Yuna -Parte 2

328 39 3
                                    


El pelinegro se quedó en trance, siempre había creído que era invisible, que las demás personas no les importaba su presencia, pero aquello lo tomo por sorpresa, pues él sabía exactamente lo que acababa de pasar, pero no podía creerlo, solo deseaba no volverse a topar con aquel sujeto.

Cuando la farmacéutica le entrego lo que había pedido le entrego el dinero y de inmediato salió de ahí corriendo a su hogar.

Entro rápido y cerro detrás de él, suspiro de alivio tratando de recuperar el aliento. No es que lo hayan amenazado o apuntando con un arma, pero Yuna sentía que eso y lo que le había pasado no se diferenciaban mucho; camino en dirección a su habitación cuando fue llamado con un grito.

—¡¡Yunaaa¡¡— grito la madre quien ahora se encontraba en la cocina.

—¿Si?— pregunto Yuna que se quedo parado al inicio de las escaleras.

—¿trajiste lo que te pedí?— pregunto con un tono malhumorado la mujer.

—Si— dijo.

—Y qué esperas para dármelo que eso no va a venir solo— la mujer se estaba impacientando, pues su dolor de cabeza la estaba matando.

El pelinegro suspiro y fue a la cocina a entregarle la bolsa —Aquí esta—

—Al fin— le arrebato la bolsa.

—¿Por qué tanto grito?— entro el padre el cual recién despertaba de su sienta.

—Ya sabes cómo es Yuna, que a veces no quiere hacer caso— dijo la madre antes de tragarse las pastillas.

Yuna sabía cuál era la verdad, pero aun que se los tratara de explicar a ambos ellos no lo querían escuchar, así que siempre aceptaba todos los injustos castigos—Yuna, no seas insolente, respeta a tu madre—

—Lo siento— hablo con voz baja.

Su padre lo miro detenidamente y llevo su mano derecha al cabello de su hijo —Cuanto a crecido tu cabello, es tan largo que bien podrías parecer una niña—

—Por favor Yuna si nos sales con tus tonterías esas de sentirte mujer no sé qué vamos a hacer— dijo su madre con una mueca de disgusto.

—No, nada de eso, solo no he tenido tiempo de córtalo— llevo una mano a su cabello para acariciarlo.

—Bueno yo ya te dije—con eso ella salió a la cocina con una botella de vino en mano y su padre detrás de ella.

El Azabache subió a su habitación y rompió a llorar hasta quedarse dormido, no sin antes desear que su abuela regresara.

A la mañana siguiente Yuna se levantó temprano y se preparó para ir a trabajar, bajo acomodando su uniforme, al bajar encontró a sus padres más que dormidos en el sofá. Entro a la cocina, abrió la nevera y no se sorprendió al ver que no había comida, suspiro, cerro la el refrigerador y salió de su casa con el estómago vacío.

Él trabajaba en mesero en una cafetería a 10 cuadras de su casa, por lo que tenía que levantarse muy temprano para llegar puntual, no podía darse el lujo de ir en trasporte, pues hacia lo imposible para poder ahorrar hasta el último centavo.

Llego a su trabajo cansado y tratando de regular su respiración.

—Yuna llegaste— saludo una joven de cabellos rojizos y ojos miel.

—Si... Siempre llego— le sonrió.

—Si tonto, sé que siempre llegas— se acerco a el y le ayudo acomodándole el uniforme —a lo que me refiero es que siempre puntual, sabes que Kimura te da la oportunidad de llegar un poco tarde—

MaidDonde viven las historias. Descúbrelo ahora