Yuri y Victor estaban seguros de una cosa: estaban enamorados... Perdidamente. Y, como amantes que eran, su mayor deseo era que su amor fuese eterno.
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Disclaimer: Yuri!!! On Ice no me pertenece, es una producción de MAPPA, dirigida por Sayo Ya...
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Tuvieron que pasar algunas semanas para que Victor le pidiese una cita al chico de ojos rasgados y cautivadores. Su corazón latió con ímpetu al recibir un sí por parte de Yuri.
Acordaron un lugar céntrico para ambos: la plaza del parque central de la ciudad.
Aquel día Victor tuvo que decir una mentira para que su padre no le preguntase su ubicación, así que afirmando que estaría con Jean, uno de sus mejores amigos, salió apresurado para encontrarse con el chico que le atraía con demasía.
Esperó a Yuri en la banca vacía del lugar con sus audífonos puestos, esperando que la música le ayudase a tranquilizarse. Movía su cabeza suavemente, marcando el ritmo, sus largos mechones argentos imitaban el movimiento al compás de lo que escuchaba.
A lo lejos divisó una figura acercándose a paso veloz hasta donde se encontraba. Lo reconoció con facilidad e involuntariamente se puso de pie, esperando que el de cabello azabache se acercase.
—Lo lamento —fue lo primero que dijo acomodando sus lentes, los cuales en esa ocasión eran verdes—. ¿Esperaste mucho?
—Para nada —sonrió, esperando que con ese gesto su acompañante se olvidara de ello—. Todavía tenemos algo de tiempo para que el concierto comience, ¿quieres caminar un poco?
Yuri asintió con la cabeza y juntos comenzaron una caminata acompañada de un sinfín de temas, el mayor de ellos: la música. Victor no sólo estaba emocionado por el concierto al que asistirían; estaba emocionado por poder contar con la presencia del nipón.
—Me gusta tu cabello largo —aquello hizo que mirara a Yuri. Éste miraba hacia el frente con una minúscula sonrisa en sus labios—. Te hace único.
—¿Soy único? —levantó una de sus cejas.
—Lo eres, sí, pero no sólo por tu cabello, claro está. —aclaró echándole un rápido vistazo.
—¿Y eso te gusta?
—Mucho —el de lentes se giró para encararlo.
Los ojos castaños de éste ya no lucían distantes como hace unas semanas. Lucían de una manera que Victor no podía explicar, pero deseaba más que nada perderse eternamente en esa mirada.
