Hoy es jueves y como ya solo queda un día para el fin de semana, decido planear cosas para el viernes y el sábado. Le propongo a mis amigas de la universidad de ir al cine y después ir a tomar algo y todas parecen estar de acuerdo; el sábado a las nueve en el centro de la ciudad.
Cuando llego a casa decido que es el momento de hablar con mis padres, de contarles mi opinión. Me dirijo hacia el salón, donde está mi padre trabajando y mi madre leyendo, así que me siento en el sofá con ellos.
—Le he estado dando vueltas a lo de otro día, a lo de la mudanza—me callo, esperando a que se giren y me miren—. Supongo que teníais razón y que lo mejor es un cambio. Nos podría beneficiar a todos.
—¿Sí?—a mi madre se le iluminan los ojos—Tampoco queremos que te sientas presionada...
—No me siento presionada. Y al igual que vosotros queréis lo mejor para mí, yo también quiero lo mejor para vosotros.
—Eso es maravilloso, Claudita—sonríe mi padre ilusionado. Por estas cosas, creo que he tomado la decisión correcta.
Estoy con ellos un rato en el salón, leyendo una novela que me compré hace un par de semanas y que me tiene muy enganchada. Como espaguetis, uno de mis platos favoritos y como cada vez que puedo. Una vez estuve tres días seguidos comiendo espaguetis.
Cuando voy a trabajar, le propongo a María que se venga mañana a comer y nos pongamos a buscar sobre José y su mujer, aprovechando que mi horario de universidad del viernes es más reducido. Aunque al principio no tiene todas las de venir, cuando le digo que haré una lasaña de verduras su cara cambia por completo y asiente sin dudarlo. Le da bastante vergüenza por el hecho de que tendrá que conocer a mis padres— siendo ella tan tímida como es—, pero no creo que tenga problemas ya que es una chica que cae bien de primeras.
Por la noche continúo leyendo el libro, ya que me he quedado muy enganchada y apenas me quedan cincuenta páginas para acabarlo. Cuando lo termino, siento un vacío en mí y me entran ganas de volvérmelo a leer. Sin embargo, decido coger un libro de poesía que tengo desde hace un par de años y recorro algunos de los versos con la mirada. Recuerdo todos esos poemas de amor y desamor que escribí, pensando que aunque mis problemas no se fueran a solucionar, al menos podría dejar constancia de ellos, y así dentro de unos años, cuando los hubiese superado, pensar que de todo se sale. Y efectivamente, ya no tengo el corazón roto por el primer chico con el que salí, o con el que no quiso tener algo conmigo. Pienso en todos los autores que he conocido, ya bien sea en el colegio o por mi propia cuenta, y cómo sus versos trataban de aquellas mujeres de las que habían estado enamorados.
Si algo claro me queda, es que el amor creó la literatura.
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La carta herida
Teen FictionClaudia encuentra una carta de amor con una dirección. Curiosa por su origen, se sumerge en una aventura en la que se verá envuelta de misterios y problemas personales que no parecen tener fin.