Recuerdo tus palabras en lo mas profundo de mi mente: "Siempre te querré" o "Nunca había conocido a alguien como tú". A veces en la vida, no sabes como puedes creer en ciertas cosas, ni en ciertas personas. Pero cuando el corazón dicta sentencia, el cerebro no puede hacer más que guiar a tu cuerpo para el cumplimiento de la misma. Y así fue.
Fueron unos meses maravillosos, no veía fin a la semana. No comprendía como podía pasar tan lento el tiempo entre nuestras citas. Pero, sobre todo, no era capaz de soportar una semana entera sin poder verte.
Al principio todo era "un camino de rosas": nuestro amor prevalecía ante cualquier dificultad y tus falsas promesas me hacían caer como un necio. Nunca podré olvidar esas apuestas del sol, tumbados uno encima del otro mientras te escuchaba decir lo mucho que me querías.
Poco a poco empezabas a distanciarte; lo que antes te encantaba, ahora te hacía poner el grito al cielo. Tonto de mí, me echaba la culpa por todo lo que nos pasaba. Mientras tú pensabas en otra persona, yo te hacía regalos, te invitada al cine y te hacía sentir la persona más importante del mundo. No es que fuera muy complicado: para mí, lo eras.Ahora, cuando te veo abrazada al chico por el que ni si quiera tuviste valor de dejarme, no puedo parar de pensar en lo tonto que fui. Yo te trataba como mi princesa y mientras tú, corrías a los brazos de otro príncipe.
Ni si quiera pude creerlo el día que mi mejor amigo me contó lo que pasaba. Lo tildé de mentiroso y dudé de él para darte credibilidad. Espero que algún día pueda perdonarme. Pero mi juicio se nubló, todo apuntaba que me estabas siendo infiel, todos los decían. Pero yo confiaba, ¿Cómo podría mi único amor, mi todo, hacerme esto? Esa pregunta no tenía cabida en mi cabeza.
Pero sí, fue tu nuevo amigo el que vino a "dejarme las cosas claras". No te dignaste, ni si quiera, a decírmelo de tu propia boca. Mandaste a tu abanderado a dar el mensaje que me sentenciaba a muerte. Te lo dí todo y tu ni si quiera me diste una explicación o una nueva oportunidad para que los dos hiciéramos las cosas diferentes. Supongo que no me queda más que superarte, a ti, y volver a darme el valor que merezco y que tú me arrebataste. Aún así, me he dado cuenta que lo tuyo fue la intermitencia y la melancolía, lo mio fue aceptarlo todo por que te quería. Y, para concluir, como dijo Miguel de Unamuno: "Besos que vienen riendo, luego llorando se van, y en ellos se va la vida, que nunca más volverá"