Allí estaba Jeonghan, mucho más hermoso de lo que Seungcheol recordaba. Había cortado su largo cabello, y su rostro de adolescente juguetón había sido reemplazado por el de un adulto, más seguía pareciendo un ángel. A su lado, cogido de su mano y asustado como un pequeño pajarito en medio de una manada de gatos, estaba su hijo. A Seungcheol se le llenaron los ojos de lágrimas.
—Hannie... —balbuceó.
Se incorporó de la silla lentamente, temiendo que las piernas le fallaran. Del otro lado de la habitación, se encontraba un Jeonghan realmente impactado. No había visto a Seungcheol en seis años, y francamente no esperaba volver a verlo. Pero ahí estaba, caminando hacia él, susurrando su nombre como cuando aún estaban juntos. Jeonghan sintió náuseas, y su cabeza comenzó a dar vueltas. De pronto todo se puso oscuro y sólo oyó la voz de su hijo gritando asustado antes de caer al suelo. Para cuándo despertó, estaba recostado en un caro sillón de cuero, con un paño frío en la frente y con Sam a su lado cogiendo su mano.
—Papá, no te mueras —gimió.
Jeonghan acarició el rostro de su hijo para calmarlo.
—No estoy muerto, cariño —dijo.
Sam se lanzó a sus brazos y comenzó a llorar. Jeonghan estaba tan conmocionado por ver a su hijo en ese estado, que olvidó dónde estaban y con quién. Una voz conocida le recordó su situación.
—¡Al fin despertaste! —dijo Seungcheol, preocupado —Por un minuto creí que debía llamar a la ambulancia.
Jeonghan alzó la vista. A dos metros de él, se encontró a un chico de cabello negro que se tomaba las manos, claramente nervioso. Jeonghan dio un respingo al darse cuenta de que era real.
—Seungcheol —susurró.
Sus miradas se cruzaron e inmediatamente confirmaron que sus corazones seguían perteneciendo al otro. Permanecieron así, mirándose, mientras los recuerdos inundaban sus pensamientos. Por un segundo, Jeonghan bajó la guardia, pero el sollozo de Sam lo trajo de regreso a la realidad. Aferró a su hijo y endureció su mirada.
—¿Qué quieres Seungcheol? —preguntó fríamente.
A Seungcheol le dolió el alma. Quería correr a los brazos de Jeonghan, aferrarlo, besarlo, decirle que jamás lo había dejado de amar. Más se contuvo. En cambio, observó al niño que cogía su mano. Había enormes similitudes entre ambos. La forma de nacimiento en la raíz del cabello, los ojos de aceituna, el tamaño de las orejas. Sí, definitivamente era su hijo.
—Hola pequeño —dijo Seungcheol dirigiéndose al niño, mientras se arrodillaba para quedar a su altura —¿Cómo te llamas?
—Samuel —respondió el niño —, pero me dicen Sam.
Seungcheol sonrió. Samuel era el nombre que habían elegido ambos para cuándo tuvieran un hijo.
—Sam —repitió Seungcheol —, es un hermoso nombre.
—¿Qué quieres, Seungcheol? —repitió Jeonghan, aferrando a su hijo, y alejándolo de Choi.
Seungcheol arrugó el ceño frente a tal gesto. Era obvio que Jeonghan no confiaba en él. Se incorporó.
—Sam —dijo, amablemente —, tu padre y yo debemos charlar sobre algunas cosas. ¿Por qué no vas afuera y pides que te den una gran porción de helado?
A Samuel le brillaron los ojos.
—¿Puedo ir papá? Por favor, di que sí.
—Prometo devolverlo sano y salvo —dijo Seungcheol, cuando Jeonghan abrió la boca para protestar.
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Hitomi no Jyuunin [EN EDICION]
ФанфикJeonghan siempre pensó que Seungcheol lo había abandonado. Seis años después descubrirá la verdad a través de una carta escrita por quién los separó. Historia registrada en Safe Creative con el código 2109219309107. Todos los derechos reservados.