VIII

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543a

I. -Muy bien. Hemos convenido, ¡oh, Glaucón!, en lo si­guiente. En la ciudad que aspire al más excelente sistema de gobierno deben ser comunes las mujeres, comunes los hijos y la educación entera e igualmente comunes las ocupaciones de la paz y la guerra; y serán reyes

los que, tanto en la filosofía como en lo tocante a la milicia, resul­ten ser los mejores de entre ellos.

b

-Convenido -dijo.

-También reconocimos

esta otra cosa: que, una vez hayan sido designados los gobernantes, se llevarán a los guerreros para asentarles en viviendas como las antes descritas, que no tengan nada exclusivo para nadie, sino sean comunes para todos. Y además de estas viviendas dejamos arreglada, silo recuerdas, la cuestión de qué cla­se de bienes poseerán.

-Sí que me acuerdo -dijo- de que consideramos nece­sario que nadie poseyera nada de lo que poseen ahora los otros

, sino, en su calidad de atletas de guerra

y

guar­dianes, recibirían anualmente de los demás, como salario por su guarda, la alimentación necesaria para ello

es­tando, en cambio, obligados a cuidarse tanto de sí mis­mos como del resto de la ciudad

.

c

-Dices bien -respondí-. Pero, ¡ea!, ya que hemos ter­minado con esto, acordémonos de dónde estábamos cuando nos desviamos hacia acá para que podamos se­guir de nuevo por el mismo camino.

b

544a

d

-No es difícil -dijo-. En efecto, empleabas

, como si ya hubieses expuesto todo lo referente a la ciudad, poco más o menos los mismos términos que ahora

, dicien­do que considerabas como buenos a la ciudad tal como la que entonces habías descrito y al hombre semejante a ella, y eso que, según parece, podías hablar de otra ciu­dad y otro hombre todavía más hermosos. En todo caso, decías que, si ésta era buena, las demás habían de ser por fuerza deficientes. Y, en cuanto a las restantes formas de gobierno, afirmabas

, según recuerdo, que existían cuatro especies de ellas y que valía la pena que las tomáramos en cuenta y contempláramos en sus defectos, así como a los hombres semejantes a cada una de ellas, para que, habiendo visto a todos éstos y conve­nido en cuál es el mejor y cuál el peor de ellos, investigá­ramos si el mejor es el más feliz y el peor el más desgra­ciado o si es otra cosa lo que ocurre

.

Y, cuando te

preguntaba yo

que cuáles son esos cuatro gobiernos de que hablabas, en esto te interrumpieron Polemarco y Adimanto y entonces tomaste tú la palabra en una di­gresión que te ha llevado hasta aquí.

-Me lo has recordado -dije- con gran exactitud.

-Pues ahora permite, como si fueras un luchador, que te vuelva a coger en la misma presa y, cuando yo te pre­gunte lo mismo, intenta decir lo que antes ibas a contes­tar

.

c

-Si puedo -dije.

-Pues bien -dijo-, por mi parte estoy deseando oír cuáles son los cuatro gobiernos de que hablabas.

La República-Platón ("Derecho Romano")Donde viven las historias. Descúbrelo ahora