Gunter empezó a reír fuerte y, seguido de él, el moreno también, disfrutando ambos de una broma a MI costa. Vale, podía tolerar esa actitud, tenía demasiada práctica ahuyentando tíos, si querían diversión la van a tener.
-Tranquilo, puedo sobrevivir sin saber tu nombre- Seguidamente puse la sonrisa más angelical que conocía. Esto le divertía, era su juego, lo vi en su mirada, por como brillaba.
-Ya vale Alex, deja a Cat tranquila, ¿de acuerdo? Ella no está disponible para ti- Sarah al rescate, así que este era el pobre desdichado que iba a pasarse la noche llorando por la ruptura con su novia, estupendo, veo que la superación emocional está muy sobrevalorada.
-Vale, vale Sarah, me comportaré. Encantado soy Alexander Engels, es un gusto poder compartir con usted esta velada tan entrañable- Al fin pude apreciar esa sonrisa relajada, pícara y sensual. Me tendió la mano, su brazo estaba salpicado de diminutos lunares al igual que en su cara notaba algunas pecas que hacían de su rostro aún más juvenil si cabe. Esta era mi oportunidad, Sarah no me diría nada pero aun así no podía dejar que el marcador fuese en mi contra.
-Catherine Hamilton, siento no poder decir lo mismo.-Mi sonrisa de suficiencia y mis manos entrelazadas sin ninguna intención de devolverle el gesto hizo que su sonrisa se ampliase aún más, dejando paso a la sonrisa de verdad y fuera a la cortés. Al escuchar esto, toda la mesa empezó a reírse a lo bajo, él aparto su mano con elegancia y yo comencé a hablar con Gunter sobre su trabajo, estudios, viajes y planes de futuro mientras nos tomaban nota y esperábamos la comida.
Alex se veía realmente aburrido ya que le había quitado a su amigo en mi propio beneficio, e intercambiaba miradas con la rubia siliconada mientras intentaba escuchar e intervenir en nuestra conversación sin éxito. Se levantó tan de repente que me asustó.
-Gunter voy a fumar, no aguanto más estar encerrado, ¿vienes o qué?
-Paso tío, ya te he dicho que me estoy quitando.
-Como quieras. Tú.- Dijo en modo de despedida con un leve asentimiento de cabeza, la verdad que el poco respeto que mostraba ante mí me daba exactamente igual, sin embargo mi indiferencia le molestaba, estaba harta de tíos como él que se creen que tratándonos como a perras, como perras le seguiremos.
Hacía bastante rato que nos habían traído la comida y a no ser que se estuviese fumando el paquete entero, Alex no daba signos de vida. Me levanté para ir al baño cuando de repente me di cuenta que no tenía ni idea de por dónde estaba.
-Disculpe, ¿el baño?
-Sí, suba las escaleras y hay una puerta a la derecha, ese es el aseo y a partir de ahí comunica con el baño de señoras.
-Muchas gracias.
Subí las escaleras como me dijo, entré en el aseo, lavé mis manos y retoqué un poco la coleta. De repente abrí la puerta del baño de señoras cuando vi a la rubia-tetas-grandes de rodillas adelantándose al aperitivo de… Alex.
-Joder, ¿es que acaso no sabes llamar a la puta puerta?
-Mierda.-Cerré la puerta rápidamente, sosteniéndome detrás de ella, no me podía creer lo que acababa de ver.