Yuna - Parte 1

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En un pequeño pueblo de Yokohama vivía una familia algo pobre, Vivian en una colonia bastante conocida, y no por su bella hospitalidad, más bien todo lo contrario, se conocía por las muchas pandillas que controlaban el lugar. Regresando al tema, la familia estaba conformada por 4 personas, una madre, un padre, un hijo y una abuela; El padre trabajaba como velador de un muy pequeño centro comercial, la madre de costurera del vecindario y el hijo, solo se dedicaba a estudiar, por órdenes de la abuela.

La madre quería que el niño la ayudara a ella o a su padre, pero la mujer mayor se lo negó, por el bien del menor, a lo cual ambos aceptaron. Se podría decir que el ancla de la familia era la abuela, una mujer muy buena y humilde, querida por el pequeño de nombre Yuna.

La historia de sus padres es muy simple, un noviazgo que termino en un matrimonio debido a la falta de protección a la hora del acto sexual; y a pesar del embarazo a temprana edad la madre se sentía feliz, por alguna razón. Ambos padres esperaban con emoción una niña, a la cual iban a nombrar Yuna, pero vaya sorpresa se llevaron cuando el doctor les dijo que no se trataba de una niña, sino de un baroncito, fue una gran desilusión, pero el nombre se le quedo.

Aun así ambos quisieron al niño, todo parecía marchar bien, los años pasaron y Yuna estaba iniciando la preparatoria cuando una tragedia sacudió su vida. Su abuela había muerto.

Desde ese día, todo fue cuesta bajo, sin nadie quien pudiera guiar a la inexperta pareja, estos se fueron descarrilando, el marido salía de fiesta con su mujer y el joven empezó a ocuparse de la casa. Aquello le afecto bastante pues tenía mucho que hacer, el mantener un buen promedio en la escuela, no descuidar la casa, cuidar de sus padres cuando llegaran de sus salidas e incluso buscando un trabajo, pues el salario de sus padres ya no cubría los gastos del hogar. Lo peor, es que ese joven se quebró.

Abandono la escuela, su futuro, para estar en casa, limpiando y trabajando, y en vez de que las cosas fueran para un buen camino, todo parecía empeorar. En una de las salidas de sus padres estos descubrieron una de las cosas que acabaría con sus vidas. Las drogas.

Poco a poco la fueron necesitando más y más, y ahora el dinero se terminaba yendo para otro lado. Y desgraciadamente para Yuna, lo peor, apenas comenzaba.

—¡¡Yunaaaaa— grito la mujer ebria que yacía recostada en el sofá junto a su marido el cual estaba dormido.

—Si— se acercó el joven.

—Podrías traerme unas aspirinas y un poco de agua— dijo cubriendo sus ojos.

—Ya no tenemos, se terminaron ayer— dijo mirando a su madre.

—Pues ve y compra más—

—¿Con que? No tenemos dinero—

—Claro que sí, no creas que no sé qué tienes dinero— Yuna se sorprendió ante el comentario de su madre.

—Ese dinero es para la casa— declaro.

—Bueno, yo soy tu madre y esta es mi maldita casa, así que sal y tráeme lo que te pedí—el azabache suspiro, tomo su único abrigo que tenía y salió de la descuidada casa.

Camino en silencio a la farmacia, con las manos en sus bolsillos, era como un fantasma deambulando por las calles, sin llamar la atención de nada ni nadie, ni siquiera la gente lo volteaba a ver.

Al llegar entro en la farmacia y sin muchos ánimos se acercó con la trabajadora.

—Buenas noches, me puede dar una caja de aspirinas por favor— pidió apagado el joven.

—Si— respondió y esta comenzó a buscar en su inventario.

El timbre de la entrada sonó anunciando la llegada de un cliente, en este caso 4 hombres quienes no tenían la pinta de ser clientes ordinarios.

Le silbaron a la joven que atendía, quien al verlos rápidamente dejo lo que estaba haciendo y se acercó con ellos —¿Si?—

—Dame 3 cajas de Fentanilo, 6 cajas de Hidrocodona y 10 de Morfina— dijo el sujeto y la joven se apresuró en buscarlo.

Yuna sabía que el había llegado primero, pero conociendo donde vivía sabía que simplemente debía quedarse callado. Se recargo en la pared, pues estaba cansado, cansado de su trabajo, de su casa, sus padres y sobre todo su vida.

—No es muy tarde como para que una joven salga— dijo el hombre sin voltear a verlo.

Yuna miro al tipo que al parecer le había hablado —¿Disculpa?—

—No es muy tarde como para que una joven salga— repitió tranquilamente el hombre.

Yuna se enderezo y miro al sujeto —lamento informarle que soy un joven y si, sé que es tarde, pero no tenia de otra— dijo el ojiazul sin ser grosero.

—Vaya, me tomaste por sorpresa, el cabello largo y los rasgos finos si me que me despistaron— rio el más grande —Pero eso no quita el encanto— le sonrió.

Yuna se sorprendió, pero sabía que aquello que estaba pasando era muy peligroso —Gracias— dedico una sonrisa.

—Aquí tiene— apareció la farmacéutica justo a tiempo entregando lo pedido.

—Gracias— tomo la bolsa y salió no sin antes despedirse de Yuna sonriéndole antes de salir de la tienda.

El pelinegro se quedó en trance, siempre había creído que era invisible, que las demás personas no les importaba su presencia, pero aquello lo tomo por sorpresa, pues él sabía exactamente lo que acababa de pasar, pero no podía creerlo, solo deseaba no volverse a topar con aquel sujeto.

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