Capítulo 4: La fragilidad Humana

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CAPITULO 4

La fragilidad humana

JORDAN- LINTERNA VERDE 2814

- Vas a tener que hacerlo mejor si quieres oírme gritar – Le dijo amenazante el kriptoniano a Siniestro. El Linterna casi podía ver un pequeño esbozo de sonrisa en aquel ser ensangrentado y encadenado de pies y manos que despertaba su lado más salvaje y que parecía reírse de él.

Con furia, volvió a golpearle una y otra vez, pero no parecía inmutarse. Sin embargo a Siniestro empezaban a dolerle los nudillos que ya sufrían desgarros su la piel magenta.

"Nadie se reía de él ¡NADIE!"

Con su anillo de poder, se concentró y formó una barra de metal con la que golpeó de nuevo el rostro del prisionero. Eso sí lo notó el kriptoniano, pero su reacción fue la misma.

- Eres un aficionado – Sentenció Kal-El escupiendo su propia sangre en el rostro del policía estelar.

Siniestro volvió a alzar la barra, dispuesto a apalearle, perdiendo su cordura consumido por la rabia de ver cómo aquel ser se le resistía.

- ¡¿Pero qué crees que haces?! – Preguntó Jordan angustiado, desde la entrada a la sala de interrogación. Al fin había conseguido persuadir a Tomar-Re, el Linterna que custodiaba esa instalación, para que le dejara acceder, consciente de lo que era capaz Siniestro y sus métodos para sonsacar información a los prisioneros – ¡Baja esa barra ahora mismo! – Ordenó el Linterna humano con convicción – Bájala o me veré obligado a denunciarte ante los Guardianes.

- Los Guardianes me darán la razón – Siniestro ni siquiera se había dignado a mirarle – Entienden la amenaza que supone la mera existencia de este ser.

- Bien, entonces no habrá problema con su comparecencia ante ellos, puesto que estamos a punto de llegar a OA – Sonrió triunfante Jordan, que había cambiado el rumbo de la nave de traslado de presos. Originariamente, y por orden de Siniestro, debían dirigirse a un planeta prisión situado en una de las lunas del sector 3159.

La barra esmeralda desapareció engullida por el anillo de Siniestro que frunció el ceño mirando al terrícola, intimidándolo. "No era tan tonto, después de todo" – Pensó.

- Algún día ... - Le dijo peligrosamente – Algún día ... – Y salió por la puerta.

- ¿Algún día, qué? ¿Algún día me vas a invitar a cenar? – Sonrió Jordan – ¡Lo siento pero no eres mi tipo Siniestro, tus orejas puntiagudas no me ponen en absoluto! – Le gritó para que pudiera oírle, sabiendo que cabrearlo aún más no era lo más sensato que podía hacer.

Aún así, no pudo resistirse.

Hal cerró la puerta y se quedó solo con el kriptoniano, que lo miraba fijamente.

No sabía qué decir, ni qué hacer así que actuó por instinto. Un instinto que nunca le había traicionado.

Aquel hombre encadenado, ensangrentado y desnudo era su compañero. Aquel hombre, kriptoniano o no, le había salvado la vida más veces de las que quería reconocer y aquel hombre ... no sabía en qué se había convertido, pero seguía siendo su ... amigo.

- Clark, pero ¿Qué te ha pasado? – Le preguntó desatándole de sus cadenas.

El kriptoniano cayó al suelo y se frotó las muñecas, magulladas y en carne viva por sus intentos de liberarse.

El kriptoniano cayó al suelo y se frotó las muñecas, magulladas y en carne viva por sus intentos de liberarse

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El Dios y el Mortal. Parte II  (Superman y Batman)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora