Don't Leave Me Alone | Shawn M. |

| 1 | Te he echado de menos.

N/A: Probablemente no le entiendan, pero en los siguientes capítulos se explica. Dam.

Un chico se sentó a mi lado en los banquillos del estadio de la preparatoria. Seguí con la cabeza inclinada, para que pareciera que no le restaba la atención a mi teléfono celular, pero la verdad es que el punto en donde la pierna del chico rozaba con la mía lanzó una corriente eléctrica, y quería investigar quién era el culpable de que mi cuerpo estallara en fuegos artificiales. Disimuladamente lleve mis ojos a la pierna del chico, y me esforcé por ver un poco más de su torso en la sudadera azul.

-¿No crees que resulta más efectivo enderezarte y girar tu cabeza? Se te va a salir un ojo si sigues haciendo eso.

El chico se rió, y se inclino hasta llegar a mi altura.

-Así que hola, extraña.

Me tendió su mano derecha, y la mire un segundo antes de extenderle la mía para unirla en un apretón.

-Hola –me reí igual-, soy Danna.

-Danna –pareció saborear cada letra de mi nombre antes de hablar-... Hola Danna, soy Shawn.

Efectivamente llevaba una sudadera azul, delatando que apoyaba al mismo equipo que yo, y sus ojos eran cafés, o verdes, o alguna variedad en el centro. Tenía la piel blanca, y lunares, y su cabello hacia ondas curiosas.

-¿Te gusta el hockey, Danna?

-No, mi novio me arrastro hasta aquí... -calcule la mirada de Shawn antes de estallar en risas.

Él me miro extrañado, buscando detrás de mí a alguien más.

-Está en el equipo, pero mi novio es gay –su rostro de confusión era enternecedor-. Es una larga historia... pero es gay... así que... pues, ya sabes... no puede ser mi novio oficial.

Shawn me miró con el ceño fruncido, y se encogió de hombros.

-¿Te parece si nos vamos de aquí y me explicas esa historia? Se escucha curioso.

Mire el boleto en mi mano, y la hora. El juego estaba por empezar. Mire a Shawn y me encogí de hombros.

-Está bien, Shawn, vamos a contarte la historia.

Se giro a verme, y sus ojos profundizaron en los míos, buscándolos, casi como si me buscara.

11:00 am. Ontario, Canadá.

Mi cabello rubio era una atrocidad. No me gustaba, nunca había querido ser rubia, pero escoger el tono dorado sobre uno azul que era la otra sugerencia resultaba ser un acierto.

Estábamos sentados en una banca del centro comercial, pues la misión de hacerme usar lentes de contacto fue un completo fallo. Apenas intente ponerme los de muestra, saltaban fuera de mis ojos al parpadear, y cuando el dependiente de la tienda al fin logro que estos se mantuvieran dentro, mi ojo se puso sumamente rojo y no dejo de llorar hasta que me sacaron los lentes. El dependiente me miró, con los labios presionados, antes de decirme que me recomendaban un tratamiento previo de un mes para acostumbrar a mi ojo al agente extraño.