No al plagio
Capítulo cinco: Olvidaba lo que era
Había pasado un mes desde que entramos a clases; todo iba con absoluta normalidad y no me preocupaba tanto por tener cuidado en ocultar lo que era, ya que se había acabado el periodo de cambio en mi cuerpo. Sin embargo, ese maldito día tuvo que ser diferente. Desde ese día caí en cuenta de que toda mi tranquilidad se había ido al traste.
—Creo que a nuestro querido Draco le hace falta una buena follada —se dejó oír la voz de Blaise en el pasillo.
Estábamos esperando en las mazmorras a que diera la hora de pociones, habíamos tenido una hora libre gracias a que la subdirectora había tenido una reunión urgente con Dumbledore. Cabe decir que la hora se me hizo eterna, los cabeza hueca de Ravenclaw compartían la clase con nosotros este año. Era demasiado aburrido no poder burlarse de los leoncitos mientras teníamos el favor de Snape con nosotros.
Por otro lado, lo gatitos tenían dos horas de clase con los tejones en herbología. ¿Cómo lo sabía? Me estaba tomando muy en serio la venganza contra Ginny y la tenía muy vigilada, por esa razón me la pasaba en mis pensamientos la mayoría del tiempo o con gestos despreciativos a todo el que osara mirarme. Y, conociendo la hiperactividad de Blaise, sabía que estuvo mordiéndose la lengua por varios días antes de soltar la primera pulla. Todo un milagro.
—No te le estarás ofreciendo, ¿verdad, Blaise? —dijo con calma Pansy—. Porque tengo muy en claro que Draco no tiene esos gustos tan exóticos.
—Eres el demonio en persona, mujer. ¡No me dejas decir nada!
Y así comenzaron a pelearse. No tuve tiempo de ignorar al mundo cuando ya tenía a Theodore sobre mí, pero su mirada seria me dijo que era peor de lo que pensaba.
—Te vi, ¿sabes? —Levanté una ceja interrogante—. En las dos ocasiones en las que trataste de librarte de mí te vi en situaciones muy comprometedoras. Debes tener cuidado, sé que con la guerra ganada no se vería tan mal meterse con ciertas personas de la casa de Gryffindor, pero estamos en una jungla, Draco, donde hay basiliscos, perros gigantes y un sinfín de bestias dispuestas a devorarte al primer error que muestres. Y lo que nunca debes olvidar es que hay mortífagos que están esperando la oportunidad de arrancarte la cabeza, que están dispuestos a jugar sucios utilizando a niños para su cometido: desaparecerte del mapa.
—Metete en tus asuntos, Nott —rebatí sintiendo mis manos temblar de cólera.
—Lastimosamente para ti, Draco, tus asuntos son los míos. ¿O se te olvida que también buscan mi cabeza?
Sabía bien que Theodore era un hueso difícil de roer y debía reconocer que por eso era mi mejor amigo. El único. Pero en esos momentos estaba tan agitado que todo me lo tomaba como una amenaza.
—Cierra la boca, idiota… —empecé, pero fui interrumpido por la voz filosa de Snape desde la puerta.
—Vaya, parece ser que la estupidez humana se contagia. Aunque nunca pensé que alguien como usted, Malfoy, fuera víctima de ello. —Desvié la mirada de Theodore para posarla con desafío sobre el profesor; si seguía hablando le arrancaría las cuerdas vocales—. Pasen de una vez, señores. Su insolencia será perdonada por esta ocasión, Malfoy, Nott.
Se hizo a un lado y nos dispusimos a pasar. Fui el último en hacerlo y antes de entrar sentí la mano de Snape en mi hombro:
—¿Qué te sucede? Por un segundo tus ojos cambiaron de color, debes tener mucho cuidado con tus emociones —musitó cuidando de no ser escuchado—. Siéntate junto a Nott en la mesa del fondo —ordenó disimulando sus palabras anteriores.
*elfos*lindos*
Entré con buen humor al invernadero y me sorprendí muchísimo al ver la planta que íbamos a tratar: tentácula venenosa. Ya tenía conocimiento de ella, pero nunca había visto una de cerca. Llamaba mucho mi atención que la longitud que podía adquirir esta planta tan diminuta: medía unos treinta centímetros y sus hojas son como pequeños tentáculos, era hermosa, pero aterradora cuando te dabas cuenta que en esas adorables hojas habían solapas rodeadas de filosos dientes en forma de espinas. Según la profesora Sprout, teníamos que afilarle dichas espinas para que pudieran crecer fuertes y sanas —en seguida vino a mi mente que era como cuando agarrabas un hilo dental y quitabas todos los residuos de comida entre tus dientes—. Una risilla se escapó de mis labios.
*elfitos*lindos*
Snape explicaba a la clase las propiedades benéficas de la poción que se estaba elaborando cuando de pronto todo quedó en elipsis y mi cuerpo como una estatua: el tiempo se había detenido, aunque solo para mí. Porque Theodore se dio cuenta de lo que estaba pasando con mi cuerpo —el cual se encontraba con las manos recargadas en la mesa, una de ellas aplastaba el cuchillo con fuerza, y mi cabeza estaba inclinada hacia debajo de tal forma que mis cabellos tapaban mis ojos—, e hizo una señal al profesor para que pudiera ayudarlo.
—¿Qué pasa, señor Nott? ¿Por qué interrumpe mi cla…? —Snape maldijo entre dientes antes de dictaminar que todos abandonaran el aula en ese mismo instante. Ni siquiera tuvo que repetirlo dos veces—. Esto solo puede significar que tu compañera está más cerca de lo pensado, Draco —dijo tomándose la libertad de tutearme al quedar solo los tres.
Del otro lado de la escuela se encontraba la causante de dicho ataque en mí: Hermione Granger había lastimado uno de sus dedos con los dientes de la tentácula que estaba afilando. Su herida no era grave, era muy superficial, pero su sangre había sido derramada. Una sola gota bastaba para que la bestia que habitaba en mí se alterara pidiendo venganza. Dicha gota cayó en la tierra de la maceta en la que estaba trabajando. Y cuando hizo contacto con la tierra mi respiración se empezó a agitar, tuve que cerrar los ojos y cerrar las manos en puños para poder retener los instintos asesinos que me acechaban. Era innegable que mis ojos habían vuelto a cambiar cuando levanté la mirada posándola con furia salvaje sobre Theodore; el muy imprudente estaba tocando mi antebrazo, justo en la marca de mortífago, un rugido nació de mi garganta antes de tirar un zarpazo contra él. Pero Snape intervino noqueándome con un hechizo y no supe más de mí.
—Está de más decirle, Nott, que cualquier palabra que se atreva a decir sobre lo que acaba de ocurrir en este salón, por mínima mención que sea —empezó diciendo con voz suave y amenazadora, Snape—: me encargaré de coserle la boca al más puro estilo muggle y le sacaré los ojos para dárselo a comer a los thestrals. ¿Quedó claro?
Theo asintió con vehemencia ante tan explícita amenaza.
*elfos*lindos*
Había sido una sensación tan espantosa que pensé que el peligro venía de la tentácula venenosa, pero cuando percibí detrás de mí la respiración jadeante sobre mi cuello el alma se me fue a los pies.
Me paralicé al sentir ese roce del aliento en mi piel que me provocaba un miedo tremendo, sin embargo, también creaba una curiosidad enorme en mi ser: ¿qué rayos estaba pasando? ¿Acaso nadie veía a la persona que estaba atrás de mí? No quería voltear para comprobar qué era, mucho menos para darme cuenta de que no era nadie.
No. No era posible que todo fuera producto de mi mente. Estaba completamente segura de que no se trataba de una paranoia infundada en la traumática guerra vivida, de que no eran imaginaciones mías: mi sexto sentido me decía que mi martirio apenas comenzaba.
Y odiaba tener la razón en todo en estas circunstancias.
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Puros de Corazón
Fantasia«¿Quien dijo que era fácil ser un Malfoy cuando ni tú mismo sabes los secretos de tu familia?» Después de que Dumbledore derrotara a Voldemort en el ministerio, Lucius y Narcissa ya no son capaces de seguir ocultándole a Draco su verdadero origen. Y...