Capítulo 1.
Esperanzas perdidas.
El incesante zumbido del timbre resonaba por las viejas paredes del aula mientras los pocos estudiantes que quedaban despiertos corrían hacia la salida. Faltaban exactamente 4 días para las vacaciones de verano y todo el mundo parecían zombies resucitados de sus tumbas para matar a todo profesor viviente. Me podría imaginar la gracia de la señorita Graisson en estos momentos, que cogió la baja por maternidad hacia tan solo dos días con unos 30 alumnos pendientes de su examen de recuperación, yo por suerte no incluida.
Mientras paseaba por la magnitud me fijaba en las rayitas del suelo, ¡Vaya! , ¿Tantos años y era la primera vez que me fijaba en la cantidad de picas de lápices que había tirados en los bordes de los azulejos?
Abrí mi taquilla con resignación y cogí mis zapatillas mientras volvía a colocar en su sitio el póster que cada vez que abría la taquilla se desplomaba, observé a lo lejos como un grupo de unas cuatro chicas que se carcajeaban me miraban con aire de superioridad. ¿Y estas qué quieren?
Cerré la taquilla con un portazo y bajé las escaleras para poder empezar con la clase de gimnasia. En esta ocasión, tuvimos que hacer un hueco en nuestro pequeño gimnasio y compartir aula con los de la clase de en frente. Todos éramos de la misma edad y cursábamos lo mismo, pero por causas de espacio nos mantenían muy separados y rara vez estudiábamos juntos. La verdad no conocía a casi nadie pero muchas de las caras que veía me mantenían cierta familiaridad.
Como siempre yo me juntaba con Dianna, una pequeña pelirroja que cumplía el papel de mi mejor amiga. Aunque su pequeña estatura daba la impresión de parecer de menos edad, sus grandes ojos miel siempre contorneados por un lápiz de ojos negro y su llamativo pelo hacían que su estatura pasara a un segundo plano. Luego de unos estiramientos, el profesor cansado de que pasáramos de él, decidió hacer una clase libre en la que toda la clase practicaría el mismo deporte.
Fútbol.
Obvio.
Tras un largo debate en el que las chicas implorábamos por otro deporte al profesor, la diferencia de chicos con chicas se hizo notar y al final, fútbol fue el deporte elegido.
Yo no tenía nada contra ese deporte ¡Ni mucho menos! Posiblemente conociera a más jugadores que cualquiera de esos chicos, pero no pensaba ser diana de balones y menos pasar entre la brutalidad y la batalla que tenían los chicos con este juego.
Después de colocarnos unas estúpidas chaquetillas fluorescentes, cuyo color era verde en mi equipo y naranja en el otro, empezó el esperado y a la vez odiado partido.
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En solo dos segundos.
Fiksi RemajaLunes. Sí. Hoy era lunes. Normalmente un 99% de la población te podría afirmar que los lunes son los peores días de la semana , y digo un 99 por la cantidad de caras largas y aburridas que puedo apreciar desde la ventana de mi clase de biología a l...