Capítulo 3

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El constante pitido de mi despertador me sacó de mi querido sueño. Busqué pesadamente con una mano el maldito aparato que no dejaba de emitir ese horrible sonido. Cuando lo encontré lo arrojé al piso, al instante el aparato había dejado de joder. Había dormido más de siete horas pero eso no era suficiente, tenía que tener diez hermosas horas de sueño para el día siguiente estar renovada.

Usé mis manos para restregar mis ojos, un bostezo nada delicado salió de mi boca mientras me daba vuelta y arreglaba mi almohada para seguir soñando con Brad Pitt versión joven. En mis sueños ambos estábamos en París, justo en la Torre Eiffel, dónde él me pedía matrimonio y me declaraba todo el amor que sentía por mi.

Pero todo eso fue remplazado por el recuerdo de aquellos hermosos ojos azules, hermosa sonrisa acompañada de unos dientes blancos y bien alineados, ¿y cómo olvidar ese cuerpo bien tonificado?. Sin duda él sería el príncipe de los sueños de toda la población femenina.

—Wil... —susurré media dormida. Suspire mientras una sonrisa atentaba con formarse en mis labios. Sabía que tenía algo pendiente, pero no podía recordar qué era—. Wil... —murmuré nuevamente. Su rostro apareció otra vez en mi mente. Fruncí el ceño y me di vuelta—. ¡Wil! —exclamé. Abrí mis ojos rápidamente, recordé que tenía que salir con él, de repente ya no tenía más sueño.

Me levanté velozmente y tomé mi celular para ver la hora. 8:30 a.m, ¡genial!. Nótese el sarcasmo. Corrí hasta las maletas que seguían a un lado de mi cama, tomé el primer conjunto de ropa interior que encontré, una remera blanca con la palabra Adidas en negro y unos jeans azules ajustados. Busqué desesperadamente en las otras maletas y encontré mis zapatillas Adidas blancas. Sin dudas el atuendo me quedaría bien de acorde a la temperatura, ya que los últimos días de verano se iban, dándole la bienvenida al otoño.

No sé cómo logré ducharme en menos de cinco minutos pero lo hice. Me vestí rápidamente, cepillé mi cabello rubio –que una vez fue castaño– dejándolo caer liso sobre mi espalda. Arqueé mis pestañas y pinté mis labios con un rosa pálido, casi del color de mis labios. Me coloqué un reloj que el abuelo me había regalado por mi cumpleaños decimoséptimo.

Tomé mi teléfono y un poco de dinero, coloqué ambos en el bolsillo de mis jeans y bajé las escaleras rápidamente. Miré la hora en mi reloj, 8:50 a.m, con suerte me daría tiempo para comer una manzana.

Luego de buscar una manzana y comerla en menos de cinco minutos subí nuevamente las escaleras, entré a mi habitación y me dirigí directo al baño que tenía allí. Cepillé mis dientes rápidamente y bajé las escaleras justo a tiempo cuando tocaron el timbre de la casa.

Le había dicho a mis padres que daría una vuelta en la ciudad con Shelley, obviamente no era así. Si les decía la verdad, que un chico que apenas conozco me daría un tour por la ciudad, me encadenarían en la cama de mi habitación y no me dejarían salir hasta que cumpliera 60 años. Por esa razón había optado por decirles una pequeña mentira. Sin mis padres en la casa todo era más fácil, de esa manera no verían con quién iría en realidad.

La ballerine (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora