Capítulo 3

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Un taxi nos esperaba en la salida del aeropuerto para llevarnos a la casa de Sarah, a la salida intente visualizar al madurito ojos sexys del avión, intento fallido, tendré que conformarme con Cloeh.

Nos montamos en el coche y los nervios estaban presente en ambas, Cloeh no dejaba de mover las piernas arriba y abajo y morderse las uñas, me ponía nerviosa esa manía y si encima lo hacía ella subía al grado de histeria. Llegábamos ya al pisito en el barrio acomodado de Sarah, no era ni muy pijo, ni mucho menos vulgar era simplemente normal, al fin alguien con ese adjetivo en su familia.

Aun no nos habíamos bajado del taxi y Sarah ya estaba en la puerta en pijama para recibirnos, por la cara que tenía se notaba que estaba sufriendo una de las peores resacas de su vida. Salió del portal para ayudarnos con el equipaje.

-Hola chicas, ¿Qué tal el viaje? Encantada soy Sarah- Era rubia, con un corte de pelo corto, casual, rubia con mechas y unos ojos azul turquesa de los cuales su hermana carecía, se parecían lo suficiente para saber que eran familia pero era bastante claro que no pertenecían a los mismos padres. Me presenté educadamente y le di dos besos, me pilló desprevenida con un abrazo como si me conociese de hace tiempo. Me gustaba esta chica.

-Bien cielo, ya sabes movidito y largo, muy largo.

-Bueno en breve comeremos algo y podréis descansar un poco, yo también estoy exhausta, anoche salí a despedir mis veintidós y bueno digamos que si baja un rubio por las escaleras con café en la mano no os extrañéis.

-¿Cuándo diablos vas a tener algo decente por una vez en tu vida?

-Cuando no me quede otro remedio querida, hasta entonces pienso probar a todos los europeos que pueda.

Entramos en el apartamento, era luminoso, diáfano, tenía una mezcla de muebles de segunda mano pero elegantes y otros que venían con la casa pero que evidentemente habían sido restaurados, lijados y barnizados para que fueran a juego con el resto de la casa. Sarah me enseñó la habitación de invitados, por suerte no tenía que compartir habitación. Empecé a desempacar la maleta y guardar la ropa en el armario, aproveché para curiosear un poco la casa mientras Cloeh se duchaba. En serio un baño para tres chicas, dos de ellas hermanas Miller, en mi opinión eso podría ser el principio del fin no quiero ni imaginarme la batalla naval que sucederá a la hora de arreglarnos para esta noche.

El salón era muy de mi estilo, tenía una biblioteca enorme y por el aspecto de los libros se veía que a Sarah le gustaba leer, punto a su favor, un sofá acolchado con una manta de pelo artificial blanco claramente de almacén, una mesita de té frente a una tele de plasma, grandes ventanales con unas cortinas finas que revelaban la vista de la calle. No sé por qué pero me sentía como en casa.

-Puedes acomodarte como quieras, leer, poner la tele, como si estuvieras en tu casa.

-Oh, muchas gracias Sarah. ¿Te gusta?-indiqué señalando la modesta biblioteca que adornaba una de las paredes del salón.

-Sí, una de las cosas por las que me mudé aquí es porque estudio literatura y filosofía alemana, ya sabes la Alemania nazi y la dictadura, pero también puedes encontrar literatura inglesa y americana. Hay de todo, la mayoría está en alemán pero esta zona de aquí está adaptada a nuestro idioma- Sarah tenía un acento peculiar, se notaba algunas connotaciones que advertían que había viajado bastante, pero el acento era claramente americano.

-Gracias, creo que pasaré por el momento, solo quiero ducharme y descansar un poco.

-Claro, si alguna vez Cloeh sale del baño-dijo con una risa que demostraba que también tenía que contar hasta diez antes de contestar a su hermana porque le sacaba de quicio, pero en su voz se notaba que había un cariño profundo hacia ella.

-Eh, ¿chicas?, tengo una mala noticia que daros-Cloeh salió del baño con una toalla diminuta cubriéndole el cuerpo, descalza y con el pelo chorreando una mezcla de champú y agua-el termo, no iba y, bueno, creo que me lo he cargado.

-¡¿Qué?!-dijimos al unísono Sarah y yo.

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