Capítulo 18: Hielo en el Infierno

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CAPITULO 18

Hielo en el Infierno

CLARK

Escuchó aquellas ansiadas palabras de sus labios. Apretó los ojos con fuerza y enterró más su rostro bajo el musculoso hombro de su amante.

Aquella era la peor situación. El peor de los contextos imaginables. Clark se revolvía en su interior por el descubrimiento de la arrolladora verdad del pasado de Bruce. Sentía rabia y tristeza a partes iguales por lo que le pasó. Por no haberse dado cuenta antes. Por no ser digno de su confianza.

Había vendido su alma al diablo para proteger ese secreto.

No hacía falta pensar.

Era lo que tenía que hacer.

Se juró a sí mismo que jamás volvería a causarle ningún daño a Bruce, y estaba dispuesto a cumplir esa promesa, a cualquier precio.

Incluso el de su libertad.

La que juró no volver a perder jamás.

Le estrechó hacia sí. Haría lo que fuera necesario. Por él, helaría el mismísimo Infierno.

- Yo también te amo, Bruce - Sollozó escondiéndose de sí mismo en los brazos de su amor. Sentía el sabor de Luthor y el de Bruce mezclándose en su boca y una punzada lo hizo doblarse por la mitad.

El humano lo separó lentamente, hundiendo suavemente sus dedos bajo sus cabellos para que le dejara ver su rostro.

- ¿Estás bien? - Bruce le sonrió sincero y volvió a abrazarle, pero Clark solo lo abrazó con más fuerza.

Esta vez no lo había perdido.

Esta vez, nadie los separaría.




BRUCE

Bajó del Maserati Ghibli con una leve sonrisa en los labios que poco a poco se ganaba su sitio en su sombrío semblante. Tenía motivos más que de sobra para sonreír.

Los mismos que tenía para no hacerlo.

Sin embargo hoy se sentía particularmente feliz, lo cual no era demasiado frecuente en la vida de Bruce Wayne, alter ego de Batman.

Saludó a las más de diez recepcionistas rubias del hall de su propio edificio y esperó pacientemente a tomar el ascensor con el resto de ejecutivos, que lo miraban de reojo, sin que fuera demasiado evidente su envidia y su sorpresa al ver al CEO en el lugar.

Cuando bajó en la planta donde estaba situado su despacho, Earle ya estaba esperándole.

- Señor Wayne, qué sorpresa tenerlo en el edificio.

- Lo mismo digo, Earle - Ambos omitieron la palabra "grata" antes de la "sorpresa" - Empiezo a pensar que trabajas en mi despacho - Le respondió altanero sin detenerse - Yukio - Tomó la mano de su exótica secretaria y le besó el dorso como solo un Casanova como él sabía hacer - Estás tan preciosa como siempre.

- Gracias a usted luzco un bronceado caribeño - La japonesa acababa de venir de sus vacaciones pagadas por la compañía - ¿Le apetece un té, señor Wayne?

- ¡Qué bien me conoces! ¿Tú quieres otro? - Le preguntó a la hermosa mujer - Earle, trae dos tés. El mío sin azúcar, como siempre - Bruce sabía lo mucho que le fastidiaba al vicepresidente que lo tratara como a un simple becario más. Precisamente por eso lo hacía.

Una vez en su despacho, Wayne se sentó sobre la silla y cruzó sus piernas encima de la mesa. Tenía muchas cosas en qué pensar, y sin embargo, una sola de ellas copaba completamente su mente.

El Dios y el Mortal. Parte II  (Superman y Batman)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora