La espera

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POV Shizuo

El día siguiente llegó demasiado rápido para mi gusto. Sobretodo porque no fue la luz del sol en la ventana de mi habitación o el condenado despertador lo que me despertó.

NO. ¡En cambio tuvo que ser la voz de esa ASQUEROSA mujer! Grrrrrr, se podría decir que no soy una persona de mañanas, pensé mientras imaginaba cien formas de acabar con el odioso objeto inmune a mis ataques y a la persona tras la voz.

Y entonces, al abrir los ojos y ver la pared demasiado blanca ya más conocida, los recuerdos del día anterior me abordaron como una película vieja, llenando los espacios vacíos de mi confusa mente.

No podría explicar bien el porqué, pero lo primero que hice tras recordar los eventos pasados, lo primero que quise ver después de haber entendido mi difícil situación actual, fue Izaya.

 No quería admitirlo pero, antes que buscar una salida (que con gusto abriría a golpe limpio), necesitaba asegurarme de que la pulga estaba bien.

Bueno...bien bien no. Ese condenado loco nunca estaría bien del todo pero al menos todo lo bien que podía estar.

 Con este pensamiento y mientras seguía negando en mi cabeza que no, que no me preocupaba por la pulga, miré hacia la pared de cristal que nos separaba.

Allí, en el centro de la sala y todavía vestido de blanco estaba Izaya.

Su pelo negro contrarrestaba fuertemente con el color opuesto que le rodeaba por completo.

El informante se encontraba sentado en el suelo, las piernas descansando a ambos lados de su cuerpo. Su cabeza gacha hacía que sus mechones oscuros le cayeran sobre la cara, tapándole el rostro.

Lo más raro de su postura eran sus manos, alzadas y con las palmas abiertas hacia él. Aunque no le veía los ojos sabía que estaba observándolas...mejor dicho, analizándolas.

Las movía lentamente en su campo de visión, como intentando examinarlas en todo su conjunto, sin dejarse esquina sin observar.

Era...perturbador.

Su figura calmada e inmóvil contrarrestaba demasiado con la imagen aún fresca a pesar de los dos meses transcurridos de su figura corriendo y hablando hasta la saciedad.

Nunca quieto. Nunca callado.

Entonces levantó la cabeza y vi algo más en sus ojos. Más que análisis, más que simple observación. Admiración, asombro. Izaya miraba sus manos como si hubiese encontrado la respuesta a todas las preguntas en ellas. ¿Quizá así fuera? Me recorrió un escalofrío y, luego, un pensamiento molesto. ¿Tenía miedo de Izaya? IMPOSIBLE. Esa maldita pulga no me asustaba lo más mínimo...es solo que...me perturba el estado al que han reducido al gran informante, eso es todo.

-Hoy está extrañamente tranquilo.-interrumpió mis pensamiento la odiosa voz femenina.

-¿Qué quieres?- pregunté con la voz grave. No había estado despierto ni diez minutos y ya le estaba cabreando. Ahora que lo pensaba, ella era la que lo había despertado. Eso solo hizo aumentar mi cabreo.

-¿Podemos empezar ya con las pruebas de hoy, señor Heiwajima?

-¿Pruebas? Ew, no, gracias. - e, inconscientemente, me llevé una mano al bolsillo de mi chaqueta. Realmente necesitaba fumar, esto era demasiado estresante. Pero cuando toqué mi ropa, noté que ya no era...bueno, mi ropa. Y entonces, cuando bajé la vista para confirmarlo, vi con desprecio que llevaba puesta la mismas horripilantes prendas blancas que Izaya.

En ese momento recordé algo sobre hacer unos cambios en la habitación. Solo ahí me di cuenta de que no había despertado en el suelo como ayer me dormí allí. En cambio, una cama se alzaba como si nunca hubiera sido de otra manera.

Al otro lado de los barrotesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora