🍼Noveno mes: Querudines🍼

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Ángel caminaba de un extremo al otro del pasillo. Completamente nervioso, murmuraba cosas para si mismo.

A su lado estaban Lilly e Isis, ambas incómodas por su comportamiento y por la calidad de las sillas en las que llevaban sentadas casi dos horas.

— ¡...Demonios! —exclamó Isis.—¡Ángel, siéntate de una vez!

Lilly la miró completamente horrorizada.—Hija, por amor a Dios, cuida tu vocabulario.

Luego miró a Ángel, quién parecía no haber escuchado a su hermana. Se paró y se acercó a él, poniéndole una mano en el hombro y captando su atención.— Cariño, tranquilo. La pequeña estará bien. El médico nos dijo que vendrá a buscarnos en cuanto podamos verla.

— Si... —Ángel suspiró, completamente agotado.— Lo siento, madre. Es solo que no me gusta dejarla sola por tanto tiempo. Necesito saber que está bien.

Ambas mujeres lo miraron—cada una de su propia forma— enternecidas, porque entendían a qué se refería.

Aún no acababan de comprender la relación que Kyo y Ángel llevaban. Tenía sus mañas y sus cosas raras. Pero si de algo estaban completamente seguras, era de lo mucho que se amaban y se cuidaban el uno al otro.

Permanecieron unos minutos más frente a la puerta que separaba la sala de espera del quirófano. Los tres hechos una bola de nervios.

Un cuarto de hora después, uno de los enfermeros salió. — ¿Ángel Valverde?

Ángel de precipitó hacía él. —Si, soy yo.

— La cesárea fue exitosa, me alegra informarle que dos los bebés nacieron saludables y sin mayores problemas. Ahora la señorita Kyomi se encuentra descansando, pero la movilizaremos hacía una de las habitaciones. Acompañeme.

— 🐣 —

Kyo se sentía húmeda y calentita. Abrió los ojos lentamente cuando sintió unas manos que ya conocía muy bien limpiarle un poco la frente. Los párpados le pesaban.

— ¿...papi? —preguntó, en un tono apenas audible.

— Si, bebé. Aquí estoy —le respondió Ángel, pasando unas toallitas húmedas por su frente de nuevo, limpiando el sudor.

— ¿...dónde estamos? —habló de nuevo en un tono apagado y agudo, como el de un niño.

Ángel tomó una de sus manos entre las suyas y comenzó a besar sus nudillos, que estaban un poco pálidos. — En el hospital, bebé. ¿Recuerdas por qué tenemos que estar en el hospital?

Kyo dudó. Se incorporó un poco, muy poco, y miró a su alrededor. Estaban solos. — ¿...me pasó algo?

En seguida llevó la mano que tenía libre a su vientre, y abrió los ojos descomunalmente al darse cuenta de que no tenía panza. Ni pancita, ni un relieve, solo su piel suavecita y el fantasma de un dolor. Horrorizada miró a Ángel y sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas.

— Nononono —se apuró por tomar el rostro de Kyo entre sus manos, sosteniendo las lágrimas de que cayeran con su pulgar.— Bebita, no llores.

Antes de que alguno de los dos pudiera hacer algo más, la puerta de la habitación se abrió. Amablemente, la cabeza de Isis apareció por un costado.— Hey —soltó.

«Dos bebés»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora