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I. -Y por cierto -dije- que tengo en la mente muchas otras razones para suponer que la ciudad que fundábamos es la mejor que pueda darse; pero lo afirmo sobre todo cuando pongo mi atención en lo que toca a la poesía
.
-¿Yqué es ello? -preguntó.
b
-Que no hemos de admitir en ningún modo poesía alguna que sea imitativa; y ahora paréceme a mí que se me muestra esto mayormente y con más claridad, una vez analizada la diversidad de las especies del alma.
-¿Cómo lo entiendes?
-Para hablar ante vosotros -porque no creo que vayáis a delatarme a los autores trágicos y los demás poetas imitativos-, todas esas obras parecen causar estragos en la mente de cuantos las oyen si no tienen como contraveneno el conocimiento de su verdadera índole.
-¿Y qué es lo que piensas -dijo- para hablar así?
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-Habrá que decirlo -contesté-; aunque un cierto cariño
y
reverencia que desde niño siento por Homero me embaraza en lo que voy a decir, porque, a no dudarlo, él ha sido el primer maestro
y
guía de todos esos pulidos poetas trágicos. Pero ningún hombre ha de ser honrado por encima de la verdad y, por lo tanto, he de decir lo que pienso
.
-Muy de cierto -dijo.
-Escucha, pues, o más bien respóndeme.
-Pregunta tú.
-¿Podrás decirme lo que es en conjunto la imitación? Porque yo mismo no comprendo bien lo que esta palabra quiere significar.
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-¡Pues si que, en ese caso, voy a comprenderlo yo! -exclamó.
-No sería extraño -observé-, porque los que tienen poca vista ven muchas cosas antes que los que ven bien.
-Así es -replicó-, pero, estando tú presente, no sería yo capaz ni de intentar decir lo que se me muestra; tú verás, por lo tanto.
-¿Quieres, pues, que empecemos a examinarlo partiendo del método acostumbrado? Nuestra costumbre era, en efecto, la de poner una idea para cada multitud de cosas a las que damos un mismo nombre. ¿O no lo entiendes?
-Sí, lo entiendo.
b
-Pongamos, pues, la que quieras de esas multitudes. Valga de ejemplo si te parece: hay una multitud de camas y una multitud de mesas
.
-¿Cómo no?
-Pero las ideas relativas a esos muebles son dos, una idea de cama y otra idea de mesa.
-Sí.
-¿Y no solíamos decir que los artesanos de cada uno de esos muebles, al fabricar el uno las camas y el otros las mesas de que nosotros nos servimos, e igualmente las otras cosas, los hacen mirando a su idea? Por lo tanto, no hay ninguno entre los artesanos que fabrique la idea misma, porque ¿cómo habría de fabricarla?
-De ningún modo.
-Mira ahora qué nombre das a este otro artesano.
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