Cuando me despierto, tengo ganas de quedarme ahí, de no levantarme. Cuando consigo abrir los ojos después de un rato, miro el reloj y me doy cuenta de que son las diez y media, ¡se me ha hecho súper tarde! Tenía que entrar a trabajar a las diez...
Me visto lo más rápido que puedo y me hago algo sencillo de desayuno, para poder comérmelo en el camino.
—Llegas tarde a trabajar. Eso te pasa por salir hasta tan tarde—me dice mi hermana picándome tras morder su tostada. Mi mirada asesina le contesta.
Cojo mi mochila y corro hacia la parada de metro. Por suerte el tren no tarda mucho en llegar y en quince minutos estoy en la tienda. Once y media pasadas... Me van a matar. Entro disimuladamente en la tienda, para que ninguno de mis compañeros me diga nada. Sin embargo, no tiene mucho efecto.
— ¿Se puede saber dónde estabas?—la voz del encargado resuena en mi cabeza y cierro los ojos. Otra vez no, por favor—Mira, es igual. Ponte las pilas.
Cansada, me dirijo hacia la salita y dejo mis cosas.
—Me da que alguien ha querido dormir de más—ríe María.
—Calla. He dormido siete horas y encima tengo que aguantar a este gilipollas—de mal humor, me voy a ayudar a los clientes con sus compras.
***
Los lados buenos y malos de este trabajo son que estoy de lunes a jueves de cuatro a nueve, los viernes de tres y media a ocho y media, los sábados solo por la mañana y los domingos todo el día, lo cual hace que tenga tiempo para ir a la universidad y salir los fines de semana, aunque durante la semana me es más complicado estudiar y llevar las cosas al día.
Así que como hoy es domingo y me tengo que quedar a comer pero no he podido hacerme nada, me tengo que acercar a un bar y pedirme unas patatas y un bocadillo.
Sigo pensando en la piedra y en la carta, sin saber muy bien qué paso dar. ¿Cómo puedo conseguir información del dueño? Quizás podría preguntarle al resto de vecinos o seguir buscando en internet, pero creo que ambas opciones me van a quitar mucho tiempo y tampoco quiero molestar. Sin embargo, este asunto ha conseguido engancharme, así que cuando llegue a casa me replantearé el volver a ese barrio, a ver si consigo algo de información acerca de José.
Las siguientes horas se me pasan más rápido, casi inconscientemente, ya que pienso en la piedra y en el asunto de mi familia. Un amigo del instituto me manda un mensaje diciendo de vernos cuando salga, pero como debería estudiar al menos hoy algo, le digo que se pase mañana a comer.
Cuando llego a casa a las nueve, me doy una ducha tranquilamente y ceno con mi familia. Las cosas ya están más calmadas y se ha dejado el tema aparte.
Cuando acabo, le dedico una hora a genética y evolución de la conducta. ¿Os he dicho que adoro mi carrera? Pues efectivamente, me encanta. Y me da pena no poder invertir más tiempo en ella, pero el trabajo es lo que tiene. Imagino que terminaré dejándolo; me consume por dentro.
A las once menos cuarto abro internet para sacar más información sobre la piedra. Inserto de nuevo la dirección de la casa y tras cotillear varias páginas, encuentro algo que me sorprende. Es una noticia sobre esa misma casa, en la que dicen que el veinte de enero del dos mil siete, una familia tuvo que abandonar su hogar por acoso. El artículo es breve y no detalla mucho más sobre los hechos, tan solo que los que vivían ahí tuvieron que irse tras las repetidas actitudes acosadoras tanto de vecinos como de personas externas a la comunidad. Imprimo el artículo y decido irme a dormir, ya que si no mañana estaré cansada.
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La carta herida
Teen FictionClaudia encuentra una carta de amor con una dirección. Curiosa por su origen, se sumerge en una aventura en la que se verá envuelta de misterios y problemas personales que no parecen tener fin.