Alexander estaba parado frente a mí, sonriendo.
–¿Disculpa? –fue lo único que pude responder.
–Te pregunté si querías bailar conmigo.
–Yo...
–Eloise, es solo una canción.
Dejé mi copa, ya vacía. Apenas acepté la invitación, tomó mi mano para que me levantara y, sin soltarme, me dirigió hasta la pista. Agradecí haber tomado clases de baile de pequeña, porque al ver a Olivia tratar de bailar, no me imaginaba en su lugar. Bailaba pésimo, pero se divertía; igual que la persona con la que estaba.
Empezamos a bailar. Primero un poco inseguros y después con mayor seguridad. Ambos nos sincronizábamos perfectamente entre nosotros, como si hubiéramos estado practicando durante semanas. Un grupo de personas había dejado de bailar y ahora nos veía con curiosidad. Terminaron llegando más personas, hasta hacer una especie de círculo alrededor de nosotros y poniéndonos toda su atención. Alexander y yo terminamos la canción acercándonos el uno al otro y sonriendo. Empezaron a aplaudirnos y se fueron dispersando por el salón; sin embargo, ni él ni yo nos habíamos movido de dónde estábamos, solo cambiamos de posición y ahora estábamos a solo unos centímetros de distancia.
Su mirada pasó por mis labios con rapidez, y terminó en mis ojos. Sin saber cómo ni cuando llegamos a ese punto, ahora no eran más de cinco centímetros los que nos separaban. Quería besarlo, sí, pero eso nunca pasó. Los primeros acordes de la siguiente canción terminaron con el momento. Alexander se aclaró la garganta y se alejó de mí.
–Ha sido un placer bailar con usted, señorita Maxwell.
–Lo mismo digo, aunque no es necesaria tanta formalidad. Puedes llamarme... –recordé que mi nombre ya no era el mismo– Eloise.
–Entonces puedes llamarme Alexander.
–Planeaba hacerlo –sonreí.
–Bueno, yo... creo que debo ir a buscar a mis padres. Se estarán preguntando dónde estoy.
–Supongo que eso significa que nos veremos más tarde.
–Es probable que sí.
Ninguno de los dos dijo nada más, solo sonreímos una última vez y nos fuimos hacia un lado diferente. Se me estaba haciendo costumbre eso de sonreír, y sentí que en algún momento me iban a doler las mejillas por hacerlo. Olivia y Melissa estaban sentadas, pero tenían los ojos muy abiertos mirando en mí dirección.
–¿Qué fue eso? –preguntaron cuando llegué hasta ellas.
–No entiendo. ¿Qué es "eso"? –me hice la desentendida.
–Sabes perfectamente a qué nos referimos, Ashley. Estabas a punto de besar al hijo de los Greenwood.
–Lo sé, lo sé, pero bajen la voz. Recuerden que aquí no me llamo así.
–Bueno, Eloise, Ashley o como sea tu nombre: te gusta Alexander.
–No me gusta ni me gustará –afirmé convencida.
–Claro. Lo que digas.
Acepto que mentí al decir que no me gustaba, porque físicamente era increíblemente atractivo, pero era solo atracción física. Nunca un enamoramiento, porque sabía bien que no era lo mismo. Llegué a la conclusión de que era algo totalmente efímero y dejé de preocuparme por eso.
No volví a hablar con él en lo que quedó de la noche, porque Kiara se le pegó como una lapa y se lo llevaba cada vez que me veía. Me pareció ridículo.
Ya habían pasado varias horas desde que nos habíamos ido de la casa de los Greenwood y ahora me preparaba para dormir. Melissa y Olivia se habían ido a otra habitación, por lo que estaba sola ahí. Estaba muy cansada debido a todo lo que había tenido que procesar durante el día, así que me deshice del estorboso vestido, me puse el camisón de algodón que llevaba puesto en la mañana y me metí en la cama dispuesta a dormir.
Me dije que, a pesar de todo, sería una noche tranquila. Y lo era, hasta que Alexander apareció en mis sueños.
Caminaba un poco perdida por el jardín trasero de su casa, con la única diferencia de que esta vez era de día. Llevaba en la mano una hoja doblada en varias partes y sonreía como tonta. Buscaba algo. O mejor dicho, a alguien. Era la única razón que se me ocurría para explicar que estuviera ahí. Oí el ruido de algo moverse cerca de mí y me quedé quieta.
–Lo siento, no pretendía asustarte.
–Deberías intentarlo un poco más. Fue exactamente lo que pasó –bromeé.
–Viniste –dijo después de un momento.
–Eso decía la nota, ¿No es cierto?
–Eso decía –coincidió.
Tomó mi mano y me hizo caminar hasta llegar debajo del árbol dónde estaba la pareja riendo en la fiesta. Parecía ansioso y la emoción era contagiosa, porque empecé a sentirme igual.
–Se supone que tienes que decirme algo muy importante –dije haciendo énfasis en las últimas palabras.
–Es más bien... una pregunta.
–Te escucho.
–Ashley, tú... ¿Te casarías conmigo?
–Yo...
–Sabes que te amo, y sé que tú sientes lo mismo. No es tan difícil darme una respuesta.
–Lo sé, pero...
De repente me empecé a sentir mareada y tuve que agarrarme a él para no caerme. Eso no era normal.
–¿Estás bien?
–Sí, no hay problema.
Vi como su rostro pasaba una expresión preocupada a aterrorizada en un segundo. Estaba demasiado perplejo para conseguir formular una frase coherente, pero señaló mí cuerpo y yo bajé la vista para ver la razón de su aturdimiento.
Estaba desapareciendo.
Mi cuerpo se hacía cada vez menos denso y pronto no era más que una sustancia etérea en el aire.
–No te vayas. ¡No!
–No puedo hacer nada para evitarlo –susurré–. Te quiero, Alexander.
–¡Ashley!
Trató de agarrarme para evitar mi completa desaparición, pero ya era tarde. Me había ido.
Desperté bañada en sudor y con la respiración rápida y entrecortada. Tragué saliva pesadamente e hice un esfuerzo por calmarme.
Apenas conocía a Alexander. No era posible que supiera que mi verdadero nombre era Ashley. Nunca se lo dije. Tampoco entendía como era que, en mi sueño, me hubiera propuesto casarme con él y dicho que me quería. Y lo peor: yo correspondía ese sentimiento. Ignoraba las lágrimas que corrían por mi rostro hasta que sentí caer en mi mano una de esas pequeñas gotas saladas.
Una vez que estuve lo suficientemente calmada, me volví a acomodar entre las sábanas para intentar dormir de nuevo, mientras me convencía de que no era nada más que un sueño.
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Prohibido Enamorarse
FantasySi un día despertaras en una época que no es la tuya, ¿Qué harías? Ashley Blake, hija de uno de los hombres más poderosos de Nueva York, despierta una mañana en un lugar totalmente desconocido para ella. Encuentra una nota, donde, asustada, descubre...