- Sabíamos que esto podía pasar, Bárbara.
-Ajá. Pero no pensé que pasaría tan pronto. ¡Llegué a pensar que no pasaría nunca!
- ¿Qué haremos?
- Aún no estoy segura -dijo Bárbara, masajeándose las sienes, mientras Asdrúbal reflexionaba de pie, en silencio. Tras la puerta cerrada, Laura, Aitor y Tito hacían grandes esfuerzos para oír lo que dentro de la habitación se hablaba.
- ¿Crees que él lo sabe?
- No, pero Cecilia sí, y no tardará en irle con el chisme.
- Tiene derecho a saberlo. Es su hijo.
- Es TU hijo, ¿de qué lado estás?
- Yo lo quiero como a mi hijo, lo siento como hijo mío, y no voy a permitir que nos lo quite, pero tenemos que llevar la fiesta en paz con él para no correr ese riesgo.
- Tienes razón, es lo más sensato. Pero no me da la gana...
- Bárbara, ahora no estamos para tus caprichos.
- Solo quiero que mi hijo no esté cerca de ese tipo.
- Ese tipo es su padre.
- Nada más porque me hizo el bombo, el resto lo hicimos nosotros, qué gran mérito...
Su discusión se vio interrumpida por un murmullo y el posterior sonido de un golpe. Asdrúbal y Bárbara se miraron unos instantes y luego él abrió la puerta. Con los ojos apretados, uno encima del otro, estaban sus tres hijos.
- Mocosos chismosos, ¿qué no les enseñé que andar escuchando conversaciones ajenas es de muy mala educación? -los reprendió Bárbara, con un asomo de sonrisa en la cara.
- A la cama inmediatamente -sentenció Asdrúbal.
- Pero pa... -comenzó a decir Aitor.
- Su padre habló.
- Qué ladilla.
- Demonios.
- ¡Esa boca, Aitor! -saltó Bárbara.
- Ay ya mamá...
Los dos niños se retiraron, mas la guaricha no. Con los brazos en jarras y gesto serio, hizo entender a sus padres que de las preguntas de ella no se escabullirían fácilmente.
- Pasa -le dijo su madre con resignación.
Laurita observara en aquel momento a sus papás, abrumada por la tensión imperante en la estancia y ante la expectativa de lo que fueran a contarle ellos. No se esperaba nada y menos estaba preparada para asimilarlo, podría haberse dado la vuelta y con las mismas, irse para su habitación con sus hermanos, haciéndose la loca; pero hubo un pálpito interior que se lo prohibió. Y sentada en la cama con la mirada perdida, esperó a que alguno de sus progenitores comenzara a hablar. Fue Asdrúbal quien lo hizo.
- Esto no es sencillo de explicar, niña.
- Pero haremos el esfuerzo de hacértelo más fácil -agregó Bárbara.
- Yo nomás quiero que me digan la verdad, que no cuesta tanto, pues. ¿Ese tal Santos Luzardo quién es? ¿Por qué se peleaban por él? -Por los ojos de Bárbara asomó la preocupación.
- ¿Tus hermanos qué oyeron? -inquirió de inmediato.
- Poco, ciertamente dudo que llegaran a escuchar algo, má, estaban susurra que susurra, que ni me dejaban oír a mí. Pero no te me desvíes del tema.
- Ese hombre, Luzardo -explicó su padre-, fue pareja de tu madre hace mucho tiempo.
- ¿Antes de que ustedes estuvieran juntos? ¿Pero cómo así?
ESTÁS LEYENDO
Verse otra vez (Doña Bárbara)
RomanceCuando se ha sufrido como lo hizo Bárbara Guaimarán, no es sencillo volverse a enamorar, construir una vida nueva, confiar otra vez. Pero la mujer, fuerte, recia, lo logró al lado de quien siempre la amó, de aquel que estuvo dispuesto a dar su vida...