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I. -Queda por ver -dije- el hombre tiránico en sí mismo, cómo surge por la transformación del democrático, cuál es, una vez que nace, y de qué modo vive, si desgraciado o feliz.

-En efecto, eso es lo que nos queda por examinar -re­plicó.

-¿Y sabes -dije- lo que aún echo de menos?

-¿Qué?

b

-En lo relativo a los deseos

creo que no hemos anali­zado bien cuántos y de qué clase son; y, habiendo falta en esto, va a adolecer de oscuridad la investigación que nos proponemos.

-¿Y no estamos aún -preguntó- en ocasión de pro­veer a ello?

c

-Sí por cierto; y atiende a lo que en esos deseos quiero percibir, que es esto: me parece que de los placeres y de­ seos no necesarios una parte son contra ley

y es proba­ble que se produzcan en todos los humanos; pero, repri­midos por las leyes y los deseos mejores con ayuda de la razón, en algunos de los hombres desaparecen totalmen­te o quedan sólo en poco número y sin fuerza, pero en otros, por el contrario, se mantienen más fuertes y en mayor cantidad.

-¡Y qué deseos -preguntó- son esos de que hablas?

d

-Los que surgen en el sueño -respondí-, cuando duerme la parte del alma razonable, tranquila y buena rectora de lo demás y salta lo feroz y salvaje de ella, ahíto de manjares o de vino, y, expulsando al sueño, trata de abrirse camino y saciar sus propios instintos

.Bien sabes que en tal estado se atreve a todo, como liberado y desa­tado de toda vergüenza y sensatez, y no se retrae en su imaginación del intento de cohabitar con su propia ma­dre o con cualquier otro ser, humano, divino o bestial, de mancharse en sangre de quien sea, de comer sin reparó el alimento que sea

;

en una palabra, no hay disparate ni ig­nominia que se deje atrás.

-Verdad pura es lo que dices -observó.

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e

-Pero, por otra parte, a mi ver, cuando uno se halla en estado de salud y templanza respecto de sí mismo y se entrega al sueño después de haber despertado su pro­pia razón y haberla dejado nutrida de hermosas pala­bras y conceptos; cuando ha reflexionado sobre sí mis­mo y no ha dejado su parte concupiscible ni en necesi­dad ni en hartura, a fin de que repose y no perturbe a la otra parte mejor con su alegría o con su disgusto, sino que la permita observar en su propio ser y pureza e in­tentar darse cuenta de algo que no sabe, ya sea esto de las cosas pasadas, ya de las presentes, ya de las futuras; cuando amansa del mismo modo su parte irascible y no duerme con el ánimo excitado por la cólera contra na­die, sino que, apaciguando estos dos elementos, pone en movimiento el tercero, en que nace el buen juicio, y así se duerme, bien sabes que es en este estado cuando me­jor alcanza la verdad y menos aparecen las nefandas vi­siones de los sueños

.

b

-Eso es enteramente lo que yo también creo -dijo.

-Pero nos hemos dejado arrastrar demasiado lejos; lo que queríamos reconocer era esto: que hay en todo hom­bre, aun en aquellos de nosotros que parecen mesurados, una especie de deseo temible, salvaje y contra ley, y que ello se hace evidente en los sueños. Mira, pues, si te pare­ce que vale algo lo que digo y si estás conforme.

La República-Platón ("Derecho Romano")Donde viven las historias. Descúbrelo ahora