Capítulo 12 - Origen de las fallas

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Vamos cerca de doce horas caminando después de la pelea, doce horas donde no inmuto palabra y tampoco es como que tenga algo que decir. Siento mi cuerpo helado y sé que es porque probablemente esté en un colapso nervioso. David y Elías siguen mis pasos, hemos salido hace un par de horas del reino donde tuve que matar a una tanda más de soldados que resguardaban la frontera mientras que ellos se encargaban de guardar municiones de comida y dinero para el camino. El dolor de mi cabeza persiste porque la seguridad de que ahora mismo dos especies estén queriéndome dar caza a estas instancias no se me va.

No tengo un punto fijo al cual ir sin embargo, el alejarme del reino parece una buena opción por el momento, necesito un poco de tiempo en organizar mis ideas y recuperarme.

La idea de que me quitaron recuerdos para un objetivo y no por Elías se ha acentuado en mis pensamientos y quiero entender el porqué y presiento que sabiendo eso tengo puntos a mi favor, solo debo encontrar la forma de recordar.

—Esta es la colonia de los fallados —detengo mis pasos frente a la pila de casas pequeñas en precarias condiciones—. Busquemos donde descansar.

Cinco minutos bastan para dar con un sujeto medianamente conocido que huye de mi ni bien me ve.

Viejas amistades de familia.

Ir tras él no me toma mucho ya que es un anciano decrepito que a las justas puede con su vida.

—Necesito consigas un lugar donde pueda descansar, ambiente silencioso, pero con ningún maniaco depresivo alrededor.

—Usted no es mi reina... —menciona, temeroso—. No es nada aquí —se niega.

Mantengo mi vista fija en él y muevo mi cabeza de un lado para otro detallándolo.

—Está bien —giro mi rostro hacia Elías—. Elige un lugar que te enseñaré como incendiar una colonia en segundos.

El rostro del anciano palidece y niega rápidamente colocándose de rodillas.

—Tengo familia aquí, perdóneme la desobediencia. En seguida le consigo un lugar donde hospedarse.

Se retira y no obvio ningún sector del lugar donde nos encontramos.

La mayoría de las personas repelen esta ciudad por sus pobladores, si bien no tienen reyes se rigen bajo normas que ellos mismos se ponen. No dependen de terceros y sobreviven con lo que cosechan.

Pareciera un lugar optimo para vivir tranquilamente pero no lo es, sobre todo por quienes moran aquí.

—Hay reglas básicas que van a seguir de ahora en adelante mientras estemos en esta colonia —digo, mientras le sigo la mirada a las personas que pasan viéndonos con intriga—. Aquí nadie es bueno, son personas selladas bajo la vergüenza y la deshonra. Hay tantas personas con crímenes como con castigos divinos. Uno, no se socializa. Dos, no se acepta nada de nadie a menos que lo sepa yo. Tres, no sé si todos aquí lo merezcan, pero si cometen un error no me quedará más que quemarlos a ellos vivos.

Oigo sus corazones bombardear y me da la certeza de que acataran mis medidas, cosa que me da cierta tranquilidad de momento, saben que no amenazo en vano.

El viejo aparece y nos arrastra hacia una casa mediana que parece estar en mejores condiciones que las demás.

—Rain los recibirá.

Asiento a la espera de quien va a dejarnos pasar y no me sorprende al hallar al inmortal promedio.

Sujeto que al verme hace una reverencia mostrando su respeto hacia mí.

—Gracias —agradezco.

Rain no puede envejecer y por ende no puede morir de viejo, ha sido castigado por un ser divino.

Camino a la REMINISCENCIA (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora