🍼Sexto mes: Canción de cuna🍼

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En todo el transcurso del mes, los bebés se movían como si el vientre de Kyo fuese un ring de lucha libre.

La primera semana, era solo cuando se recostaba en el sofá o en la cama, y en general intentaba hacerlo acompañada porque a la pequeña la ponía de los pelos.

Pero conforme pasaba el tiempo, comenzaron a hacerlo todo el tiempo.

Por una parte, la chica había llegado a acostumbrarse a los bruscos golpes; pero por el otro lado, los dolores de espalda eran cada vez más fuertes y su humor había empeorado aún más —de ser eso posible.

Isis y Lilly pasaban gran parte de la semana en la casa de la feliz pareja, pero eso no lograba subir el ánimo de la rubia, quien se quedaba gran parte de las tardes intentando arreglar la ropa para vender en la tienda online.

Cierto miércoles, se presentó una pelirroja de corta estatura en la puerta de la casa. La rubia corrió —tanto como pudo— hacía la puerta y la abrazó con toda la fuerza que sus bracitos le permitieron apenas entró.

— ¡Jessica! —lloriqueó sobre el hombro de su amiga.

— Ya, ya. Con calma —le palmeó la cabeza con cariño. La alejó un poco, y le acarició el vientre.— Hola pequeñitos, ¿mami está siendo buena con ustedes?

Kyo hizo un mohín.

— Eso deberías preguntarle a ellos. ¡No paran de moverse!

— Pero, Kyo...—la chica comenzó a avanzar hacía la sala de estar.—¿No significa eso que están emocionados por poder verte?

La chica me mordió el labio; jamás se le había cruzado por la mente ese pensamiento.

Tal vez los bebés estarían nerviosos, como lo estaba ella cuando esperaba a que Ángel llegase a casa. Ansiosos por encontrarse con su familia.

El resto de la tarde Jessica modeló la ropa de Kyo, y a diferencia de lo que ella estaba esperando, se la pasó muy bien.

La pelirroja le había traído le regalo unos cuantos vestidos de encaje muy holgados, que le quedaban muy bien, aún con su gran vientre. Feliz, le pidió a Jess que le tomará fotos con ellos para enviárselas a su daddy; por primera vez en meses se sentía bonita.

Luego de una productiva sesión de fotos para la página, decidieron que lo mejor era dejar el resto para otro día. Kyo, a pesar de que estaba muy agotada, le dijo a las tres que podría apañárselas sola.

— Además —dijo mientras miraba el reloj. Eran pasadas las seis de la tarde—, Ángel llegará en una hora. Me daré un baño mientras lo espero. Vayan, vayan~

Luego de jugar al tira y afloje en la puerta por, al menos, quince minutos, acabaron por irse.

Kyo subió delicadamente la escalera, un escalón por vez.

Una vez arriba, llenó la tina con agua calentita. Echó algunas gotitas de sus sales de baño, y mucho, muuucho jabón. ¡Los baños de espuma eran lo mejor del mundo!

Despacito, se sentó en la bañera, y dejó que el agua le cubriera todo menos la pancita.

Sintió el agua caliente acariciarle todo el cuerpo y se halló, de alguna forma, en calma.

Mientras se acariciaba el vientre, comenzó a tararear una melodía que tenía en la cabeza. Al cabo de unos minutos, el tarareo se transformó en un dulce canto, y el baño se inundó con el sonido del agua, las pompas de jabón y su suave voz. No recordaba cuándo fue la última vez que había cantado, solo porque si.

Al posar una mano en su pancita, sintió una presión desde el interior. Como si a los bebés les gustara oírla cantar. Cantó un poco más fuerte y los acarició con más cariño.

Y, tal vez, sonrió.

«Dos bebés»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora