Agonía

125 21 3
                                    


La agonía que permanecía dentro de él era intolerable. Los labios le temblaban, mientras los sollozos acompañaban aquella soledad que reinaba en la habitación.

Llamada tras llamada.

Visita tras visita.

Sin progreso, sin aquel tan anhelado consuelo. Desesperándose cada vez un poco más por ese amor unilateral que le ahogaba. No podía soportar la vida respirando el pasado, permitiendo a su alma gemela entregarle a otro el corazón. La mera idea de que Phichit volviera a posar las manos sobre su bello japonés, lo enloquecía.

¿Cómo era posible que el amor doliera así?

¿Cómo podía llegar alguien a desordenar todo en un dos por tres y luego largarse como si nada?

¿Cómo había podido dejarle de amar?


— ¿Sabes que eres la persona que logró hacerme creer que había más que soledad? ¿No crees que es injusto y cruel llenarme de esta fe para luego irte sin más?

— Detente ya —los sollozos que atravesaban el auricular calaban en lo más hondo de su ser, ¿qué era lo que tenía que hacer para tenerlo entre sus brazos otra vez? —Yo no te dejé sin más Víktor...por favor... ya déjame...

— ¡No! ¡No voy a dejarte nunca! ¿No entiendes que haría lo imposible para estar cerca de ti? Te tengo grabado en la piel Yuuri... no me importa que aparentes estar con él... sólo quédat-

— ¡NO! ¡Eres tú el que no entiende! Déjalo ya. Para esto. Me haces daño...

— ¿Te hago daño amándote? ¿Es eso?

—Si esa es tu forma de amar... sí. Sólo para... para de llamar, para de venir... ya no te amo.


¿Así era como terminaría su gran historia de amor? ¿Con un vacío en el pecho, la soledad asomándose detrás de las cortinas y con el mundo repleto de un vasto gris que no hacía más que traer a la memoria tiempos mejores en dónde el corazón parecía no consumirse en su mismo tormento?

Era un dolor crudo, brutal, de aquellos que te hacen considerar abandonar este mundo para darles un final.

Tenía una pena tan grande que las palabras no bastaban para describirla.

A veces incluso sentía su razón y humanidad tambalearse por la desesperación de volver a tenerlo a su lado, pero claro, eso no parecía ni lo más remotamente posible. Cada vez era más difícil mantenerse en pie, que el aliento no le apestara a alcohol, que la blanca piel volviera a recuperar su sana belleza, que sus nudillos permanecieran sin marcas de golpes, o que el maldito contestador de su amado le diera la bienvenida cada vez que le llamaba.

Día tras día, Víktor se iba apagando.

Aquél glorioso pentacampeón, aquél amante excepcional, aquél ser que ofreció todo su amor... se estaba cayendo a pedazos.

Víktor se hundía en su infierno personalizado, y nadie más que Yuuri podía ser capaz de sacarlo. Estaba siendo visitado por tantos demonios... demonios... que ni el mismo Diablo podría soportar... y sin embargo, por más que su conciencia rogaba la paz, aquella obra de arte no hacía mucho más que dejar que su óleo se consumiera en el dolor.

Su lucidez iba y venía al antojo del licor, el dulce sabor a frutas añejas invadía su lengua al mismo tiempo que sentía la vida escurrirse como agua entre sus dedos.

— ¿Hola?

—Ya no puedo más Chris... me rechazó... yo... yo en verdad creí...

El suspiro al otro lado de la línea fue como una bofetada para el pobre moribundo de amor.

— ¿Y qué es lo que esperabas? Víktor... te aprovechaste de la pelea de una pareja, de la debilidad de la persona a la que amas y no conforme con eso ¡le has chantajeado con contarle a su novio! Tienes que ver en qué clase de persona te estás convirtiendo...

— ¿Es que no entiendes? ¡Yuuri tampoco lo entiende! ¡¿Por qué no pueden comprender...?! Que sin él me muero... —las últimas palabras atravesaron el corazón de Christophe al otro lado de la línea, su mejor amigo estaba mal... realmente mal... podía escuchar el abatimiento quebrar su voz y sentía la inseguridad casi traspasar los kilómetros que separaban sus viviendas.

—Tienes que parar... esto... esto no es sano

— No te preocupes Chris... yo... —las palabras se le atoraron en la garganta, la habitación comenzó a oscurecerse y la última palabra de Nikiforov al teléfono antes de desplomarse fue un nombre.

Su nombre.

Yuuri.

εσείς (Tú)[EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora