Mientras las nubes se desplegaban lentamente por el cielo grisáceo, la noche dió paso al frío, a la consternación de una nueva madrugada sin nada asegurado para el mañana. Mientras el deslizador se fundía con el negro profundo del cielo, mis dedos temblorosos tecleaban el número de Izzy en un teléfono incauto y conservado desde la época de la iniciación tecnológica, mucho antes de la invención de Eón y demás. Utilizarlo me ayudaba enormemente a no ser rastreada, y por consiguiente, me proporcionaba cierto anonimato. El anonimato que anhelaba tener pero que por desgracia, estaba perdiendo.
Tres tonos sonaron, antes de que la respiración agitada de Izzy se hiciera presente en la línea. Aquel número solo lo sabían personas muy cercanas a él, por lo cual no era habitual recibir llamadas repentinas; eso solo anunciaba malas noticias, la mayoría de las veces.
—Soy yo... —Dije, en un tono sumamente agitado, con el sudor frío corriendo por mi sien y el corazón palpitando furiosamente; debía apresurarme. Ahora no tenía nada asegurado—. Necesito tu ayuda, Izzy.
Un gran golpe se oyó en la línea y él únicamente respiró con fuerza, como si no pudiese hablar correctamente por miedo a ser descubierto por alguien más.
—Eva, basta de esto.— Susurró con voz enardecida. —No me interesa con que gente te estés metiendo ahora, pero estás perdiendo el control. Estás echando todo a perder, no solo para ti, sino para nosotros. ¿Qué tan egoísta te has vuelto para hacernos esto?
—¿De qué demonios hablas?— Le grité al borde del colapso, presintiendo lo peor. Sus insinuaciones solo aumentaban mi temor y de por sí, la perdida total del plan que tenía en mente.
—Hoy hubo un montón de malditos allanamientos en Hazard, están buscando herejes incluso por debajo de las piedras, Eva. Sabes mi posición, sabes quien soy, esto no me favorece en lo absoluto, ni a mí, ni a nadie. Además, los rumores de que nos estás vendiendo al gobierno no paran de sonar.— Escupió con asco, casi despreciándome. Apreté el volante y me contuve de reñir, no era momento para eso. Lo hacía por ellos, por todos aquellos sedientos de respuestas y con el riesgo de una inminente guerra que amenazaba con arrasar por sobre todo lo que conocíamos.
Respiré profundamente, y entonces bajé la voz, tratando de persuadirme a mí misma de decir algo de más—. No lo entiendes. Estoy tratando de descubrir las porquerías que este gobierno corrupto oculta, ellos son los que realmente nos están vendiendo, ¿no lo ves? Una vez que todo esté terminado una jodida guerra se librará, y no creo que ni tú ni yo salgamos bien librados.
—Tu amiguito de Ageless, aquel sacrílego no para de meterte mierda en la cabeza. —Repuso con aún más enojo. Quise reír, pero sinceramente ya no creía en nadie, aunque la mayoría pensara lo contrario.
—Bien, ya no tengo tiempo para esta basura. Necesito que hagas algo por mí. Después de todos los favores que te he hecho esto es algo mínimo. —Le exigí. No era de tirar en cara lo que hacía, pero comenzaba a quedarme sin recursos.
—¿Qué quieres?
—Necesito que saques a mi madre de la zona segura. Lo más lejos que puedas, al menos por un tiempo, en lo que todo esto se calma.— Le expliqué, temiendo su negativa.
—Eva, ¿te das cuenta de lo qué me pides? Salir y conseguir un maldito lugar fuera de la zona segura me costará un maldito ojo de la cara, además, ¿qué hay de las enfermedades de tu madre? Un costo mayor.— Se quejó.
Me masajeé lentamente las sienes y suspiré, pensativa—. La mayoría de sus medicamentos son placebos, impuestos por ella misma, sobrevivirá, como todos. Has lo que tengas que hacer, y te prometo una buena recompensa. Créeme.
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Deathless. •Bill Skarsgård•
Hayran KurguAño 2317. Después de una atroz guerra que acabó con el 90% de la humanidad, los sobrevivientes a la catástrofe se refugian en una pequeña ciudad ubicada en el norte de Asia, el único lugar que no fue tocado por la confrontación. Luego de siglos sob...