Capítulo 19: Espejismo

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Espejismo


DICK

- Hey, Murray ¿Tienes un cigarro? – Le preguntó Dick al agente situado en la recepción de la comisaria - ¡Murray! – Volvió a insistir ante el ensoñamiento del veterano.

- ¿Desde cuándo fumas, muchacho? – Se extrañó aquel oficial al que le faltaba poco para jubilarse - ¿Es que quieres tener mis pulmones? Apenas puedo dormir por las noches – Dijo dándole uno.

- No es para mí – Tomó el cigarro – Y no puedes dormir por las noches porque te pasas todo el día durmiendo en el trabajó – Bromeó.

- ¡Eh, novato, no te pases de listo! – Pero en el fondo, Murray se estaba riendo. Le caía bien aquel chico y no decía ninguna mentira.

Al salir, y antes de que el vagabundo que vivía en las escaleras de la comisaría pudiera abrir la boca, se lo lanzó.

- Hoy sí, amigo – Le sonrió como solo él sabía hacer y esperó que fuera suficiente, pero no.

- ¿Un cigarro? – El vagabundo ni siquiera le había dado las gracias – Yo no fumo, dame dinero.

- ¡Pero si llevas cuatro meses pidiéndome un pitillo todos los malditos días! – Exclamó. Había tenido un día de perros en las calles – Toma – Le lanzó diez dólares.

- Con esto no me llega ni para una cajetilla – farfulló el hombre.

Dick había cambiado hacerle las fotocopias y el café al capitán, por peleas entre borrachos, putas, borrachos y putas ... Lo normal para ser un triste viernes otoñal en Blüdhaven. Ah, tampoco podía olvidarse de los drogadictos. 

Pero no iba a quejarse. Al menos no lo tenían encerrado dentro de las oficinas. Ya era bastante que Bruce no lo dejara pisar las calles con Batman, hubiera sido demasiado que sus superiores actuaran igual.

Quería pensar que como agente de la ley, estaba ayudando a alguien, pero sinceramente, lo dudaba, pues parecía que tan solo conseguía aplazar lo inevitable. Aquel padre seguiría pegando a su mujer y a su hijo, pues ninguno de los vecinos estaba dispuesto a hablar de los malos tratos que habían presenciado durante años. Ella tampoco quería hablar y el chico estaba muerto de miedo. Sumidos en un sistema que no funcionaba y una burocracia que lo único que hacía era retrasar la impartición de justicia.

Si él hubiera sido Batman, habría sacado a ese hijo de puta de la cama en plena noche y le habría amenazado de muerte si volvía a tocarle un pelo a su familia. El cabrón se habría meado encima, le habría troto algún hueso y se aseguraría de que su amenaza fuera cumplida.

El murciélago causaba ese efecto en la gente. Les inspiraba miedo y terror más allá de lo imaginable. Era la parca que envíaba la muerte antes de darse el festín con tu alma.

Si él fuera Batman...

Pero no lo era.


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El Dios y el Mortal. Parte II  (Superman y Batman)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora