IV - Amigos y Pipo

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Una semana después

El día esta aburrido, demasiado.
Estaba sentado en el sillón, escuchando música con los auriculares cuando me llega un mensaje de mi mamá.
-Anda a bañarte.
Pongo los ojos en blanco, ella esta en la cocina, pero sabe muy bien que si estoy con los auriculares no le presto atención a nada.
Le pongo pausa a la canción, me saco los auriculares y subo las escaleras de dos en dos. Creo que siempre voy a tener el presentimiento de que algún día, cuando suba estas escaleras, la casa se va a venir abajo.
Llego a mi cuarto y dejo el celular sobre la mesa de luz y comienzo a buscar ropa, en un rato vendrían los chicos y según su mamá, debía estar "presentable"
Miro mi cuarto y me siento orgulloso de lo ordenado que está, pero algo me llama la atención. El caballito de madera no está donde lo había dejado. Comienzo a buscarlo rápidamente y finalmente lo encuentro bajo mi cama, meciéndose lentamente. Hacia adelante y hacia atrás.
Consideré como una opción que se haya caído del marco de la ventana, pero no lo creí posible, la ventana y mi cama estaban separadas por dos metros como mínimo, intenté no darle importancia.
Suspire, tome la ropa y me dirigí al baño.
El agua caliente que caía sobre mi cuerpo me relajaba muchísimo, sentía que todos los nervios y la tensión acumulada durante la semana, caían por mi espalda con cada gota de agua. De repente, frío.
Sentía frío, demasiado. Aunque el agua salía caliente, yo estaba frío, el vapor salía por cada rincón de mi cuerpo, y sin embargo, yo no sentía ese calor.
Era extraño.
Me enjuague la cabeza y cerré la canilla, para salir de la ducha. Me seque rápidamente y me vestí solamente poniéndome un pantalón corto.
Estaba todo en completo silencio. Ningún ruido arruinaba este momento, solamente el sonido de algo meciéndose lentamente se escuchaba de fondo.
El caballo.
Lo busqué sin suerte, el sonido del vaivén se escuchaba, aunque apenas era audible. Podía oírlo debido a la paz que reinaba en mi casa, pero de lo contrario, no.
Suena el timbre.
-¡Ya va!
¿Tan rápido habían venido los chicos? Creí que llegarían mas tarde, pero bueno.
Me puse las zapatillas y una remera y baje las escaleras a la velocidad de la luz, sin prestarle atención al caballo de madera, que estaba sobre la mesa.
Cuando abro la puerta me encuentro con mi madre, que estaba cargando una caja grande, llena de agujeros.
-Oh -dije decepcionado.
-¿Que pasa? ¿No te alegras de ver a tu madre?
-Te veo todo los días -respondo en broma, a lo que ella reacciona dándome un empujón-. Creí que eran los chicos, nada más.
-Oh, que raro, porque tus amigos están afuera.
-¿Qué?
En un abrir y cerrar de ojos, ya estaba afuera, buscando con la mirada a mis amigos, pero no los encontré.
-¡Mamá! Sos una mentirosa -digo suspirando.
-¡No soy una mentirosa, es que los chicos quieren que los busques! -me grita desde la cocina.
Suspire, seguro fue idea de Tom, o Mica.
Inmaduros.
Salí a buscarlos, aunque no tenía ganas.
-¡Salgan y vengan a saludarme! -grité.
Primero salió Mily, de atrás de un auto, luego Axel, que estaba escondido tras un árbol en la vereda de enfrente.
La siguiente fue Mica, que no vi donde estaba escondida, y el ultimo fue Tomás, que salio de abajo de un auto.
-¿Me van a abrazar o no? -pregunto abriendo los brazos.
-Nop -me responde Mica con una sonrisa-, con un saludo normal esta bien.
Intenté no mostrarme desilusionado, aunque no logré conseguirlo.
-¡Mentira! -gritó saltandome encima, al igual que todos los demás.
Tenía a los cuatro sobre mí, abrazandome, haciéndome cosquillas y alguno que me tiraba del pelo.
  -Los extrañaba -dije con lágrimas en los ojos.
-Nosotros a vos -respondió Axel.
-¿Tu mamá te dio el regalo que te trajimos? -me pregunto Mily.
-Uno de los regalos -la corrigió Tom sonriendo.
-¡Callate imbécil¡ -le grito Micaela.
Esta chica tiene mucho temperamento, aunque creo que se quiere hacer la mala y no le sale por su voz de pito.
-Vayamos adentro, tengo que hablarles de algo -digo pensando en el caballo de madera.
Entraron a la casa en fila india y yo los seguí a lo último. Cuando estaba por cerrar la puerta, no pude evitar mirar hacia afuera, me sentía observado.
No había viento, pero vi algunas hojas que habían caído de los arboles moverse.
Como si alguien hubiese caminado sobre ellas.
Cerré la puerta.
-¡Mamá! -grite por novena vez en el día- ¿Que regalo me trajeron los chicos?
-Esta ahí, junto al sillón
Miré la caja otra vez, debía tener fácil, 40 agujeros. Me daba curiosidad saber que era lo que había dentro.
-¿Que hay adentro? -pregunté.
-Un perrito -dijo Axel sonriendo.
-Un Gecko -me respondió Mica.
-Algo -dijo Mily acercándose a su amiga.
-El amor de ella -dijo Tom.
Todos lo miramos.
-Eso si que fue sad -dije riendo-. Vamos a ver que hay acá dentro de una vez -dije agachandome junto a la caja.
Respiré hondo y la abrí.
Axel tenía razón, era un cachorro.
-¿De donde lo sacaron? -pregunte alzando al perrito.
-Mercado negro -respondió Tomás.
Puse los ojos en blanco y me reí.
-Lo compramos, bobo -me dijo Mica-. Pusimos plata entre todos y lo compramos, obviamente nuestros padres nos ayudaron un poquito con la plata, pero la mayoría fue puesta por nosotros.
Miré al cachorro a los ojos, era hermoso.
Mily me miró y hablo.
-Pensábamos que ibas a sentirte solo por un tiempo, con nosotros lejos, además, ya empiezan las vacaciones de verano, sabemos que no sos bueno haciendo amigos, y entonces pensamos, ¿que mejor regalo que un perro? -me miró y luego miró a los demás- fue algo que pensamos entre todos.
-Igual no creas que es el único regalo, faltan un día para tu cumpleaños todavía -acota Tom.
-¡Nene! -le grita Micaela y le pega para que se calle- No sabes cerrar la boca eh.
No podía parar de sonreír, tengo a los mejores amigos de todo el mundo.
-¿Vamos a mi pieza? -digo yendo para la escalera.
Mis amigos se miran entre ellos y asienten.
Cuando llegamos al cuarto, me tiro en la cama y apoyo al perro sobre mi estómago.
-Que linda pieza -acota Mily.
-Hermosa, ¿Viste?
Ella pone los ojos en blanco y abraza a Mica, son mejores amigas. En realidad, acá, todos somos mejores amigos de todos, al menos, así lo veo yo.
-¿Que tenías que contarnos? -me pregunta Tomás.
-¿Eh? -había olvidado por completo el caballo- Nada, supongo, me olvidé -dije quitándole importancia al tema.
Cruzo miradas con Axel y nos quedamos mirando fijamente. Siempre hacemos lo mismo, el que parpadea primero pierde.
Nunca me había fijado, pero esta vez, noto en sus ojos grises una pizca de calor, una pizca de vida. Ver como el negro de la pupila contrastaba con el hermoso color gris me gustaba.
Esos ojos eran puertas, ¿A donde? No lo sabía, pero seguramente, a un lugar maravilloso.
No soporte mas y parpadee.
-Che Gabi -me llamó Axel.
-¿Que?
-¿Que nombre le vas a poner al perro? -dijo mirando al animal que tenia ahora en mi regazo.
-Hmm...
Tuve que meditar un rato, no se me ocurría nada bueno. Scott no me gustaba porque era muy usado, Rocco era muy rudo para un perrito tan lindo.
No quería que fuese un nombre rudo pero tampoco un nombre muy femenino.
De repente se me ocurrió una buenisima idea.
-pipo -dije sonriendo.

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