🍼Segundo mes: Adiosito al abrazo de osito🍼

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Para Kyo había sido un infierno tener que sobrevivir sin sus dósis diarias de azúcar, pero tenía que ser una niña buena. 

Y las niñas buenas se comían todas los vegetales.

Las niñas buenas cumplían con sus quehaceres aunque estos hubieran cambiado y ya no le agradaran tanto.

Pero por sobre todas las cosas, las niñas buenas no se quejaban, aún cuando se sentían solas.

Porque las niñas buenas reciben premios.

Y cuando Ángel le dijo por teléfono que el día siguiente lo tendría libre, Kyo supo que ésa era su tan esperada recompensa.

Esa misma tarde, antes de que el mayor llegase a la casa, limpio sus juguetes tres veces y preparó sus vestidos favoritos para tenerlos listos cuando los necesitara.

Espero su daddy junto a la puerta y cuando este entró lo llenó de pequeños besos, para luego guiarlo a la mesa en donde estaba la cena que había preparado: Varios platos individuales con Trix separados por sabores —traídos exclusivamente de su escondite secreto, era una caja que había permanecido cerrada para alguna ocasión terminalmente especial—, dos vasos enormes con leche tibia y un tazón grande con frutas cortadas en pedazos demasiado grandes.

Ángel se iba a quejar, pero le era imposible regañar a su pequeña cuando sabía lo mucho que había estado soportando. Él también deseaba mucho estrecharla contra su pecho y darle muchas caricias.

El pelinegro palmeó su falda para que Kyo se sentara sobre esta. La chica corrió alegre a su regazo, pasando su brazo por sobre sus hombros.

Al cabo de algunos minutos la cena había quedado olvidada.

Kyo le repartía besos a su papi por todo el cuello, dulces pero demandantes, mientras él le acariciaba la espalda baja.

Cuando la pequeña comenzó a chuparle el lóbulo, el mayor acabó por suspirar, manso, y tomó a la chica de la cintura para llevarla como princesa al sillón, y echarse sobre ella.

Entre medio de besos acalorados, la corbata y camisa de Ángel acabaron tiradas en el piso. Se giró y la puso a horcadas sobre si, para tener más acceso a su cuello.

D-daddy... —gimió Kyo cuando lo sintió posar sus manos sobre su trasero, haciendo presión para que sus cuerpos que unieran aún más.

— Eres una pequeña traviesa —le dijo al oído, con voz grave—.   Dime qué quieres.

— Quiero a daddy.

— ¿Y qué quieres que haga?

—Quiero que me des un abrazo de oso —dijo en un tono inocente mientras reía entre dientes.

Ángel se río también. Bajó sus manos un poco más, jugando con la tela de la ropa interior de su niña.

Pero entonces Kyo sintió que la habitación daba vueltas.

En seguida tensó el cuerpo y se alejó de su papi, tomándolo de los hombros. Él le respondió frenando en seco, viéndola con preocupación en su mirada. Kyo aguantó. Contó mentalmente.

1.

2.

3.

Y se echó a correr al baño de la planta baja.

Ángel salió en seguida detrás de ella, intentando controlar la erección que llevaba bajo sus pantalones del trabajo. Se paró frente a la puerta y la abrió ligeramente, comprendiendo qué sucedía en cuanto escuchó la primer arcada.

«Dos bebés»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora