Tercer día: ~reno~

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Disclaimer: Fairy tail es propiedad de Hiro Mashima.

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Tercer día: ~reno~


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No entendía porque de estar en el cuarto de Natsu resolviendo ejercicios aritméticos, estaba en el patio en medio de una batalla de bolas de nieve, menos aun entendía que tenían que ver un dragón de nieve y un mago que se supone derrotaría a la bestia, y le era aún más incomprensible la carita encantada de la chiquilla de azules cabellos viendo al pelinegro de ropas ligeras, y la risita nerviosa de la rubia de ojos chocolate al ver a los dos chiquillos tirarse bolas de nieve sin piedad.

También quería participar, como buena amante de la diversión que era, pero sabía que sobraba en ese duelo de amigos rivales. Era mejor vigilarlos desde dentro de la casa. Aprovecharía para curarse el escozor de sus manos por las heriditas causadas por la aguja.

Nada tenía que ver la silueta negra de un chico entrando a la casa.

Quizá hasta podría tomarse algo caliente para el gusto.


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Mavis no debía de estar con Natsu y compañía. Tampoco debía tener puesto la vincha de reno sujetando sus cabellos. Era demasiado tierno para su paz mental y distractor para sus planes que nada tenía que ver con ternura. Aunque si que debía de agradecer que Invel le convenciera de haber comprado ese peluche que casualmente era un reno.

Grandes coincidencias sucedían en esas fechas. O solo era la información que Invel obtuvo de su espía.

Aun cuando no le había dicho gran cosa a su amigo albino, él lo había ayudado. Invel era un buen amigo.

Se fue directo a su habitación y saco de su mochila el renito de roja nariz y ante sus ojos apareció la visión de Mavis con disfraz de reno, y haberla visto con el adorno en sus cabellos no ayudaba mucho, sino que contribuía en creces a hacer de sus fantasías más reales.

Fantasías inocentes por supuesto, aunque Zeref se rompa la boca diciendo lo contrario.

Tiró el peluche hasta el rincón opuesto cuando oyó ruido en el piso de abajo. Alguien había tirado algo en la cocina, y si era la cocina bien podría ser algo peligroso, mejor era ir a ver.

Una sabia decisión.


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En definitiva medir menos del promedio general era un inconveniente, y de los gruesos. Su intento de alcanzar del botiquín alguna pomada desinflamatoria fracaso en un estruendoso caos y con ella desparramada en el piso con los cabellos alborotados. Y hubiera estado bien si el chico que le gustaba no la hubiera visto de esa forma. Pero no. Sus mejillas se volvieron rojas cuando Zeref la ayudo a levantarse.

―Debiste pedir ayuda ― dijo mientras le acomodaba los cabellos ―, pequeño cervatillo ― completo al colocar el adorno de reno. Mavis juraría que vio cierto rojo en las mejillas del pálido chico, pero no estaba segura; sin embargo la burla en los labios curvados de Zeref era más que perceptible.

―No sabía que estabas aquí ― fingió acomodar las faldas de su vestido ―, además soy perfectamente capaz de valerme por mi misma ―completo mirándolo seria, acompañándolo con un puchero que le quitaba todo lo serio a sus aseveraciones. ―. ¡Y no soy un cervatillo! ― ultimó para irse con toda la dignidad que le quedaba y antes de que se perdiera en el negro de los ojos del chico.

Dejando tras de sí un reguero de cosas y una sonrisa tierna.

―Entiendo, Mavis ―escucharlo decir su nombre le puso los pelos de punta por lo agradable que le resulto ―. Y, ¿cómo van las lecciones de Natsu? ―preguntó el chico recogiendo el desastre causado por la chica, para luego seguirla a la sala.

―Bien, es un buen estudiante. Solo se debe ajustar las lecciones a su hiperactividad― sentada en el sofá miraba por la ventana al susodicho darle de lleno a su amigo con una bola de nieve para luego reír y celebrar su victoria con Lucy, apachurrándola sin importarle la molestia de la niña. ―. Es una vergüenza que el hermano mayor de Natsu no pudiera ayudarlo. ―lanzo la pulla dirigiendo la mirada a Zeref que se sentaba frente a ella con el botiquín en sus piernas.

―Cierto, que hermano mayor tan incompetente tiene Natsu ― negó la cabeza apesadumbrado ―, aunque también es una vergüenza que una chica de más de dieciséis años no pueda manipular de forma correcta unas agujas sin perforarse las manos. ― Contrataco divertido. Mavis no tuvo tiempo a replicar nada porque el chico tomo sus manos y las masajeo ―casi sonaba a caricia―, con alcohol que le hizo saltar y torcer la boca disgustada ―. Tranquila, es solo para desinfectar. ―ya no la miraba de frente, sino sus manos.

Ese momento duró más del necesario, y ninguno puso queja alguna.

Continuará...

Días de navidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora