Capítulo 8 - Ladrón

39 7 2
                                    

EDITADO

—Se decía que cenicienta era la hermanastra más inteligente y astuta de toda la aldea, ya que al fallecer su progenitor en un accidente no previsto, ella toma las riendas de su hogar y despacha a la madrastra con sus hijas, sin contemplaciones ni arrepentimientos, pues ellas no tenían una buena relación con Cenicienta, y esta para evitar malos tratos las echa —pauso un momento para observar si los demás me escuchan. Elías me ve fascinado, David todo lo antónimo—. Por supuesto que se inició una contienda, Lady Tremaide junto a Griselda y Anastasia intentaron darle la contra y...

—¿Yyyyyyyy?

Llevo mi vista hacia el reloj decidiendo si debo continuar o no, ya rondan las once de la noche. Un bostezo me asalta.

—Y tengo sueño. Vamos a dormir.

Aunque es posible que no pegue el ojo en toda la noche, hay como que mucho ruido alrededor y si mi sexto sentido no falla ya sé quienes pueden ser. Debo permanecer alerta por si deciden atacar.

La visita de la tarde me ha dejado con un amargo sabor de boca y no entiendo como no estamos escapando a estas instancias, la amenaza ha sido clara y mi desafío lo va a volver personal.

David se marcha después de despedirse con un seco «buenas noches» para luego salir apagando la luz y cerrando la puerta en el proceso.

No respondo, solo escucho a Elías corresponderle acurrucándose a mi lado. Elías es un peso en mi pecho que no me deja respirar con normalidad, el saber que el peligro le ronda más que nunca desde que aparecí me inquieta, aunque eso no quita el hecho que desde antes se encontrara en esta situación, pero con mi presencia se va construyendo el punto de ebullición. Me aterra saberlo en peligro.

—Ignes, buenas noches.

Suelto un suspiro largo mientras acomodo una de mis manos sobre su cabeza haciéndole piojitos.

—Buenas noches Elías.

***

—¿Y hoy te toca salir a robar?

Sé que puedo pecar de ingenua a veces y es una cualidad que me agrada poder hacer creer a los demás, sin embargo, no es una palabra que me describa. Dicha habilidad que poseo me ayuda a dar con dudas no cuestionadas a viva voz, como por ejemplo el estado laboral y económico de David puesto que no trabaja.

Hurta para sobrevivir.

Tanto padre e hijo dejan su leche a medio servir al escucharme, uno se pone más pálido que el otro, no obstante, se encarga de mostrar un semblante odioso.

—Qué te importa, agradece el simple hecho de tener un pan en tus manos —sisea. Su postura me dice que no contaba con que lo descubriese muy rápido y la verdad es que mas de una semana es mucho tiempo para mí.

—Te puedo ayudar de mil formas, pero veo que prefieres comer mierda antes de redimirte...

Y es que no estoy pintada carajo, tengo poderes que en algo han de servir.

—Me ayudarías tirándote de un puente, por favor.

Engullo el pan con enojo, verlo actuar como un patán me instiga a terminar lo que comencé ayer.

Su incapacidad de ver más allá de su nariz y resentimiento nos ponen en jaque, porque no avanza y no deja avanzar.

Elijo ignorarlo desde ese momento, me concentro en la energía fuera de la casa y en Elías quien ve con pesar a su padre.

—Ignes, ¿también nos podemos convertir en perros o cualquier otro animal? —consulta pensativo.

Me muevo con incomodidad en la silla, este tema aún no he pensado con claridad. Yo sé los alcances que tengo y pueda tener, pero Elias... Ser hijo de una hibrida de dos especies letales ya me hace poderosa y él puede haber heredado lo mismo o... más, la especie humana es un enigma.

Camino a la REMINISCENCIA (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora