9. El rescate (parte 1)

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Habíamos terminado de ordenar todo el estropicio que Lotte y su banda habían formado en la casa, por lo que yo me encontraba sentada junto a la ventana mirando a través de esta el paisaje mientras pensaba en la historia que me habían contado sobre Adam.

Evelyn me había explicado que, al poco de que sus padres fuesen asesinados y los tres chicos quedasen a su cargo, Adam se había escapado, todos se habían preocupado al instante temiendo que los mismos asesinos de sus padres le hubiesen hecho daño, estuvieron meses buscándole, aunque no obtuvieron respuestas hasta un año y medio después.

Adam se había escapado de casa, nunca les ha llegado a explicar por qué, pero Evelyn sospechaba que el chico se había sentido demasiado culpable por la muerte de sus padres, tanto que se había ido creyéndose peligroso para sus hermanos, no solo por lo que ocurrió aquella noche, sino también por el hecho de que uno de los asesinos había sido su mejor amigo, Lewis. Al escapar el chico había deambulado por las calles, hasta que un día se metió en una pelea para ayudar a una chica, Lotte, aunque después esta no reaccionaría demasiado bien debido a su orgullo, no le gustaba que la ayudasen.

Pero Adam la había salvado, todos sabían que aquella era la primera vez que su líder había necesitado ayuda, por lo que para no parecer débil al principio decidió castigar al chico. Claramente, ella no contaba con la astucia del joven, el cual consiguió arreglárselas para apelar al código de honor, pues al haberla salvado de una muerte segura debían, al menos, perdonarle la vida. Así fue como Adam se unió a la pandilla de Lotte, y poco tiempo después, se enamoraron, aunque Lotte más bien le utilizaba como juguete.

Evelyn me contó que, tras año y medio, en una pelea la chica rompió el corazón del sabueso diciéndole la verdad, que simplemente se había encaprichado del muchacho, pero que jamás había sentido amor por él, por lo que este se fue, ignorando completamente la única norma, "el que entra, no sale".

Mientras admiraba la vegetación desde detrás del cristal de la ventana no dejaba de darle vueltas, ahora comprendía mejor por qué Adam se comportaba de aquella manera. Un pelotazo en la cabeza me hizo volver a la vida real soltando un quejido y llevándome la mano a la cabeza, la verdad, aun siendo una mujer loba no me hacía ninguna gracia que me tirasen cosas. Me giré dispuesta a echarle la bronca a quien hubiese sido hasta que vi al pequeño Zach con un gran puchero, pues este suponía que le iban a castigar.

Después de levantarme y tomar la pelota me acerqué al pequeño respirando hondo para no tirársela a la cara.

- Perdón... -Una pequeña sonrisa se dibujó en mi rostro al escucharle, me era totalmente imposible cabrearme con él, era demasiado mono, por lo que le di la pelota de tenis acariciándole la cabeza.

- Ten más cuidado la próxima vez ¿vale? -Zach asintió para luego echar a correr con una sonrisa, estaba claro que ese niño iba a conseguir lo que quisiese de mí.

Me encaminé a mi habitación, pero algo me detuvo, escuché el sonido del teléfono de la casa, no es que tuviese demasiado derecho a cogerlo, es decir, no era miembro de pleno derecho, o al menos a mí no me lo parecía, pero como no vi a Evelyn ni a Zaira cerca decidí ir hacia allí y atenderlo yo misma.

- ¿Hola? -Mi voz sonaba algo insegura, ya que la idea aún no me convencía, hubiese sido mejor no cogerlo, la verdad, porque os aseguro que a la larga traería severas consecuencias.

Solo escuché una respiración, lo cual me asustó un poco, pero esta se cortó cuando la persona al otro lado colgó el teléfono, yo imité la acción bastante confundida. Me iba a ir cuando volvió a sonar, mis cejas se alzaron mientras miraba el teléfono, comenzaba a pensar que me estaban vacilando por lo que contesté algo molesta.

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