Capítulo 2

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Desperté con un dolor de cabeza equivalente a una noche de borrachera, aunque no recordaba haber hecho algo la noche anterior. La intensa luz que se filtraba por la ventana hizo que, apenas abriera los ojos, los volviera a cerrar. Me tapé con las sábanas, las cuales estaban extrañamente frías considerando el tiempo que llevaba debajo de ellas.

De repente, abrí los ojos de golpe. En el breve instante que abrí los ojos, había alcanzado a ver un poco del lugar donde estaba, y no era mi habitación. Esta era todo lo típico que verías en una película antigua o en una mansión convertida en museo, pero no se me ocurría cómo yo podía haber llegado a un lugar así cuando estaba totalmente segura de que me había quedado dormida en mi propia cama. ¡La mía ni siquiera tenía dorsel! 

Al poner más atención, descubrí aliviada que Olivia y Melissa aun dormían plácidamente a mi lado.

–Melissa, despierta –la moví ligeramente.

–¿Qué quieres, Ashley? Déjame dormir –rezongó y se tapó de nuevo.

–Como sea –puse los ojos en blanco–. Olivia...

–¿Qué hora es? –bostezó sin abrir los ojos.

–No te preocupes por la hora. Preocúpate por el lugar.

–¿De qué hablas?

–Olivia, abre los ojos y dime que sabes con certeza dónde estamos.

Al hacerlo, puso la misma cara que yo había puesto apenas unos minutos antes. Estábamos en un cuarto enorme, lujoso y bien adornado, como ya mencioné, pero no lo reconocía de ningún lado. Todo lo que estaba ahí parecía sacado de un cuento. A simple vista, los muebles no eran viejos, pero el estilo sí.

–Yo... no lo sé. ¿Qué es este lugar, Ashley? –preguntó, asustada.

–Yo tampoco lo sé, pero tenemos que averiguar cómo llegamos aquí. Ayúdame a despertar a Melissa.

Como el sacudirla no estaba funcionando y no estábamos para buscar un vaso con agua, quedamos en que, después de contar hasta tres, gritaríamos su nombre para que despertara por fin.

Y funcionó.

–¡¿Pero qué les pasa?! ¿Están locas?

–No es tiempo de reclamos. ¿Aunque sea ya notaste dónde estás?

–En tu habitación –se encogió de hombros, aun molesta por lo anterior.

Pero yo tampoco era paciente, entonces sólo se me ocurrió tomar su cabeza y obligarla a girar para ver el cuarto.

–¿Ahora sí?

–No vuelvas a hacer eso.

–Por favor, no discutan ahora –pidió Olivia–. Tenemos que llamar a alguien.

–Sí, pero ¿a quién?

–No solo ese es el problema. ¿Con qué?

Las tres empezamos a buscar un teléfono en aquel lugar desconocido para nosotras. Era grande, pero en realidad no había muchos lugares donde buscar. Después de un rato de buscar en algunos cajones sin mucho éxito, escuché la voz de Melissa llamándome.

–¡Ashley!, ¡tienes que ver esto!

–¿Qué pasa?

–¡Ven, rápido!

Llegué corriendo hasta ella y vi que tenía una hoja de papel en la mano, la cual estaba extendida hacia mí.

–Eso no es un teléfono –dije como si no fuera obvio.

–No, pero tiene tu nombre.

Tomé la hoja y la leí. Cuando lo hice, un escalofrío me recorrió todo el cuerpo. No podía ser cierto.

"Ashley:

Se te advirtió que no debías comprar ese vestido, pero no quisiste escuchar. La historia, aunque no lo creas, es cierta, así que ahora estás en el año de 1923 en Londres, Inglaterra.

Tus amigas y tú deberán aprender algo en el tiempo que estén ahí atrapadas para que puedan volver a su tiempo. Si no lo aprenden, nunca regresarán. Aunque hay otra condición para ti: mientras ellas son libres de hacer lo que les parezca mejor con sus relaciones, tú tienes prohibido enamorarte. 

Sé que lo tomarás como una broma y tal vez algo cliché, pero realmente dudo que, si se da la oportunidad (porque lo hará), no lo consideres. A partir de ahora, responderás al nombre de Eloise Maxwell y tendrás que adaptarte a lo que te pase, porque no querrás que te consideren una loca, ¿verdad? 

En cuanto a tus amigas no te preocupes. Como dato curioso y mera coincidencia, ellas podrán conservar sus nombres.

No importa lo que hagan, si no cumplen con lo que les dije, se quedarán ahí el resto de sus vidas. Morirán antes de siquiera haber nacido.

Piénsalo."

No tenía firma, pero por el inicio, podía deducir que tenía algo que ver con la señora de la tienda.

–¿Qué dice? –Olivia me arrancó la nota de las manos.

–No es posible –murmuré.

–Claro que no es posible –coincidió Melissa–. Es imposible viajar en el tiempo. Y menos de un día para otro.

–¿Dónde encontraste esto? –le pregunté.

–En el armario.

No había notado que las puertas de éste estaban abiertas de par en par, dejando ver toda la ropa que contenía y en el que, como si fuera una broma, sobresalía justo en el centro el vestido que había comprado el día anterior. 

–¿Cómo llegó esto aquí? Se supone que estaba en tu casa, junto con nuestros vestidos. Ni siquiera lo habíamos sacado de la bolsa.

–¿Y cómo quieres que sepa?

En ese momento tocaron la puerta, haciendo que nos sobresaltáramos. En eso entró una mujer de unos 40 años y saludó con la cabeza.

–Señorita Maxwell, su padre me mandó a decirle a usted y a las señoritas que el desayuno está servido y tiene algo importante que decirles –dijo una mujer con un acento diferente al mío. Británico, por supuesto.

–De acuerdo. Si no te molesta, ¿podrías llevarnos hasta ahí?

–Claro –dijo extrañada.

Salimos al pasillo, el cual estaba lleno de retratos con caras que se me hacían vagamente conocidas de la clase de historia. Llegamos hasta unas enormes escaleras de caracol con una alfombra impecablemente azul y bajamos por ellas hasta llegar a un impresionante jardín en la parte trasera de la casa.

–Disculpa, emmm... ¿Cómo te llamas?

–Soy Melanie, señorita. He trabajado para usted y su padre por casi 5 años. ¿Se siente bien?

–Perdón, sólo desperté un poco confundida. Nada importante.

–Oh, entiendo.

–Melanie... una última pregunta: ¿qué fecha es hoy?

–25 de marzo.

–¿Pero de qué año?

Me miró aún más extrañada, mientras yo rogaba mentalmente porque no dijera lo que me terminaría de confirmar que no estaba soñando. Pero pasó.

–Es el año de 1923.


Prohibido EnamorarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora