Capítulo 8

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Oí su risa burlona al otro lado de la línea apenas terminé de formular la pregunta. Diablos, realmente era un idiota. Nunca nadie se burlaba de mí y Alexander no iba a ser la excepción a eso. Le diría que después de todo sólo quería comprobar qué tan desesperado estaba por salir conmigo, así se molestaría y como consecuencia me libraría de él.

–Sí, linda. Lo está.

¿Me había llamado linda? Eso era definitivamente inaceptable.

–No me digas así –protesté.

–¿Por qué no, linda? ¿Te molesta?

–Sí.

–Entonces lo seguiré haciendo.

–No te atrevas.

–Tranquila, al final te gustará.

–Eres incorregible.

Por un momento pensé que extrañaba a la persona que me había llevado a mi habitación esa misma mañana, pero luego deseché la idea. No podía ni debía extrañar a Alexander Greenwood de ninguna forma.

–Descuida, no eres la primera que me lo dice. Aunque admito que sí es la manera más bonita en la que lo han hecho.

Seguía discutiendo con él sobre nuestros apodos mutuos cuando recordé lo que realmente me interesaba decirle.

–Por cierto, sobre la cita...

–Oh, no, linda. Sobre eso no hay cambios.

–Pero...

–Si llamaste es porque también lo quieres, así que iré a tu casa a las 4.

–Eres un...

–Hasta luego, Ellie.

Colgó sin darme tiempo a decir nada más.

Olivia y Melissa me miraban expectantes, confundiendo mi cara hirviendo de rabia con un sonrojo de enamorada, haciendo que me preguntara con quién sería más difícil de lidiar; y por el momento, era un empate.

-Muy bien, lo hice.

–¿Y qué pasó? –preguntó Olivia moviendo las cejas.

–Que Alexander es un idiota.

–Por favor, Ash... has tratado con ese tipo de chicos toda tu vida.

–Exactamente, los he tratado toda mi vida. Solo me faltaba hacerlo en una vida que no es mía.

–Oh, vamos. Por lo menos inténtalo –replicó Melissa.

–No tengo otra opción, ¿O sí?

–¡Esa es la Ash... Eloise que conozco!

Debía admitir que una de las ventajas de ese tiempo era la ropa que tenía. La moda en los años 20 era sorprendentemente cómoda, pero sin perder el estilo. Aunque sabía que aún faltaban 2 años para que los vestidos empezaran a usarse por arriba de la rodilla, no tenía queja alguna contra el vestido blanco con flequillos que había elegido ponerme para ese día. Mi cabello largo es lo único que no coincidía con el resto de las mujeres a las que había visto, pero no estaba dispuesta a cortarlo. En lugar de eso, Melissa acomodó algunos mechones con horquillas en la parte baja de mi cabeza para que diera la ilusión de cabello corto y debo decir que quedó muy bien. Una diadema dorada, un par de collares largos y estaba lista.

En realidad, no entendía por qué poníamos tanto esmero en arreglarme para alguien a quien no quería ver, pero al final dejé que mi lado vanidoso ganara por una vez.

Apenas 5 minutos tarde, Melanie llegó a avisarme que Alexander había llegado y me estaba esperando en el recibidor. Suspiré resignada, agarré el diminuto bolso y caminé hacia la puerta, no sin antes recibir la mirada animada de mis amigas y ver sus pulgares en alto deseándome buena suerte.

Bajé las escaleras tardando más de lo necesario, con la inútil esperanza de que se desesperara y se fuera. Pero no fue así.

Al abrir la puerta que daba al recibidor, noté que Alexander estaba de espaldas a mí, murmurando palabras casi incomprensibles y sin reparar en mi presencia.

Me acerqué sigilosamente a él. Traté de hacer el menor ruido posible para poder escuchar lo que estaba diciendo.

–...pasado cuatro años –el crujido de una tabla de madera bajo mi peso hizo que se sobresaltara–. Vaya, hola de nuevo, Ellie. Me sorprendiste.

Como si no me hubiera dado cuenta.

–Hola. Al final sí viniste.

–Por supuesto. Un caballero nunca rompe sus promesas -dijo con aire de superioridad.

-Esperaba que hicieras una excepción.

–¿Qué clase de hombre sería si dejara plantada a una dama tan linda y que aparte se ha arreglado especialmente para impresionarme?

–Yo no...

–No importa. Puedes contarme todos los detalles en el camino –dobló su brazo invitándome a entrelazarlo con el mío- ¿Nos vamos?

A regañadientes, acepté y tomé su brazo.

Salimos de la casa y empezamos a caminar, mientras me preparaba mentalmente para la peor cita de mi vida.

Prohibido EnamorarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora