizado una carta bajo la puerta de entrada, en la cual le notificaban que debía abandonar el apartamento de inmediato. El mundo se le vino encima ¿Qué haría sin trabajo y sin un techo? Por supuesto, podría quedarse algunos días en casa de Jisoo, su mejor amigo de la infancia, mientras encontraba un nuevo trabajo y un lugar dónde mudarse, más eso no lo tranquilizaba en absoluto. Fue entonces que recibió la llamada. Era un número desconocido.

—¿Hablo con el señor Yoon Jeonghan? —preguntó una voz desconocida.

—Sí —respondió Jeonghan.

—Señor Yoon, soy abogado de la familia Choi —explicó el hombre —. Se solicita su presencia y la de su hijo para llevar a cabo la lectura del testamento del padre de la familia. Una limusina pasará a recogerlo en quince minutos.

Y colgó, dejando a Jeonghan aún más confundido.

—Choi... —murmuró Jeonghan.

Ese era el apellido de la familia de Seungcheol. Así que el viejo al fin había muerto. Jeonghan sintió pena por él, pero sólo por unos segundos, pues inmediatamente recordó todo lo que Sam y él habían pasado por culpa de ese hombre. ¿Qué demonios había planeado ahora? Seguramente nada bueno. Pensó en huir, más le fue imposible ya que quince minutos después, una limusina pasó por él al apartamento. Luego de recoger a Jeonghan, fueron a la escuela por Sam, y finalmente llegaron a destino, en un enorme edificio corporativo. Ambos fueron conducidos hasta el octavo piso, y le pidieron que entrara al salón. Frente a él se encontraba Seungcheol, cuyo rostro mostraba la misma expresión de confusión que él mismo tenía.

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Hitomi no Jyuunin [EN EDICION]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora