15

1.2K 53 1
                                    


Ya ha amanecido. Incluso es algo más tarde de la hora que me suelo levantar, pero cómo "J" no me ha reclamado, me permito remolonear un rato entre las sábanas. En realidad estoy tan a gusto disfrutando de la cercanía de John... ¿John? ¡Espera! ¡Debe haberse quedado dormido! ¡Y va a llegar tarde a su sesión de rehabilitación!

En el momento en el que me giro para despertarle me encuentro con su penetrante mirada. Resulta que hace rato que se ha despertado, pero prefería contemplarme en silencio en lugar de levantarse.

-Vas a llegar tarde a rehabilitación...- murmuro.

-Hoy es sábado, preciosa- apunta John.

-¿Entonces podemos quedarnos todo el día en la cama?- le cuestiono entrelazando mis piernas con las suyas.

John no tarda en posar sus cálidos labios sobre mí piel. Sus cálidos y húmedos labios. Primero besa mí cuello con delicadeza. Después desciende hasta mí vientre dedicándome una intensa mirada. Con su último beso acaba de un plumazo con toda la ingenuidad del primero, y su gesto hace que muera de anticipación. 

Entrando en calor intento averiguar cual será su siguiente paso, adivinar que camino tomará. Tal vez decida poseerme sin ningún tipo de preliminares, cosa que me encanta, o opte por dedicarme más caricias y estimulaciones de las que mí ardiente deseo por él me permitiría resistir.

Por el momento disfruto de cómo sus grandes manos redescubren mí cuerpo. Aunque, a estas alturas, soy tan suya que hasta mí piel es consciente de que le pertenezco. Me permito pensar que somos dos mitades de un mismo todo, porque nos complementamos de tal modo, que parece que siempre fuimos uno. Jamás debimos perder el tiempo tratando de encontrar nuestra media naranja. Parece que no hay camino que pudiésemos haber seguido que no acabase guiándonos el uno hacia el otro.

John me complace sólo con su presencia. Él es parte de mí a cada instante. El peso de su cuerpo, su olor, la cadencia de su respiración... Todo ello incrementa mí impaciencia, intensifica mí necesidad. Y John lo sabe, porque me conoce a la perfección. Por eso mismo suma y sigue provocando que casi le ruegue que me penetre. 

La espera se me hace eterna, y cuando estoy a punto de recibir mí tan ansiada recompensa, nuestro hijo empieza a llorar. Y aunque "J" me reclama en el momento más inoportuno, sus lágrimas me rompen el corazón. John y yo pasamos de cero a cien en un segundo. Su sonrisa desenfadada, junto al tierno beso que deposita en la punta de mí nariz, me confirman que, a pesar de los pesares, está totalmente de acuerdo conmigo. Lo primero es lo primero.

Mas tarde, mientras desayunamos, John empapa de miel sus tortitas. Yo le observo de reojo mientras le doy la papilla de cereales a "J". Todavía, al saborear la primera cucharada, suele hacer muecas muy graciosas. No obstante, no hace demasiado que probó la comida sólida por primera vez. Y es qué últimamente necesitaba algo más que mí leche para satisfacer su apetito.

Nuestro bebé apenas consigue mantener la comida dentro de su boca. Todavía no está acostumbrado a comer con la cuchara, y acaba llenándose toda la cara de papilla. ¡Está realmente adorable!

-Mia, después...- empieza John.

-Después acabaremos lo que habíamos empezado... -le sugiero.

- Desde luego... - asegura John- Pero me preguntaba sí... si te parece bien, me gustaría que mí hermana y los niños conociesen a "J".

-Pues...- balbuceo perpleja. Y es que esa es la última propuesta que me esperaba de su parte.

-Nena, no te estoy pidiendo que me acompañes, no pretendo hacerte sentir incómoda...

-Bueno, "J" también es tú hijo, y ellos forman parte de tú familia... pero yo, sinceramente, no estoy preparada para reencontrarme con tú hermana- confieso.

-Lo entiendo, Mia. No pasa nada. Tal vez nos acompañes en otra ocasión- comenta, pero le conozco demasiado cómo para no saber leer la decepción que hay en sus ojos.

Tras ponerse en contacto con su hermana, una hora más tarde, "J" ya está listo para acompañar a John. Le he preparado una bolsa de viaje que contiene suficientes pañales cómo para una semana, un par de mudas de repuesto, dos paquetes de toallitas húmedas y biberones preparados para las siguientes tres tomas. 

Acto seguido le repito a John una y mil veces los pasos a seguir para cambiarle el pañal a nuestro babé. Y a pesar de qué le recuerdo por dónde se abrochan los corchetes del body de "J", y me aseguro de que recuerde comprobar la temperatura de la leche antes de dársela a probar a nuestro hijo, no consigo tranquilizarme. Es la primera vez que John se hace cargo del niño él solo, y temo que se pueda poner nervioso sí, por ejemplo, rompe a llorar mientras él está al volante. 

Finalmente, cómo mi preocupación es más fuerte que mí orgullo, y a pesar de que estoy segura de qué va a resultarme incómodo volver a ver a Lily, me decido por acompañarles. 

John no es capaz de disimular su satisfacción. En cambio, yo no las tengo todas conmigo. Me conozco, y aun siendo por una buena causa, y siendo John culpable a partes iguales, Lily y su hijo fueron el motivo por el que John me abandonó. Y no olvidaré fácilmente el infierno personal que me supuso su ausencia. Por todo ello no cabe esperar que ésta acabe siendo una plácida jornada familiar.

EL GUARDAESPALDAS  (segunda parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora