Aceptación

638 75 19
                                    

Shizuo no podía creer lo que veían sus ojos. 

El gran Orihara Izaya acurrucado y temblando de miedo por algo que ni siquiera existía, confinado en una sala blanca con el aspecto de alguien ya muerto.

Pero se puso peor. Los ojos del azabache de pronto se detuvieron en un punto en el aire delante suya. 

Y entonces gritó. 

Eso rompió el estado de shock que había dominado a Shizuo hasta entonces. 

Rápidamente, corrió hasta la pared de cristal e intentó que el otro chico lo mirara, intentando alejar su atención de la amenaza invisible. Pero los ojos del otro estaban desenfocados, mirando algo que nadie más podía ver. 

Y entonces ocurrió otra cosa que nunca creyó posible ver hacer a su némesis. 

Lloró. 

Rápidas y silenciosas lágrimas caían por las mejillas del chico asustado,  mientras cerraba los ojos con fuerza y volvía a esconder su rostro entre sus piernas alzadas, las manos amarradas entre mechones de su cabello, tirando con fuerza, sabiendo que todo era producto de su mente.  

Sus gritos se volvieron más desesperados, más aterradores, y a pesar de que el rubio odiaba con pasión a ese joven, a pesar de que cada vez que lo veía juraba su muerte, no pudo evitar el sentimiento de angustia que cayó como una piedra en su estómago y que le tentó a taparse los oídos con tal de no oír esos gritos estremecedores. 

Sus intentos de llamar la atención del moreno fueron inútiles, a pesar de que había empezado a gritar su nombre y a golpear el cristal con fuerza.

No fue hasta que la voz femenina habló que dejó de intentar llegar a su enemigo. 

-Es inútil, no puede verte ni oírte. 

-¿Qué  le has hecho, maldita bruja?-dijo con una oscuridad en la voz que habría aterrado hasta a la persona más valiente. Pero de nuevo, esa mujer estaba fuera de su alcance y ella lo sabía. Por eso fue que la amenaza en su voz no desató el efecto deseado. 

-¿Sabes cuanto tiempo tarda una persona en aislamiento total en empezar a alucinar?- preguntó en vez.

No se molestó en contestar. Sabía que ella respondería su propia pregunta dijera algo o no, así que prefiero no decir nada.

Justo como había previsto, la mujer volvió a hablar al comprobar que no tenía intención de abrir la boca.

-Un mes como mucho. ¿Sabes cuánto tiempo ha durado el señor Orihara en empezar a tener alucinaciones? 

Otro silencio.

-Siete semanas. ¡Casi dos meses! Ciertamente hemos acertado al elegirle como sujeto de pruebas. 

Dos meses. La misma cantidad de tiempo que esa mujer fría del departamento de Izaya dijo que él había estado desaparecido. 

Mierda...Izaya había estado atrapado en esa sala blanca, sin contacto humano, sin salida, por más de 40 días...

En ese momento el rubio vestido con traje de camarero se arrepintió de la felicidad que había sentido todos esos días por la ausencia de la pulga. 

Y es que aunque no lo aparentaba, el rubio era una buena persona y por ello no podía evitar pensar que, a pesar de todo, el chico no merecía lo que le había sucedido, lo que le estaba sucediendo.

Pensándolo bien, ¿nadie había notado extraña su desaparición? 

Shinra había ido a su apartamento y estaba preocupado, pero eso no fue sino después de un mes de desaparecido por lo menos. 

Al otro lado de los barrotesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora