🔸IX🔸

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Los celos de la marquesa de Branwell

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Cuenta Saint-Simon que durante el segundo embarazo de Bane se sentía feliz, completamente plena de lo que tenía y un hombre que lo amaba con fervor. Pero había un pequeño problema, la marquesa Branwell, Lydia Branwell había tenido la osadía de presentarse ante él, con un vientre abultado gritando a los vientos que aquel hijo que gestaba era del rey Alexander.

Yo no apruebo estas cosas, marquesa —. Saint-Simon dice que la palabra marquesa como lo pronuncio el joven rey fue más parecido a un insulto que a llamarla algo genuino.

Son cosas del rey, señor —. Y la marquesa de Branwell se negaba a voces a darle un nombre digno al su rey. Hombre era todo el prestigio que Magnus para Lydia tenía.

Y Magnus, en vez de enojarse o botarla y llorar a mares, solo alzo la cabeza aún moviendo su mano de arriba a abajo en su vientre casi por reventar. El rey Magnus llamo a los guardias en ese instante que aparecía Alexander, yendo directamente a por su esposo ignorando por completo el echo de que Branwell con un vientre abultado y supuestamente con un hijo este allí abajo.

No apruebo este tipo de cosas, señorita Branwell —. Había dicho el rey, avanzado lentamente hacia la marquesa que ya retrocedía temerosa —. No apruebo que vengas al hogar de mi familia a manchar mi felicidad, tú y ese vientre falso.

Obviamente, la señorita Branwell trato de justificarse.

¡Basta! —. Había exclamado el rey una vez que su esposo se había retirado para evitar que su estado empeorase —. Soy tu rey, ese pobre niño que esperas no es mío y tal vez sea de algún pobre diablo. O, en el mejor de los casos, es falso.

Alexander había extendido una mano hacia el vientre de Lydia, con ayuda de los guardias logrando sacar el vientre falso a base de toallas enrolladas y algo que lo sujetaba.

Entiendo que estes celosa —. Dijo el rey, la voz controlada tirando la falsedad de Lydia al suelo de manera brusca —. Pero no vengas aquí jurando que tienes un hijo mío, cuestionar el valor de un inocente a base de tus tontos celos, a manchar mi felicidad con tonterías tuyas, y sobretodo, te ordeno que jamás de acerques a mi esposo, o sufrirás las consecuencias, señorita Branwell.

Lo último que se supo de la marquesa Lydia Branwell es que había sido prohibida a todo al regresar dos días después. Poniendo en riesgo la salud de ambos bebés, resignada a una vida simple y sin sirvientes como antes a prácticamente vivir y mendigar a medias en las calles.

Prácticamente, el rey Alexander Lightwood, ordeno que Lydia Branwell ya no sea más una marquesa. Y eso, para una mujer como ella, era la peor humillación luego de su estupidez.

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C:

—Allex—


El señor Bane: El primer amor de un Rey |Malec AU M-Preg|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora