A pasos rápidos, Bill y yo avanzamos al edificio prácticamente desolado. Con precisión, pude ver varias cámaras instaladas estratégicamente a los alrededores sobre nosotros, las cuales que debíamos evitar a toda costa. Mi anatomía vibraba energéticamente, casi presintiendo que estaba metiéndome en un aprieto del que no podría salir si era descubierta. Por otro lado, Bill permanecía tranquilo, casi imperturbable, como si infiltrarse en un recinto gubernamental para él fuese trabajo de todos los días.
Al orillarnos por la pared de concreto del plantel, avanzamos en silencio a la puerta trasera, escurriéndonos por la oscuridad que brindaba el edificio. Luego, al estar cercanos a la puerta trasera, devolví el arma a mi cinturilla y me volteé, sólo para ver los ojos verdes de Bill centelleando a través de la bruma. Empezaba a pensar que me obsesionaban un poco.
Casi imperceptiblemente, sacudí mi cabeza, ahuyentando esos pensamientos muy impropios de mí. En cambio, procedí a hablarle en voz baja.
—Bien... Debe de haber por lo menos un guardia en la entrada. Lo neutralizaré y robaré su pasaje, con él entráremos sin ser descubiertos por lo menos hasta el séptimo nivel. Lo demás lo solucionáremos para seguir después.— Le informé en un susurro concentrado.
—¿Por qué debes hacerlo tú? Se supone que esto es trabajo de ambos.— Refutó algo ansioso. Yo rodé los ojos.
—¿Prefieres hacerlo tú? Siento que tienes un increíble don de arruinarlo todo. Y eso que nisiquiera has empezado a hacer algo.— Le indiqué, sincerándome. Él soltó un bufido.
—Podría sorprenderte, si me dejaras.— Afirmó, guiñando un ojo con sarcasmo.
—Yo lo haré. Ahora quédate aquí, o harás que nos descubran.— Ordené autoritaria. Él obedeció no muy contento, y entonces le di la espalda.
Mis botas de tacón resonaron en cuanto caminé por la parte del cemento que no estaba roída por la maleza. En el camino, me deshice del abrigo que llevaba calado para protegerme del frío –irónicamente– infernal de la tierra, quedando únicamente con una camisa algo ajustada de color negro y aquellos pantalones cortos. Una vestimenta de una chica común y corriente, tal vez perdida y en busca de ayuda. Eso me ayudaría a despistar.
Caminé hacia la luz que me indicaba la ubicación de la puerta trasera. Antes de llegar, di un suspiro, sintiendo la mirada de Bill acuchillándome la espalda. Sacudí mis manos temblorosas y entonces avancé, quedando debajo del foco, en vista de todos.
Antes de avanzar dos pasos, un guardia regordete y pequeño, de no tal vez más de 50 años sacó su arma del bolsillo de sus pantalones oscuros y algo polvorientos. Me observó de pies a cabeza y habló con voz gruñona y ronca, a través de sus labios resecos y curtidos. Yo únicamente alcé las manos con un gesto desamparado en la cara.
—Señorita, no puede estar aquí.— Me informó el tipo, aún con el arma entre sus dedos.
—L-Lo siento. Me he perdido, estoy desde hace horas vagando en busca de la ciudad, pero me encuentro a la deriva.— Le dije, tartamudeando mientras avanzaba a pasos pequeños. Debía ganarme su confianza, o me clavaría un tiro entre los ojos.
Él, en cambió, no afianzó su agarre. En su rostro se podía reflejar un gran disgusto ya que no creía mi versión. Era bastante astuto; pero no lo suficiente.
Para ganarme su confianza, practiqué el truco de los cinco segundos: sonreí tímidamente en su dirección, luego, bajé la mirada arrepentida, generándole algo de lástima. Por último, suspiré, mirándolo a los ojos de nuevo compasivamente.
Al parecer, eso pareció alivianar el ambiente, ya que soltó un gruñido nimio y bajó la pistola, mirándome con escrúpulo.
—Te has perdido, ¿eh?— Dijo, agregándole a su tono algo de lascivia. Su ánimo había pasado de la agresividad a la morbosidad en cuestión de segundos; era detestable.
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Deathless. •Bill Skarsgård•
FanficAño 2317. Después de una atroz guerra que acabó con el 90% de la humanidad, los sobrevivientes a la catástrofe se refugian en una pequeña ciudad ubicada en el norte de Asia, el único lugar que no fue tocado por la confrontación. Luego de siglos sob...