Último gran golpe.

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Suspiros llenos de anhelo se dejaban oír en la pequeña pero acogedora habitación de Victor, quien no dejaba de acariciar la desnuda espalda de su novio; se dedicó a dejar pequeños besos por la extensión del blanquecino cuello, totalmente encantado al sentir como el cuerpo de su acompañante se estremecía a causa de sus caricias.

—Ya debo de irme —anunció el cabello azabache, sentándose en la cama sin dejar de sonreír.

—No —infló sus mejillas sentándose de igual forma—. Dijiste que serías mi enfermero hoy.

Aquella mañana había despertado con síntomas de fiebre por lo que no asistió a la escuela y en cuanto su padre salió por la puerta, no dudó en enviarle un mensaje a su novio, contándole sobre su pequeño malestar. Grande fue la sorpresa al ver a Yuri en la entrada de su casa, aún con su uniforme del colegio, anunciando que sería su enfermero por la mañana.

—No estoy tan enfermo, bebé —dijo Yuri, replicando las mismas palabras había dicho hace algunas horas.

—Bien, eso dije antes, creo que ahora me siento mucho peor —se dejó caer sobre la cama, fingiendo un desmayo.

No vió venir como el nipón se acercó a él; se alegró al ser besado con tanta vehemencia. No dudó pasar sus brazos por los hombros de su amado acercando sus cuerpos, provocando que sus pechos se tocasen y sintieran el calor del otro. Con toda la intensión, mordió el labio inferior del nipón, sabiendo perfectamente que eso volvía loco a Yuri.

Pronto el cuerpo del azabache estuvo sobre el suyo, haciendo presión, restregando sus anatomías por encima de su ropa, enviándoles una corriente de placer. Los gemidos acalorados eran silenciados por los labios del otro.

Estaba dispuesto a quitarle nuevamente la camisa formal a Yuri cuando sintió una exclamación de horror por otra persona, giró su rostro en dirección a la puerta de su habitación y justo ahí vió a su padre paralizado, viéndolos con una expresión de repugnancia.

—Quiero que te vayas de mi casa.

El tono gélido con el que habló los hizo estremecer a ambos. Victor, con movimientos lentos, como si fuese un asustado ratón, tomó la playera de pijama que se encontraba en el suelo. Se reprendía por haber sido tan tonto, por no haber dejado que Yuri se fuese en cuanto lo dijo.

Sintiendo como sus rodillas temblaban por la mirada penetrante de su padre se levantó de la cama, poniéndose frente al mencionado.

—Yuri ya se va, ¿de acuerdo? —levantó sus manos, como si lo hubiesen apuntado con arma—. Sólo deja que se vaya, hablaremos tú y yo después... Por favor.

Debió haber esperado la sonora bofetada que recibió, pero no lo hizo.

—¿¡Cómo se atreven a deshonorar mi casa con sus... atrocidades!?

El ruso enfurecido lo tomó de la playera para posteriormente estrellarlo contra la dura pared, Victor presionó sus labios e intentó empujar a su padre pero éste colocó sus manos sobre su cuello, presionando lo suficiente para asustarlo aún más.

—¡Pare! —pidió Yuri acercándose rápidamente.

Su novio golpeó la espalda del mayor, intentado que lo soltara... Tosió incontables veces cuando por fin lo liberó, sin embargo, el alivio que antes sintió se esfumó velozmente al ver como su padre se acercaba hasta al azabache y con un fuerte empujón lo tiraba al suelo.

—¡No, detente! —suplicó al ver como su progenitor pateaba incontables veces al nipón.

Aun sintiéndose algo mareado jaló la camisa del mayor y con mucho esfuerzo logró separar al hombre de su novio, el aludido lo miró con furia. En sus ojos grises se veía reflejado el gran odio que lo estaba cegando.

—¡No lo toques de nuevo!

—¡Eres un asco, Victor! ¡Al igual que tu... que tu asqueroso novio!

No le importaban las palabras que le dijese, no le importaban los insultos que recibía a su persona, pero no iba a permitir que ese hombre insultara a Yuri, la única persona que lo comprendía, que le hacía sentir seguro y amado.

Recordó las veces en las que, de niño, jugaba a boxear con su papá, las veces en las que le enseñó a como dar un golpe... Jamás se imaginó que llegaría a utilizar eso, y mucho menos en una situación como la que se llevaba a cabo.

Golpeó fuertemente a su padre en el estómago, aunque lo único que trajo con ello fue la atención del hombre. Recibió golpe tras golpe, intentaba no llorar y defenderse lo mejor que podía.

—¡Vete, Yuri!

El aludido hizo caso omiso, con una expresión de dolor se plantó frente al hombre.

—¿¡Cuánto más daño quiere hacer!? ¡Respete a su hijo y a sus decisiones!

Victor quiso pedirle a su amado que se fuera y que no mirara atrás, quiso levantarse del suelo para defender a la persona que le traía luz a su vida, no obstante, su padre tomó un brazo de Yuri, con rapidez lo hizo cruzar por la entrada principal, a pesar de las protestas del nipón.

El ruso los siguió adolorido, intentó decirle a su amado que se encontraría bien pero éste fue echado de su casa, sin darle oportunidad de nada.

Escuchó como su novio golpeaba la puerta principal, llamándolo con voz quebrada mientras su padre descargaba la furia que sentía sobre su cuerpo.

Por un momento Victor creyó que la felicidad eterna que pensó llegar a tener se derrumbaba, no obstante, se aferró a las promesas que había hecho con Yuri, promesas de tener un futuro juntos.

Eterno |Victuri|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora