Primer encuentro

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Rafa iba una vez más por la calle, con la chaqueta colgada al hombro y los lentes para sol cubriendo sus ojos. Silbaba una tonada que había aprendido ese día al pasar por la mañana en su bicicleta por la plaza. Una sonrisa se posó en sus labios al recordarlo.

Le gustaba levantarse temprano cada mañana e ir a dar un paseo matutino de rutina en dos ruedas; simple, ecológico y entretenido. Pero ese día había dejado los auriculares en casa y por cosa impredecible, una voz llegó a sus oídos. Casi chocaba contra un niño al desviarse brevemente de su camino, viéndose distraído ante la melodía.

Cuando se acercó guiado por su curiosidad, fue sorprendido al descubrir que la voz que había deleitado provenía de un arreglado y bien vestido joven con una solitaria guitarra en sus manos y un gorro de lana en el suelo con algunos billetes dentro.

El chico parecía concentrado en lo que hacía y no notó a Rafa acercarse.

El castaño se hincó en una rodilla para poder leer lo que la pequeña pizarra a los pies del guitarrista decía.

«50 pe, o sos bo»

Tenía que ser un chiste.

El apuesto chico dejó de tocar la suave melodía y puso una mano sobre el hombro de Rafa, llamando su atención.

—Si ya leíste, ya sabés qué hacer. —Dijo sin más. Sonreía a pesar de haber sonado seco, con sus suaves ojos siendo aguamarina ante la luz del sol reflejados en ellos. Iba con un pantalón de vestir beige y una camisa de botones rosada con los últimos tres desabrochados y las mangas arremangadas, pero conservaba ese estilo casual y atrayente que lo hacía destacar. No cualquiera combinaba zapatillas de correr con un pantalón tan costoso.

—¿Qué significa?

Rafa preguntó.

Su bicicleta podría esperar un poco más.

—Cincuenta pesos o sos boludo, obvio.

El encogimiento de hombros que el atractivo muchacho hizo causó algo en Rafa. Pensó que sería desprecio ante su despectiva personalidad.

—¿Pedís una cantidad específica de dinero en una plaza a cambio de tocar una canción?

No lograba entender por qué alguien siquiera haría algo tan descarado y egoísta como eso.

—No. Pido dinero a cambio de un gracias, ya ves. Es cortés agradecer a los demás por su dinero —El chico explicó riendo. La guitarra reposaba a sus pies y Rafa odiaba pensar en que era tan atractivo como una Taylor Swift del 2012; con ese look tan casual y tonto, sus ojos claros luciendo divertidos y su cabello de un color parecido al trigo, pero nunca tan brillante como a la luz del sol o tan opaco como en la noche.

Una muchacha, no pasaba de los catorce según Rafa, se acercó a ellos y dejó varios billetes en el gorro. El chico misterioso, como Rafa decidió en secreto apodarlo, sonrió a la nena y le dio un abrazo. Murmuró un agradecimiento y la niña se fue saltando contenta por haber sido estafada.

—Es la cara bonita. —Aseguró Rafa en voz demasiada alta, pues el chico misterioso estaba tomando su guitarra en ese momento y llegó a sus oídos el comentario.

—¿Te parece que tengo una cara bonita? —Se llevó una mano a la mejilla. Fingió sorpresa ante lo dicho por Rafa.

—¿Si no cómo ganarías tanto haciendo nada?

—Te tocaré algo, y si te gusta me dejas once.

—Pero si ahí dice cincuenta.

—Once dígitos, bombón. Tu número quedará registrado en mi teléfono.

Monedas en el bolsilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora