La verdad, no sé de donde vengo, es decir mis raíces. Pero siendo sincera, no me importa. Lo único que sé es que fui adoptada a los tres meses de vida, por una familia, la cuál se ha encargado de darme todo el amor posible.
Por lo que me contaron mis padres, cuando yo tenía 1 año de edad, papá quiso un "cambio de aires". Volamos de Roma a Venecia, mejor conocida como "ciudad del amor", donde estuvimos unos pocos meses y luego volamos a Madrid, España.
Fue en Madrid dónde comencé mi carrera como bailarina de ballet con tan solo 5 años.
Todo comenzó cuando una fría tarde de otoño caminábamos con mamá por las calles de Madrid. Recuerdo que me había llamado la atención un gran edificio de color rosa, con enormes ventanales dejando a la vista lo que tendría que ser las aulas donde se llevaba a cabo las clases de baile, y por encima de las grandes puertas principales blancas estaba escrito Marcando Pasos con letras plateadas, junto a ésta había una bailarina.
No sé si fue el edificio o un grupo de chicas de aproximadamente 18 años que entraban al lugar entre risas, vestidas de un leotardo color blanco, una falda suelta de gasa que les llegaban a mitad de los muslos de color rosa, en sus piernas unas mallas del mismo color que el leotardo y calentadores rosa me llamó la atención, pero inmediatamente las ganas de entrar en ese lugar y vestir así inundaron cada parte de mi ser.
Tiré de la mano de mamá para entrar a ese maravilloso edificio mientras le decía una y otra vez "Vamos, vamos mami". Ella sin oponerse se dejó llevar por mi. Desde adentro, el lugar era más bello de lo que creía. Claro, para una cría de cinco años hasta la cosa más simple que sea de color rosa le parece hermoso y extraordinario. No quiero decir que el lugar era simple, todo lo contrario. La estructura del edificio llamaba la atención de todas las personas que pasaran por allí.
Solté su mano mientras seguía al grupo de chicas que estaban a punto de doblar hacia la derecha, ignorando los llamados de mamá caminé por donde las chicas habían ido. Luego de caminar por un pasillo en frente a mí se hallaba una gran aula, las paredes eran de vidrio que dejaban observar todo lo que pasaba allí dentro. Los pisos estaban revestidos de madera y en el lado opuesto de la puerta –la cuál también era de vidrio– había un gran espejo que ocupaba toda la pared.
Había una señora parada al frente del aula, mientras las chicas se colocaban las punteras y realizaban diferentes tipos de calentamientos. Una melodía clásica comenzó a sonar por los parlantes. Me acerqué más a la pared de vidrio y apoye una mano en éste mientras observaba como la señora daba por comenzada la clase. Observé como saltaban, daban vuelta sobre sus pies, la forma tan delicada de mover los brazos y como se paraban sobre las punteras.
Giré la cabeza hacia la derecha para encontrar a mamá y a una señora de 50 años observándome con una sonrisa.
"Mami, quiero bailar" fueron mis palabras.
Ambas se habían mirado entre sí, sorprendidas por mis palabras. Pero la que se veía más sorprendida era mamá, me había preguntado una y otra vez si estaba segura de lo que quería y me respuesta era un "Si" lleno de seguridad –demasiado para una niña–. Ella, sin ponerse me inscribió en la academia.
Al día siguiente me encontraba en la academia vestida de un leotardo rosa, mallas rosas, zapatillas de ballet muy bonitas del mismo color y con el cabello recogido en un tirante rodete. De esa manera comencé mi primer día como bailarina de ballet.
Desde ese momento mi prioridad es el ballet, mi razón de vivir es el ballet.
Mi pasión es el ballet.
Es esa misma pasión que me llevó muy lejos. Más lejos de lo que creía. Ser la bailarina mas talentosa de una importante academia en Madrid no estaba en mis planes. Varias profesoras y profesores que había tenido durante todos estos años me habían dicho que llevaba el arte del ballet en la sangre, más que eso, yo lo llevaba en cada célula de mi ser.
Recuerdo el día en que la fundadora de la academia Natasha Burrell, –una mujer seria, calculadora y exigente– me citó en su oficina para darme la noticia. Me sentía a punto de colapsar, los mismos nervios y ansiedad al saber que en unos segundos estarás bailando delante de miles de personas había inundado mi cuerpo. Para que la señora Natasha quisiera hablar conmigo la situación tenía que ser de gran importancia.
Había entrado a su oficina luego de estar ensayando cuatro horas, ya que se aproximaba un campeonato importante que se llevaba a cabo cada dos años.
La mirada de ella era penetrante, sus ojos habían sido los más oscuros que había visto en mi vida, pero eran hermosos. Me indicó que tomara asiento y así lo hice. Se sacó los lentes y entrelazó sus dedos mientras una sonrisa se formaba en sus labios, logrando que las arrugas de su piel se notaran más.
– Maiana, creo que debes preguntarte porqué estás aquí –habló. Sin poder producir alguna palabra, moví mi cabeza en forma afirmativa–. ¿Sabes de la existencia de la Accademia Di Balletto?.
– Es la academia más importante de la historia del ballet. Está situada en Roma –dije recordando la descripción de uno de los cuadros que hay en los pasillos de la academia.
– Así es. Cada cinco años los dos profesores más importantes de Accademia di balletto junto a la directora de allí recorren cada academia con más excelencia de cada país, ¿sabes para qué? –negué con la cabeza–. Buscan a bailarines que estén a la altura para ser parte de ella. Los fundadores o directores de cada academia debemos elegir un alumno, quien deberá crear una coreografía perfecta –fruncí mi ceño mientras cruzaba las piernas y me ponía más derecha.
– No entiendo a qué viene esto... –respondí sin entender la razón por la cuál me estaba contando sobre eso.
– Maiana, te he visto bailar desde tu primera clase, has obtenido el mayor puntaje en todos los campeonatos que has participado. Eres la alumna que ha ganado más medallas y trofeos en esta academia. Eres nuestra bailarina estrella –sus ojos centellearon de emoción—. Sin duda estás a la altura de Accademia di balletto.
Esa última oración me había dejado perpleja.
Dos meses después los dos profesores y la mano derecha de la directora –ya que la directora no se pudo presentar– de Accademia di balletto llegaron a Madrid. Bailé la coreografía que había creado y una semana después me llegó una carta de su academia, dónde decía que fui aceptada.
Ahora, 16 años después volvemos a Roma, nuestra ciudad. Con la diferencia que ya no soy una niña y con una gran oportunidad de ser una de las mejores bailarinas.
ESTA HISTORIA ES UN BORRADOR, POR LO TANTO PUEDE QUE HAYAN FALTAS DE ORTOGRAFÍA Y DE SINTAXIS QUE PRONTO SERÁN CORREGIDOS.
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La ballerine (COMPLETA)
RomanceMaiana Pasquarelli fue adoptada por un matrimonio italiano luego de unos pocos meses de su nacimiento. Cuando su padre adoptivo se entera de donde proviene ella, decide mudarse a Madrid, España con la escusa de un "cambio de aires", cuando en realid...