¿Sabías que a los 8 años me juzgaron por ser diferente? Bueno, a los 8, a los 9, a los 10, pero entonces yo ya me hice fuerte y dejó de importarme.
¿Sabías que me sentía culpable? En realidad todos los que pasamos por eso pensamos que somos nosotros los que debemos cambiar, porque sino nuestra pieza no encaja en su puzle.
¿Sabías que estaba creciendo, que esos insultos podían haberme roto en pedazos para siempre? Por suerte no fue así. Lo dije a tiempo. Ahora intento ayudar a los que pasan por esto. Lo hago escribiendo porque no tengo otra herramienta. Porque ellos usaron palabras para herirme y yo las uso para consolar a otros. Que cuando eres niño no sabes qué hacer y tienes miedo.
Este mundo es peligroso. Siempre hablamos de los terroristas, los asesinos a sueldo, los presidentes, pero no decimos nada de los adolescentes que provocan el suicidio de otros chicos y chicas, que por desgracia son más débiles, a lo mejor porque son minoría. Y no reciben castigos. Pero la culpa no es de ellos, es de los padres que no les educan, es de los profesores que intentan tapar el agujero para no ensuciar el nombre y el prestigio de la escuela. Qué pena que les importe más un puñetero título que la vida de una persona que está sufriendo, que está muriendo por dentro. Chicos que mandan SOS con la mirada y que no son escuchados porque según algunos es un simple juego de críos.
Ojalá esa gente que no ayuda, esa gente que impide el desarrollo de la educación, de la humanidad, no pueda dormir por las noches y sea apartada de su cargo.
