Pérdida auditiva

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¿Pérdida auditiva? Rafa no entendió. ¿Estaba sordo?

—No soy sordo, antes que nada —se apresuró a explicar—. Uso audífonos que me ayudan a escuchar. Los necesito porque siempre están esos pequeños momentos en que un murmullo, un silbido o la nota de una guitarra no llegan a mí. Desde chico los llevo conmigo y renuevo cada cierto tiempo, ya sabés —se encogió de hombros intentando restarle importancia. A Rafa se le encogió el corazón, porque si escucharlo era duro no imaginaba cuán difícil era para alguien tan apegado a la música como Valentino confesar su problema—. Pero sí, funciono perfecto el resto del tiempo. Casi ni recuerdo que están ahí.

—Cómo... —Rafa aclaró su garganta, buscando las palabras correctas— ¿Cómo hacés para tocar?

—Oh, sabía que lo preguntarías. Todos lo hacen —sonrió de costado luciendo más como una mueca que nada—. Me tomó años y dos guitarras aprender, tener paciencia y componer por mí mismo. Por eso vengo a la plaza cada día. Me gusta sentarme y ser feliz acá tocando para los demás.

—Pero cobrás.

—No por mí, baby boy. Hay muchos niños acá en Buenos Aires con pérdidas auditivas similares o superiores a la mía y créeme que no es fácil. Yo no me vi obligado a aprender el lenguaje de señas aunque lo aprendí igualmente, pero hay quienes sí deben y sus familiares de igual forma. —Hizo una pausa. Bajó la vista hacia sus manos y jugó con la pulsera en una de sus muñecas— Me fue mal en la escuela, fui rechazado, excluido y cambiado tantas veces que en un momento pensé en dejar de estudiar. Mi padre no me lo permitió, por supuesto —rodó los ojos recordando el momento—. Así que él me ofreció un trato; mientras yo asistiera, estudiara y aprobara mis materias él me ayudaría económicamente con un proyecto musical.

—¿Y qué pasó?

—Rompí una guitarra sobre el pupitre de un pelotudo que me hinchaba las bolas. Papá no estuvo de acuerdo y me quitó su apoyo sobre el proyecto. Un amigo mío me dijo que esta plaza estaba disponible y me dije: Hey, ¿por qué no? Así que comencé a tocar, corrí la voz, él me hizo el favor de hacer lo mismo con sus contactos de radio.

Rafa parpadeó sorprendido, aún sin creer del todo la historia.

—Pero ¿por qué me lo contás? Es algo personal y... —sacudió la cabeza— No lo entiendo, Valentino.

Valentino asintió comprendiendo su confusión.

—¿En serio no lo adivinás?

Rafa negó con la cabeza.

—¿Debería? —Dijo Rafa sin saber qué decir. Pasó las manos por su cabello y tiró de él con frustración— Pudiste simplemente ser honesto conmigo después, o nunca. ¿Tienes una idea de lo mucho que me está girando la cabeza en este instante?

Valentino tomó las manos de Rafa con las suyas y se las apartó del cabello.

—¿Querés calmarte? No estoy muriendo, boludo. Sólo dije que soy medio sordo. —Dijo con una sonrisa para calmar la actitud de Rafa.

Rafa golpeó el hombro de Valentino con fuerza.

—¿Por qué me involucras en esto?

—Porque me gustás, obvio. Y no puedo invitarte a salir si te oculto una parte de mi vida. —Respondió con franqueza. Valentino alzó la cara de Rafa tomando su barbilla con una mano y le hizo mirarlo a los ojos.

Rafa quiso olvidarse de lo ocurrido hace unos minutos y volver a perderse entre los labios de Valentino, porque de haber un lugar apropiado para desaparecer era justo ahí, en la suavidad de sus besos y lo dulce de estos mismos. Pero estaba harto de sentirse como tonto cada que Valentino rondaba cerca, quería sentirse confiado y seguro como cuando estaba con los guantes puestos y el uniforme de Los Halcones Dorados.

Monedas en el bolsilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora