2. Luna llena.

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Al día siguiente de la gran paliza que Wally y sus matones me dieron desperté en un lugar que al principio no reconocí, solo veía una potente luz blanca, paredes y cortinas del mismo color albino. Al ver las camillas entendí donde me encontraba, ahora solo me faltaba entender qué hacía allí y desde cuándo estaba allí. ¿El problema? Cuando fui a levantarme sentí una gran punzada de dolor que recorrió todo mi cuerpo imposibilitando la movilidad del mismo. Intenté decir algo, pero tenía la boca demasiado seca, así que decidí esperar a que apareciese alguien para darme una explicación, cerré los ojos para descansar hasta que hiciesen acto de presencia... Sí, señores, me quedé dormida.

A las pocas horas noté cómo me sacudían un poco intentando despertarme, iba a pegarle un bofetón al osado que se había atrevido a despertarme y más aún moviéndome con el dolor que sentía... Oh, no, ya no me dolía, todo el dolor había desaparecido. Eso me desconcertó bastante, luego recordé que soy una mujer loba y se me pasó.

Cuando abrí los ojos completamente vi que delante de mí estaba aquella persona que me había despertado, era un chico de pelo corto y castaño, unos ojos de un color verde esmeralda que podría estar horas mirando y de los que jamás me cansaría, Walt me sonrió mostrando esos dientes blancos tan perfectos que tenía... Sí, puede que estuviese algo enamorada de él, pero ¿Qué le voy a hacer? Él estaba como un queso, era amable, cariñoso, atento, generoso, era... Perfecto, sencillamente perfecto, esa clase de chico que jamás se fijaría en el monstruito del orfanato, sí, amigos míos, Alice Cassidy estaba enamorada de su mejor amigo, bueno, claro, mejor, quien dice mejor dice el único.

- ¿Cómo durmió mi hermosa pitufa? -dijo sin borrar esa hipnotizante sonrisa, me llamaba pitufa porque el era una cabeza y media más alto que yo, pero Walt sabía que yo nunca podría enfadarme con él.

- ¿Teniendo en cuenta la paliza que me llevé? He dormido de un tirón y me duele todo el cuerpo... -me miró con una mezcla de pena y remordimiento.

- Te dije que llevases cuidado, Wally es muy orgulloso, nunca dejaría que una niña de 13 años le dejase en ridículo. -Me abrazó con cuidado, yo correspondí sonriendo un poco.

- Ya sé, pero estoy harta de que se crean los reyes del edificio -resoplé bastante cansada e iba a levantarme, pero Walt me detuvo volviendo a tumbarme- ¡Walt! Ya estoy bien -le eché una mirada fulminante mostrando mi notorio enfado, aunque, para qué mentirnos, no estaba ni la mitad de enfadada que intentaba fallidamente mostrar.

- ¿Me explicarás qué ocurrió, pitufa? -alzó una ceja mirándome a los ojos, pero yo había dejado de escuchar en cuanto nuestras miradas se encontraron, ese color esmeralda me atontaba- ¡Al! ¿Me has oído? -Tuve que salir de mi trance y para ello necesité parpadear varias veces y sacudir levemente mi cabeza.

- , sí, verás... -le expliqué lo que había sucedido desde que me había sentado tranquilamente en mi rinconcito de siempre a desayunar hasta que esos energúmenos me lanzaron escaleras abajo.

- ¡Dioses, Al! -Me dirigió una mirada teñida de preocupación y tristeza, no sé qué historia se había imaginado al verme así, pero era muy distinta a la que yo acababa de contarle.

- ¿Qué esperabas? Me he tirado dos días durmiendo después de eso, mis poderes de curación aún no funcionan demasiado bien. Y hoy es luna llena... -En mi rostro se dibujó una gran mueca de nerviosismo, era mi segunda luna llena después de que mis habilidades comenzasen a florecer, estaba aterrorizada, no voy a mentiroso.

- No te preocupes, te ataremos en el sótano, no habrá ningún problema. ¿Vamos a dar un paseo? -Volvió a dedicarme esa preciosa sonrisa que me derretía el corazón.

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