🌹 d o s 🌹

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— ¡Hyuna! — grité y corrí hacia donde estaba la morocha de pelo corto mirando hacia todos lados buscándome, pero yo la encontré primero.

— ¡Dios, Sisi! — corrió para cortar la poca distancia que nos separaba y nos unimos en fuerte abrazo.

Cuando llegue a Corea hace algunos años ella fue una de las pocas personas que se acercó a mi. Para el resto del salón yo era “la americana”, me trataban con indiferencia. Nunca supe si era porque así se comportaban los coreanos de clase alta, porque eran “niños inmaduros” o simplemente unos ignorantes. Sinceramente eso hora no me importa en lo mas mínimo. A diferencia de ellos Hyuna se acercó a mi desde el primer día. Al principio desconfíe al no saber si lo hacía de corazón o solo para burlarse con sus otras amigas a mis espaldas, pero con el tiempo me di cuenta de que era real. Pasábamos todo el tiempo juntas, me ayudó a mejorar mi pronunciación y me defendía de aquellos que querían molestarme o hacerme sentir mal.
Ahora era una de mis mejores amigas, mi confidente, mi hermana de corazón con la que me mudaría ahora que estaba de regreso.

— Wow es... increíble.

Coloque mis maletas en la entrada y deje caer el bolso que llevaba en las manos. El lugar era simplemente hermoso.
Era un departamento grande y espacioso con las paredes pintadas de un gris claro con pisos lisos de color blanco. Al entrar, te encontrabas con un pequeño pasillo que daba a la sala principal, en el centro de éste se encontraban un juego de sofás de color verde mate: dos grandes, uno en frente del otro y una mesita de cristal en el medio, debajo de el juego había una alfombra de terciopelo gris. Enfrente a los sofás estaba el televisor colgado en la pared. En la misma pieza de la sala mas adelante estaba la terraza con una hermosa vista de la ciudad.
Al costado izquierdo de la sala se encontraba la barra y la cocina, una enorme por cierto.
Las otras dos puertas daban a nuestros dormitorios.
Eran grandes como todo ahí, de color blanco. En mi habitación había una cama de dos plazas con sábanas de color pastel, a los lados de la cama dos mesitas de noche blancas con lamparas del mismo color, enfrente a la cama un televisor y debajo de este un mueble ancho. Del lado derecho se encontraba mi armario y del lado izquierdo el baño. Supuse que el cuarto de Hyuna era igual.
Esto era todo lo que habíamos soñado cuando eramos adolescentes, siempre hablábamos de vivir en un lugar así.

— ¿Y, qué te parece. ¿Te gusta? — Hyuna me habló entrado a la cocina. Me dejé caer el uno de los sofás.

— Es de ensueño. — respondí sincera.

— Nuestro sueño. — se sentó a mi lado y me tendió una taza de café igual a la suya.

— ¿Crees que estoy haciendo bien? Digo, esto de la venganza. — la miré con miedo y un poco de duda.

Todo era muy hermoso, la ciudad cambió desde la última vez que la vi, el departamento es lo que siempre habíamos soñado. Viviría junto a mi mejor amiga en la hermosa ciudad de Seúl. Parecía perfecto hasta que recordé el motivo que me trajo aquí y como siempre empecé a dudar.

— No soy devota de las venganzas. — se encogió de hombros mientras daba un sorbo a su café. — Pero él te hizo daño y es algo que te ha perseguido estos últimos cuatro años. Si esta es la forma de quitarte ese peso de encima, pues hay que hacerlo.

Sonreí, es una de las cosas que amo de Hyuna. Puede parecer una chica introvertida y hasta indiferente con el resto pero cuando conoce a alguien y le agarra cariño es capaz de apoyarlo hasta en un robo a un banco. Sí, esta medio loca también.

— Además nadie le ha dado una lección a Hoseok por todo lo que hizo en la secundaria. Es cierto que esta cambiado, o bueno eso es lo que dicen. Aún así merece un escarmiento. Casi arruina tu vida.

Eso en parte es cierto. Después de lo que me hizo sumándole a que siempre fui un cero a la izquierda para los demás me volví aún mas introvertida. Cuando regresé a Uruguay no quería salir de casa ni mucho menos comenzar un curso allí. Tenía miedo. Miedo a ser rechazada, miedo a no encajar, a que se burlaran de mi como ellos lo hicieron. Llegue a llorarle a mamá para que me dejara estudiar en casa, además de que sufrí una leve depresión. Pero lo que mas me afecto fue que perdí la confianza en los demás, deje de creer en los hombres. Los primeros meses de clase no me acercaba a nadie, no hablaba con nadie a no ser que fuera sumamente necesario, sobre todo de los chicos. No permitiría que ninguno se acercara a mi para apostarme o humillarme solo para darse el lujo de presumir que era todo un  “badboy”. Me sentía paranoica, una sensación horrible. Pasó mucho tiempo para que confiara en un hombre y comenzara a salir con Steffan.
Steffan, mi novio desde hace un año. Él estaba al tanto de todo, le conté mi historia hace tres años. El fue quien me apoyó y estuvo conmigo siempre, me acompaño a mis sitas con el psicólogo, me llevaba al cine, él que me sacó de mi encierro y me demostró que no todos los hombre son iguales. Se ganó mi confianza y mi corazón, de mejor amigo a mi novio.
Novio al que había dejado en Uruguay para llevar a cabo mi venganza.

Dejé muchas cosas para esto. No voy a dar marcha atrás. Solo una vez que haya pagado lo que me hizo sufrir podré seguir adelante con mi vida, sin remordimientos ni deudas del pasado.

— ¿Sabes detalladamente el plan cierto? — deje la taza vacía sobre la mesa de cristal y mire a la morocha que tenia en frente.

— No, me olvide de algunos detalles. Repasemos. — negué con la cabeza divertida ante la poca memoria de mi amiga.

— Ok, este es el plan...

The Stylist ✨ HoseokDonde viven las historias. Descúbrelo ahora