Capítulo 7: Clarke (Parte 1)

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El día avanzaba y yo seguía atada por la chica rubia que no paraba de hacerme preguntas, a las que, por más que me torturara, yo no quería responder.

- Por décimo quinta vez, ¿dónde está tu gente y cuántos sois? ¡Responde! - chilló ella llena de rabia.

La sangre que brotaba de mis heridas, me recorría la cara y el cuerpo. Desde la primera herida que me hizo, ambas nos quedamos en silencio cuando vio que la sangre que manaba de mi cuerpo era negra. "Eres una Natblida. Imposible" había dicho.

Desde entonces habría jurado que se dirigía a mí con algo de respeto, aunque la rabia no había desaparecido, sino que aumentaba ante mi silencio y había sumado a su lista de preguntas adivinar la razón de que fuera Natblida.

Sabía que no me quería matar, al menos no por el momento, ya que todas esas heridas que me hacía eran superficiales, ninguna lo bastante profunda como para ser mortal. Estaba claro que sabía lo que hacía y que se manejaba bien con la espada.

Sin embargo, aunque sabía que no iba a morir, las heridas y la pérdida de sangre empezaban a hacer efecto en mí. No sabía cuánto más podría aguantar antes de desmayarme y perderme en la inconsciencia.

- Solo somos la niña y yo - por alguna razón, me obligaba a mí misma a no decir el nombre de Madi, no quería que algo tan bonito e inocente como su nombre cayera en las manos equivocadas - sino... ¿por qué estaríamos solas?

Intentaba, con todas mis fuerzas, mantener mi conciencia despierta para decir alguna cosa inteligente, algo que hiciera que esta tortura terminara.

Hubo varios minutos de silencio en los que la chica terrestre pareció sopesar mis palabras, y cuando creía que esto por fin terminaría, que me desataría y me iría con Madi, una sonrisa fría y mordaz apareció en su rostro.

- Me pregunto si la niña me responderá lo mismo cuando vea mi espada atravesar sus delicadas manos...

Sus palabras actuaron al instante y sacaron de mí las pocas fuerzas que me quedaban. Me intenté lanzar hacia ella, pero apenas pude dar un paso en su dirección sin que las cuerdas que me apretaban las muñecas me hicieran más daño.

- ¡Ni te atrevas a ponerla la mano encima o lo lamentarás! - la grité con toda la furia que mi voz fue capaz de expresar.

Ambas nos miramos a los ojos fijamente, parecía estar retándome a que yo fuera la primera en apartar la vista.

No sé cuántos minutos pasamos así, pero de repente escuchamos murmullos y gritos de alegría que provenían del exterior de la nave. "¡Ya han vuelto!" escuché gritar a uno.

Pude ver cómo todos los músculos de la chica rubia se tensaban. Era la primera vez que la veía así, insegura. Fue la primera en desviar la mirada hacia la puerta de la nave, y acto seguido guardó su cuchillo en el cinturón y salió hacia el exterior.

Apenas pude ver lo que pasaba afuera antes de que se cerrara la puerta, pero me di cuenta de que ya había oscurecido y el grupo de adolescentes que, horas antes estaba alrededor de la hoguera, ahora estaba dando la bienvenida a un grupo que había llegado.

Me acordé de que el día anterior había visto más adolescentes de los que había hoy en el campamento. Probablemente los que faltaban eran los que acababan de llegar, y eso no hacía más que empeorar las cosas y minimizar mis probabilidades de escapar.

No pude evitar compararme con Lincoln en este preciso instante, cuando todos nosotros llegamos a la Tierra, le atamos y torturamos para que nos diera información. Estaba volviendo a pasar, pero esta vez, yo era la terrestre y ellos, los que venían del cielo.

Después del PraimfayaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora