Capítulo 7.

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Luego de que finalmente nos deshiciéramos de los guardias, Bill y yo avanzamos por el plantel del primer nivel. Él, al parecer, parecía inquietantemente tranquilo, pero por mi lado, estaba demasiado nerviosa. Sin dar marcha atrás, empezamos a buscar el ascensor que nos llevaría al último nivel, en donde yo sabía que estaban resguardados los documentos importantes; a pesar de sus grandes intentos por hacer que la sociedad creyese que todo se encontraba bien, el gobierno tramaba algo. Y sabía de igual manera que tenía que descubrir lo que era.

—Eva, ¿qué es lo qué aguardas encontrar?— Oí a Bill decir a mi lado con una pizca de indecisión. Al instante, me límite a mirarlo de reojo. Su mandíbula permanecía apretada, a la vez que su andar se volvía aún más rígido.

—¿Estás empezando a dudar?— Le cuestioné con ironía.

—No se trata de eso.— Replicó, jugueteando con la pistola que resguardaba entre sus dedos largos.

A los segundos, fijé mi vista en las placas metálicas que recubrían la entrada al único ascensor presente en lo que supuse era todo el edificio. Aliviada, suspiré al acercarme, y de inmediato pasé el pasaje por la rendija. El ascensor chirrío y se abrió de par en par, dándonos paso al interior. Antes de entrar, observé una cámara en la esquina superior derecha, dando vueltas lentamente con tal de captar cualquier movimiento sospechoso. Antes de tan siquiera pensarlo, Bill apuntó y disparó al aparato sin siquiera parpadear, entrando con prisa al ascensor mientras pedazos de la cámara caían lentamente.

Debía admitir que eso había sido algo sumamente candente.

—¿Vienes, o qué?— Me cuestionó suavemente—, y ni creas que olvido lo que estamos discutiendo.

Al instante caminé dentro del artilugio, volviendo a pasar el pasaje por la rendija mientras ingeniaba una respuesta para Bill. Realmente se veía como un chico bastante culto, el cual no quiere ni puede dejar sus palabras ni explicaciones a medias. Era exigente; y aquello me agradaba, mucho.

Al hacerme a su lado mientras el ascensor descendía, me recosté en una esquina y lo miré con saña, agradeciendo que mi pulso no se hubiera disparado por su repentina cercanía. Era mucho para soportar por una noche.

—Dime, ¿no es irónico qué millones de personas amen las películas en dónde celebran la rebelión y la desobediencia de los más débiles, quienes además se resisten a sus opresores políticos; luego, van muy orgullosos a pagar impuestos, votar y obedecer cualquier órden injusta qué les imponga la clase dominante?— Le pregunté de zarpazo, sonriendo a leguas.

Él sonrió ante mi metáfora, y entonces suspiró—. Sí. ¿Y?

—Vale, de eso se trata. No puedes tener el deseo de revolucionar y no llevarlo a cabo; por eso hacemos esto. Estamos evitando una guerra interna que destruiría nuestro mundo.— De inmediato, me quedé resguardada en una especie de trance producido por mis duras palabras. Estábamos descendiendo a un destino incierto, y no tenía claro si volveríamos a salir a la noche perpetua. Pero era nuestro objetivo, nuestra motivación. ¿De qué serviría una eternidad sin algo de diversión para recordar?

Antes de llegar a nuestro destino, el ascensor se movió de un lado a otro bruscamente, haciéndonos trastabillar a ambos. Me llevé la mano a la culata del arma y observé a Bill. Sus brillantes orbes verdosos me devolvieron la mirada con algo de desconcierto.

—Siempre dudando entre salvar el mundo, o salvarnos de él.— Opinó con frialdad, provocándome un leve escalofrío en la espalda.

Antes de poder soltar palabra, el ascensor se abrió con un pequeño pitido de fondo. Pasé saliva y observé el oscuro y escalofriante pasillo que teníamos al frente. Era largo y desolado, con algunas gotas de agua cayendo desde el techo. Hacía frío, demasiado frío, más que el habitual, cosa que me hacía pensar que en este último nivel algo maligno y destructivo era resguardado.

Deathless. •Bill Skarsgård•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora