10

1.7K 80 15
                                    


Abro la puerta de repente dejándome guiar por mí corazón. John espera tras ella. Y, aunque está sorprendido, el gesto de su rostro me trasmite verdad y dolor a partes iguales. Sus ojos no pueden engañarme. Ambos hemos sufrido demasiado.

Me tomo un instante para contemplarle. No me había fijado en que se había recortado la barba. Tiene ojeras. La verdad es que debe de sentirse muy cansado. Apenas hace un par de días desde su operación de hombro. Lleva el brazo en cabestrillo. Aunque la camisa que viste oculta casi todo su vendaje.

John espera pacientemente a que le de permiso para adentrarse en la habitación, por lo que, con un gesto, le invito a pasar. Tras cerrar la puerta sus ojos se iluminan al observar, a lo lejos, el cochecito de "J". 

-¿Puedo verle?- me pregunta John esperanzado.

-Si - consiento.

Y en el acto se acerca sigilosamente hasta donde descansa nuestro hijo. Con mucho cuidado acerca su dedo índice a la manita de "J" y le acaricia con ternura. Y, aunque el pequeño sigue durmiendo, sonríe mientras sueña. John le devuelve la sonrisa.

-Tenemos un hijo...- afirma John cómo si repitiendo esas palabras lograra auto-convencerse.

Y es que parece que todavía no se hace a la idea. Y no me extraña. Él nunca supo que esperaba un hijo. Y no me ha visto embarazada. Debe ser algo chocante encontrarte con que eres padre de un niño de cinco meses habiéndote perdido la dulce espera, los preparativos, su nacimiento y sus primeros días de vida.

Yo jamás olvidaré la primera vez que vi a "J", el olor de su piel, el momento en que comprobé cuan pequeña se veía su manita sobre la palma de la mía...

-Se parece a ti- asegura John.

-¡No es verdad!- le rebato.

-Pero tiene tus ojos- afirma.

-Eso si-  le confirmo buscándole con la mirada.

Y al instante John se gira para dirigirse a mí, pero yo le ruego silencio. Aunque él no se da por vencido y decide avanzar hacia mí., por lo que yo doy un paso hacia atrás. John da otro hacia adelante y yo doy otro más hacia atrás. Y así trato de alejarme de él hasta que topo con la mesa que hay junto a la pared. ¡Ya no tengo escapatoria!

John se planta frente a mí escrutando mí mirada. Y yo no puedo apartar mis ojos de los suyos. Busco algo en ellos, pero no sé el qué. Observo el leve movimiento de su nuez cada vez que traga saliva. Y teniéndole tan cerca no puedo obviar su aroma. Su olor me hace sentir cómo en casa. Mis labios, mí piel y mí cuerpo no han olvidado que John es su hogar. Me estremezco al sentir el calor que desprende su cuerpo. Sube nuestra temperatura. Y es que su respiración entrecortada hace que se me pongan los pelos de punta.

John toma la iniciativa tratando de robarme un beso pero, en el momento en el que siento sus labios cerca de los míos , muerdo su labio inferior con fuerza.  Lo hago con resentimiento. Mi mordisco está lleno de reproches, de batallas perdidas. Y para cuando noto el sabor a cobre de su sangre dentro de mí boca, relajo la mandíbula. Inmediatamente después trato de cortar la hemorragia succionando sus labios. Acto seguido los libero poco a poco. John se mantiene inmóvil.

Cuando su boca se aleja de la mía siento que me abandona de nuevo. Aunque John sólo se toma la distancia suficiente para poder contemplar mí rostro. Acto seguido acaricia mis mejillas con sus pulgares. Después resigue mí perfil con la yema de su dedo. Su punto de partida es el hueco entre mis ojos, continúa su camino descendiendo por mí nariz y lo da por finalizado cuando su dedo descansa sobre mis labios. Los dibuja resiguiéndolos con una caricia y, a continuación, los besa con extrema delicadeza. Con ese simple gesto me llega al alma haciendo que mí corazón recuerde cuanto le amo. Al instante rememoro cómo me enamoré de él. No obstante, me da miedo volver a tocarle. Me aterra averiguar que sentiré. Pero necesito saber si el hombre que tengo en frente es el mismo desalmado que me abandonó o es el hombre del que me enamoré perdidamente y al que quiero con locura.

Armándome de valor pongo mí mano sobre su pecho. Su corazón late en él. Late intenso y acelerado. El mío lo imita llevando al límite mis pulsaciones. De inmediato nos miramos de nuevo a los ojos y nos volvemos a besar.

Me pongo de puntillas para sentarme en el borde de la mesa dejando un espacio entre mis piernas. John no tarda en ocuparlo. Después se adelanta y acaricia tímidamente mis muslos. Antes de cada caricia escruta mí mirada para indagar dónde esta mí límite. Necesita saber hasta dónde puede llegar.

En el momento en el que sus curtidas manos se cuelan por debajo de mí falda todo mi cuerpo se estremece. Es entonces cuando, con mucho cuidado, acaricio sus brazos en un continuo ascenso con destino a su robusto cuello. Y es que adoro su cuello, amo su musculosa espalda y todas y cada una de sus cicatrices. Más tarde me aventuro a reencontrarme con sus turgentes nalgas, que también echaba de menos... Cuando John siente mis manos sobre su trasero busca desesperadamente mí piel. Al instante me susurra la oído.

-Eres mí medicina...- asegura en un murmullo. Y es qué, tras un largo tiempo, su cuerpo a reaccionado proporcionándole una esplendorosa erección.

Notar lo excitado que está hace que me olvide de mis dudas, que deje de plantearme si estoy haciendo, o no, lo correcto. Acabo de decidir que voy a dejarme llevar por lo que siento en este instante. Voy a disfrutar del momento.

John explora mí cuerpo cómo si fuese la primera vez que lo hace. Mis caricias sobre su ropa son cautelosas, pero ansío más. Le deseo, y estoy dispuesta a demostrárselo. Sin más demora mis dedos se deslizan hábiles por los botones de su camisa abriéndolos apresuradamente. Pronto me deshago de la prenda. Anhelo reconquistar su cuerpo y, aunque su vendaje me impresiona, no consigue distraerme de mí propósito.

Mis manos ya han tomado su torso desnudo y buscan con urgencia el cierre de sus pantalones. Para facilitarle la tarea yo misma me quito la ropa. Estoy preparada para recibirle, muy preparada. Y es que llevaba tanto tiempo sin sexo que estoy impaciente por que me penetre.

John besa mí cuello devorando mí piel. Su boca caliente sensibiliza todos mis poros. Exudo deseo, deseo por él. Acto seguido rodeo posesivamente su cintura con mis piernas. Con ello le incito a poseerme. Su pene conoce de sobras el camino hacia mí interior, pero John, aunque lo intenta, apenas puede sostenerme usando tan sólo un brazo. Nuestro momento debe posponerse tan sólo un instante. Un instante que se me hace eterno.

 A continuación me tiendo sobre la cama. John me sigue muy de cerca. Soy incapaz de calmar mí sobresaltado pecho. Muero por que me posea, por sentir su plenitud otra vez. Y tiro de él subiendo mis piernas a su espalda, buscándole. John está igual de excitado que yo, pero sin embargo se entretiene lamiendo mis pezones.  Y yo muero por sus labios, por su lengua. Juro que podría alcanzar el orgasmo en este mismo instante, porque puedo asegurara que su boca tiene muy buena memoria.

-John...- le suplico. Y él sabe a lo que me refiero. Sabe perfectamente lo que necesito.

 John me toma en el acto. Su plenitud se desliza por mí interior cómo un guante de seda. Tan sólo acogiédole estoy a punto de llegar al éxtasis. Pero ansío más. Necesito toda su fuerza, toda su grandeza. John me completa, me complace, me asedia sin control. Y aunque trato de contener mis gemidos me resulta imposible. Él sabe cómo llevarme al límite con cada empellón. Mi cuerpo es completamente suyo. Me penetra una y otra vez. Sus jadeos de placer también son los míos. Y aunque desearía besarle, apenas soy capaz de ir en busca de sus labios. En cambio él me regala besos cargados de una pasión desmedida. Y yo me entrego en cuerpo y alma.

Nuestros cuerpos danzan sudorosos y encendidos. Las llamas arden en mí  interior. Pero ni John ni yo queremos precipitarnos, pretendemos alargar este momento transformándolo en eterno. Y, a sabiendas de que el placer máximo nos acecha, tratamos de seguir en el camino tan sólo un instante más. Nos debemos demasiados besos, demasiadas caricias, incontables noches de pasión.

Y ya en un punto sin retorno nos liberamos al unísono. Complaciéndonos. Vaciándonos. Compartiendo el más exquisito de los orgasmos.

EL GUARDAESPALDAS  (segunda parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora